Cuantos estamos en contacto con la realidad pastoral de nuestro pueblo, percibimos ciertos comportamientos, un tanto desviados, que afectan a la gran masa de cristianos tradicionales. Uno de ellos, bastante llamativo, es referente al denominado: “Domingo de Ramos”. No sé, si por costumbre o tradición; por ser el inicio de la Semana Santa; por carencia de sólida formación litúrgica; o por el reclamo y difusión de las palmas y ramos, bendecidos en las misas; el hecho es; que este, día como se puede comprobar -las iglesias se ponen abarrotadas a más no poder-. Nada que objetar, por supuesto, a tal participación de los fieles en este día. Lo que no es correcto, en modo alguno, ni siquiera coherente, es que, a los ocho días justos, que se celebra el Domingo de Pascua de Resurrección - la fiesta de la fiestas, la fiesta más solemne e importante del calendario para los cristianos-las iglesias no se vean ni mucho menos tan concurridas como el domingo anterior. Ninguna celebración te! ndría sentido, si Cristo no hubiese resucitado de entre los muertos, que eso es la Pascua. Si algún día del año no se debería faltar a la eucaristía - se esté donde se esté- ese día debería ser el Domingo de Resurrección. Quede claro el deseo de la Iglesia: Domingo de Ramos sí; pero Domingo de Pascua, debe ser inexcusable para un cristiano de verdad bien formado.
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