Estos mártires contemplativos son un ejemplo de fidelidad a Cristo y a su llamada, de amor a la Iglesia y a sus hermanos, y de perdón a sus verdugos. Entre los mártires contemplativos del siglo XX en España, se encuentran los siguientes grupos:
1
Carmelitas descalzas
De Madrid. Tres religiosas de este convento fueron beatificadas por el Papa Juan Pablo II el 29 de marzo de 1987. Se trata de sor María Pilar de San Francisco de Borja, sor María Ángeles de San José y sor Teresa del Niño Jesús, que fueron fusiladas el 24 de julio de 1936, después de haber sido expulsadas de su monasterio y refugiarse en una casa particular. Antes de morir, perdonaron a sus ejecutores y entonaron el himno Te Deum.
2
Concepcionistas Franciscanas
De Madrid, El Pardo y Escalona. Catorce religiosas de esta orden fueron beatificadas por el Papa Francisco el 22 de junio de 2019. Se trata de la abadesa y nueve religiosas del monasterio de San José de Madrid; la abadesa y una religiosa del monasterio de El Pardo; y la abadesa y una religiosa de la comunidad de Escalona. Todas ellas fueron asesinadas entre agosto y noviembre de 1936, después de haber sido desalojadas de sus conventos y dispersadas por diferentes lugares. Algunas fueron torturadas y violadas antes de ser fusiladas. Otras fueron quemadas vivas o arrojadas a un pozo. Todas ellas murieron perdonando y rezando el rosario.
3
Trapenses
De San Isidro de Dueñas. Nueve monjes de esta abadía fueron beatificados por el Papa Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007. Se trata del abad, el prior, el subprior y seis monjes más, que fueron asesinados el 18 de agosto de 1936, después de haber sido sacados de su monasterio y llevados a un cementerio. Allí fueron obligados a cavar su propia fosa y luego fusilados. Antes de morir, bendijeron a sus verdugos y cantaron el Salve Regina.
Estos son solo algunos ejemplos de los muchos mártires contemplativos del siglo XX en España, que dieron testimonio de su fe y de su amor hasta el extremo. Su memoria es una invitación a valorar la vida consagrada como un don para la Iglesia y para el mundo, y a seguir su ejemplo de oración, de entrega y de perdón.
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