Esa foto de Juan Pablo II y Maciel…
DLF Redacción
Este domingo que será canonizado el Papa Juan Pablo II podemos asegurar que muchos medios publicarán, como han estado haciendo, la foto en la que aparece el Papa, anciano, dando la bendición al padre Marcial Maciel.
Esta evidente intención de desprestigiar al Papa amerita respuesta.
Desde luego no cabe pensar que el Papa avalara la conducta inmoral de Maciel, no es cierto que sabiendo que éste era pederasta lo encubriera porque era su amigo.
Sucedió tristemente que Maciel lo engañó. Según consta por diversos testimonios, le juró que era inocente y el Papa le creyó.
¿Por qué le creyó? Porque como dice el dicho: ‘cree el león que todos son de su condición’, es decir, siendo el Papa polaco un hombre íntegro y veraz, creyó que también era íntegro y veraz el fundador de los Legionarios de Cristo.
Y además recordemos que cuando fue Arzobispo de Cracovia, Wojtyla padeció en carne propia la persecución, el acoso de las autoridades comunistas, supo lo que se siente ser víctima inocente de enemigos que buscaban destruirlo. Incluso ya como Papa sobrevivió a un intento de asesinarlo.
Así que cuando surgieron las acusaciones contra Maciel, (un sacerdote aparentemente ejemplar, que había logrado una obra colosal con seminarios, universidades y escuelas en muchos países, numerosos sacerdotes e incontables laicos con una notable espiritualidad de oración diaria, participación en obras de caridad, apostolados, conocimiento de la fe, gran amor y respeto por la Iglesia), y él personalmente le aseguró que las acusaciones eran falsas, le creyó.
Hay que tomar en cuenta también que décadas antes Maciel había sido acusado e investigado, se había sometido mansamente a todo el proceso (lo cual dio muy buena impresión), y había sido exonerado, así que parecía que ahora de nuevo estaba siendo falsamente acusado.
Juan Pablo II no pecó de ‘contubernio’ con un ‘monstruo’. Fue engañado, lamentablemente, por un enfermo mental.
El diablo jugó aquí astutamente sus cartas para afectar la imagen de los legionarios (la mayoría de los cuales son verdaderos cristianos comprometidos) y, desde luego, la del Papa.
Pero el mal no tiene la última palabra.
Lo primero que hizo Benedicto XVI al asumir su pontificado fue ordenar una investigación que culminó con la tremenda sanción que le impuso a Maciel: prohibirle celebrar los Sacramentos y reducirlo a una vida de penitencia y oración.
Los que querían sangre y esperaban ver al octogenario Maciel colgado del obelisco de la Plaza de san Pedro, no quedaron satisfechos, pero la realidad es que el castigo impuesto fue el más duro golpe que podía recibir, no sólo porque como sacerdote no hay nada peor que no poder celebrar los Sacramentos, sino porque se le ponía punto final a su pretensión de ser tenido por santo. Quedó devastado y al poco tiempo murió.
Nunca hubo complicidad ni oscuro acuerdo entre él y Juan Pablo II, que fue un hombre íntegro, honesto, que amaba a los niños y de ninguna manera se hubiera prestado para solapar los horrores cometidos contra éstos. De hecho él impuso normas muy estrictas para impedir que volvieran a suceder abusos, normas que luego continuaría y reforzaría su sucesor.
El error del Papa fue haber creído, de buena fe, en quien no lo merecía. Y ¿quién no ha sido engañado alguna vez por alguien por quien hubiera metido las manos al fuego y que resultó no ser lo que parecía? El que nunca se haya equivocado, que arroje la primera piedra...
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