La justicia, ¿como conveniencia o como virtud?


Algunos autores modernos mantienen una noción de justicia que sólo se justifica porque “me conviene”. Mas, la experiencia histórica nos deja claro que los hombres del poder, o de más abajo, han cometido graves injusticias precisamente porque “les convenía”, o al menos creían ellos que les convenía. Por tanto defender la justicia sólo porque “me conviene racionalmente” es destruir la intuición y la virtud real de la justicia.

Muchos hombres justos fueron sacrificados por los tiranos de turno, y por desgracia esto sigue sucediendo en nuestros días. Es cierto que, para un creyente, estas víctimas justas han encontrado la paz en un Reino en que prevalece la justicia verdadera y universal. Pero, también es cierto que, considerado miopemente, o de tejas abajo, estos hombres y mujeres no hicieron lo que egoístamente les convenía, sino que sacrificaron incluso su propia vida por su deber, por practicar la justicia. La justicia aparece en ellos como una virtud que les exige un esfuerzo y un sacrificio. Y es evidente, además, que la intuición de la “justicia” no se confunde con la ley humana imperante, ya que en tal caso no podríamos comentar “esta ley es injusta”. El ser humano posee una intuición por encima de los legisladores concretos que le hace juzgar como justa o injusta una determinada ley positiva. El concepto de “ley natural” que anida en la conciencia de cada hombre (y que nos obliga por ejemplo a respetar la vida) debe prevalecer, o inspirar, toda ley positiva. Ya que una ley gravemente injusta no obliga en conciencia.

Cuestiones relacionadas se tocan en el interesante libro de Josep Miró, La sociedad desvinculada, en que de modo general se estudia y denuncia como los pensadores “desvinculados” prescinden de términos como “deber” y “virtud”, y se apartan del concepto de “bien objetivo” o de “bien común objetivo”. Concretamente, en la página 106 se comenta la posición de John Rawls en su Teoría de la Justicia: este autor, nos dice Josep Miró (citando otra obra), “justifica los derechos (que nacen de su concepción de la justicia) no porque procuren el bien general o el bien, sino a causa de que configuran un marco dentro del cual los individuos pueden escoger sus propios valores”. Y así, John Rawls deja claro que erradica la justicia como virtud en las siguientes palabras: “Los principios de la justicia a partir de los que se concretan estos derechos no pueden tomar como premisa ninguna virtud particular de la vida buena”(ibídem).

Viene a decir Rawls, en otros lugares de su libro citado, que “te conviene el contrato de la justicia que te propongo porque, dadas las vicisitudes cambiantes que te pueden sobrevenir, tu respaldo a estos derechos hará que tu vida esté más garantizada y protegida”. En suma, se defiende una justicia-conveniencia, y ya hemos comentado como muchos tiranos, basándose en lo que les convenía, han perpetrado graves injusticias. Así pues, frágil base será para una justicia verdadera la mera conveniencia.

La teoría de Rawls es una forma sofisticada y alambicada de destruir la justicia como virtud y de dejarnos, pues, inermes ante las injusticias reales, que no hace falta que nadie nos las defina de modo más o menos complicado, para que nos vengan a la mente.

Toda virtud cívica presupone un deber y comporta un esfuerzo y sacrificio. Pero estos voceros sofísticos nos elaboran una seudo noción de las virtudes que no cuestan ningún esfuerzo y que se alcanzarían sólo siguiendo el propio egoísmo racional. Así, el liberalismo económico más descarnado, a partir de Adam Smith, nos propone que para conseguir el bien común económico una como “mano invisible” hará que procurando nuestro propio interés económico egoísta ya laboremos automáticamente por dicho bien común. De modo que podemos ser benefactores automáticos del bien común de la sociedad persiguiendo únicamente nuestro propio interés. Fácil modo de ser virtuosos...

Del mismo modo, con su versión deletérea de la justicia nos vendrá a decir Rawls que podemos ser justos siguiendo meramente nuestra conveniencia racional. Sea usted racionalmente egoísta y ya será justo: otra vez la seudo virtud al menor coste. Son estas estrategias sutiles para destruir las virtudes cívicas y plantear una realidad falseada y descafeinada en que la virtud no requiere ni esfuerzo ni sacrificio.

En realidad, todos tenemos presentes comportamientos que fueron justos porque las personas se sacrificaron y esforzaron, es decir practicaron la virtud de la justicia. Y muchos de ellos tuvieron que arrostrar persecuciones fortísimas.

En realidad, más allá de planteos desmoralizadores, sabemos que los hombres somos débiles, y que sólo podremos ser justos si nos entrenamos en el día a día de los pequeños actos de la virtud de la justicia y además y, sobre todo, pedimos instantemente la ayuda de lo Alto.


12:29:00 p.m.

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