(ABC) La adoración perpetua en una parroquia es un seguro de vida. A media tarde, cuando el sol de primavera se impone, seis mujeres jóvenes rezan ante el Santísimo Sacramento. La recoleta capilla, pulcra, cuidada hasta en los más sencillos detalles, es un tabor. Se palpa el misterio, la presencia. Primer pulmón. El otro, el segundo, una puerta cercana, el economato. Pan de vida. Porque la parroquia de la Beata de Fuencarral, Beata María Ana Mogas fue la primera en instaurar un economato.
Las ciento veinte familias que Cáritas de la zona envía a comprar los alimentos básicos por un precio simbólico, atendidas por veinte voluntarios, no se sienten heridas en su dignidad. Y así las madres pueden ir a comprar con sus hijos. Un economato con un añadido patrono exclusivo, Natixis. Un economato que ha recibido recientemente un importante premio donativo del grupo Pascual.
El párroco de estas ocho mil almas de clase media, en una zona dormitorio, se llama Jorge González Guadalix, y es un hombre de fácil palabra y ágil escribanía.
Cura bloguero del que en no pocas ocasiones me pregunté si había distancia entre lo que decía que era su parroquia y la realidad. Confieso que la realidad supera, incluso, lo que él dice. Cuando me intereso por saber qué es lo fundamental en una parroquia, me contesta: «Facilitar el acceso al don de Dios, la gracia». Un día alguien le preguntó si tenía muchos jóvenes. Y Jorge, sin dudar: «Si te refieres a los que van a reunirse a las cinco de la tarde, no. Pero si hablamos de los que van a misa, se confiesan con frecuencia y, cuando vuelven de marcha, a las tres de la madrugada, pasan por la Adoración Perpetua, bastantes más».
En las tareas sacerdotales le acompaña el sacerdote mexicano, incardinado en Madrid, procedente del Redemptoris Máter, Jenaro Augusto Jiménez López.
Cien niños en la catequesis, no son muchos, ni pocos. Dos grupos del Movimiento Familiar Cristiano, no son muchos, ni pocos. El medio centenar de personas mayores que asisten a las actividades lúdicas y formativas del Centro de Mayores, ni son muchas ni son pocas. Y qué decir del centenar de cofrades de la recién creada Cofradía del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores, que no hace mucho recibieron sus medallas de congregantes, dedicados al culto del Santísimo Sacramento.
Contacto con mil fieles
Para una Parroquia, los números no son mucho ni poco. Lo que vale es la capacidad de comunicar la gracia. Y en esto el párroco es un mago. Su hoja parroquial «Tres» tiene notable éxito de crítica. Pero lo que más demandan los feligreses –y lo demuestra con una encuesta de satisfacción parroquial que hizo hace dos años– es «El correo de los miércoles», la Newsletter, con la que todas las semanas se comunica con más de mil fieles, es decir, más de mil cuentas de correo.
No hay más que ver la construcción, la arquitectura, para entender a una parroquia. Circular, ejemplo de accesibilidad para personas con discapacidad, es luminoso y acogedor. Obra del arquitecto Carlos J. Blanco, feligrés, y de sus compañeros Ramón Rossignoli, José Luis Medina y Ricardo López, con Ana M. Martínez como arquitecto técnico. Un templo recién estrenado, seis años de vida, que fue una donación de su artífice. En la capilla del Santísimo, por cierto, tienen una imagen de la Virgen con el Niño que data de inicios del siglo XIV.
La parroquia, desde que se construyó, cuenta con un columbario en donde reposan los restos de los fieles que así lo desean. Veinte laicos se consagrarán mañana a la Virgen. Y la liturgia, siempre cuidada, tiene una nota singular: la primera misa del domingo se celebra «Ad orientem», en español, por supuesto. Como dice el párroco –en su libro «De profesión, cura»–, «la parroquia es para el cura como su esposa, se casa con ella». «Me permito acudir al ritual de matrimonio: Me entrego a ti, parroquia, en la salud y en la enfermedad, y prometo serte fiel…». La parroquia, porción de Iglesia.
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