Las conversaciones que normalmente tenemos en casa, con la familia, con los vecinos, con los amigos, o en el trabajo, siempre suelen tener un carácter instrumental. Es decir: las hacemos servir para alguna cosa, para sacar algún provecho, se habla de política, de fútbol… pero en cambio, aquellas conversaciones que sirven para expresar sentimientos, emociones, deseos, incluso la manera de expresar nuestra afectividad, aquello que los psicólogos llaman la expresión de la inteligencia emocional, parece que en este campo estamos muy desentrenados. Esto se ve de una manera especial en la relación de pareja. Cuántos fracasos, cuántas roturas, cuanta violencia, cuanta felicidad perdida porque no sabemos entendernos. Por qué no sabemos tratarnos de igual a igual.
¿Por qué se produce con frecuencia este mal funcionamiento? Hay dos razones: una, por no expresar claramente nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros deseos, y otra, por no escuchar atentamente las razones y los sentimientos del otro. La educación, tanto en la familia como en la escuela, nos debiera preparar para comunicarnos bien. Interrumpir al que habla, es señal de falta de respeto, y demostración de que no nos interesa lo que dice. Preámbulo de un mal diálogo. Para ir bien, el que habla ha de ser breve, claro y conciso, de forma que facilite al máximo la comprensión, a su vez el que escucha, ha de ofrecer una total atención. Si mientras el otro me habla, estoy pensando en otras cosas, o estoy pensando en que contestaré, o simplemente, no escucho, no construyo una buena comunicación. Un aspecto importante es el contenido de la comunicación. Es decir: ¿qué es lo que comunicamos? Porqué si lo que decimos es pura banalidad, estamos perdiendo el tiempo y hacemos perder el tiempo al que nos escucha. En cambio, si lo que comunicamos tiene unos contenidos éticos y pro sociales fuertes, el mensaje es educador y favorece la calidad de las relaciones interpersonales. Y por otra parte nos prepara para dar el salto de la cultura individualista y desvinculada, a otra cultura más inteligente y humana que genera vínculos y que usa siempre el diálogo como herramienta fundamental de relación.
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