(ACI/InfoCatólica) La práctica que se adoptará para el Beato Fabro es la canonización «equivalente», también llamada «extraordinaria», o «a ciencia cierta». Se trata de un tipo de canonización que solo puede imponer el Papa al reconocer y ordenar el culto público y universal de un Siervo de Dios sin haber pasado por el procedimiento ordinario de la canonización formal, es decir, sin necesidad de verificarse milagro alguno.
Aunque este tipo de concesiones no son muy habituales dentro de la Iglesia, el Papa puede conceder la canonización extraordinaria si la veneración al santo ha sido realizada desde mucho tiempo atrás y de forma continuada por la Iglesia, o de tratarse de figuras eclesiales particularmente importantes que fueron un culto litúrgico antiguo extendido y con ininterrumpida fama de santidad e intercesión ante Dios.
El P. Fabro es el modelo de espiritualidad y de vida sacerdotal para el pontificado del Papa Francisco y uno de los referentes claves para entender su modelo de gobierno. Así lo dijo el Pontífice en la entrevista que concedió en agosto pasado al director de la revista jesuita La Civiltà Cattolica, el sacerdote Antonio Spadaro. «El diálogo con todos, incluso los más lejanos y opositores; la piedad sencilla, quizá una cierta ingenuidad, la disponibilidad inmediata, el discernimiento cuidadoso, y el ser hombre grande y fuerte capaz de tomar decisiones al mismo tiempo ser dulce», explicaba el Pontífice hablando sobre el P. Fabro.
La vida de Pedro Fabro
Pedro Fabro nació el 13 de abril de 1506 en Saboya, Francia. Fue el hijo mayor de una familia devota y moderadamente próspera, que vivía del campo y del pastoreo. A los 16 años fue enviado a estudiar a La Roche, bajo el cuidado de Pierre Veillard, un santo y erudito sacerdote que ejerció en él una gran influencia. En 1525 ingresó en el Colegio de Montaigu en la Universidad de París, pero pronto se trasladó al de Santa Bárbara, donde compartió alojamiento con San Francisco Javier, con quien conocería a San Ignacio de Loyola.
Las dudas y tentaciones sobre su futuro asaltaron a Fabro, pero aconsejado por Ignacio, hizo la primera semana de los «Ejercicios Espirituales», y superó sus problemas convirtiéndose en su primer discípulo en París. En 1530 recibió el grado de bachiller y de licenciado en Artes, y empezó seis años de estudio intermitente de teología. A inicios 1534 hizo los Ejercicios Espirituales completos, bajo la guía de Ignacio, penetrando en ellos tan profundamente que, más tarde, Ignacio lo consideró el mejor director de Ejercicios, entre todos sus compañeros.
Se ordenó en mayo y celebró su primera Misa (15 agosto 1534) en Montmartre, donde San Ignacio y sus otros compañeros hicieron votos de pobreza, castidad y obediencia y de trabajar apostólicamente en Tierra Santa. Fabro jugó un papel muy activo en la consecución de la aprobación de la Compañía de Jesús por parte del Papa Paulo III. Murió el 1 de agosto de 1546 en Roma, como teólogo pontificio.
Se sabe que tenía un extraordinario don para la amistad. El primer jesuita alemán, San Pedro Canisio decía de él, que «nunca había encontrado ‘un teólogo más profundo o un hombre de tan impresionante santidad... todas sus palabras estaban llenas de Dios’».
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