Hechos de los Apóstoles



Prólogo
(cfr. Lc 1,1-4)

1  1 En mi primer libro, querido Teófilo, conté todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio 2 hasta el día que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido.

Promesa del Espíritu Santo

3 Después de su pasión, se les había presentado vivo durante cuarenta días, dándoles muchas pruebas, mostrándose y hablando del reino de Dios. 4 Mientras comía con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre: la promesa que yo les he anunciado –les dijo–: 5 que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados dentro de poco con Espíritu Santo.

Ascensión de Jesús
(cfr. Lc 24,50-52)

6 Estando ya reunidos le preguntaban:
–Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?
7 Él les contestó:
–No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su propia autoridad. 8 Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
9 Dicho esto, los apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista. 10 Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personas vestidas de blanco se les presentaron 11 y les dijeron:
–Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.

Primer informe sobre
la comunidad de Jerusalén

12 Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos, que dista de Jerusalén tan sólo lo que la ley permite caminar en día sábado. 13 Cuando llegaron, subieron al piso superior donde se alojaban. Estaban Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo, Simón el Zelota y Judas de Santiago. 14 Todos ellos, con algunas mujeres, la madre de Jesús y sus parientes, permanecían íntimamente unidos en la oración.

Elección de Matías
y primer discurso de los Hechos

15 Un día de aquellos Pedro se puso de pie en medio de los hermanos, ciento veinte personas reunidas, y dijo:
16 –Queridos hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo profetizó por medio de David acerca de Judas, el que guió a los que arrestaron a Jesús, 17 que era uno de los nuestros y compartía nuestro ministerio. 18 Con el dinero que le pagaron por su maldad compró un terreno, cayó de cabeza, su cuerpo se abrió y se le salieron las entrañas. 19 Todos los vecinos de Jerusalén se enteraron, de modo que el terreno se llama en su lengua Haquéldama, es decir Campo de Sangre. 20 Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Quede su morada despoblada
sin que nadie la habite,
y que su puesto lo ocupe otro.
21 Ahora bien, es necesario que uno de los que nos acompañaron mientras el Señor Jesús estaba entre nosotros, 22 desde el bautismo de Juan hasta que nos fue quitado, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección.
23 Designaron a dos: José, llamado Barsabás, apodado Justo, y Matías.
24 Después rezaron así:
–Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, indícanos a cuál de los dos eliges 25 para ocupar el puesto de este ministerio apostólico, que Judas abandonó para marchar al lugar que le correspondía.
26 La suerte tocó a Matías y fue incorporado a los once apóstoles.

Pentecostés
(cfr. Jn 20,22)

2  1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos. 2 De repente vino del cielo un ruido, como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban. 3 Aparecieron lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. 4 Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse.
5 Residían entonces en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todos los países del mundo. 6 Al oírse el ruido, se reunió una multitud, y estaban asombrados porque cada uno oía a los apóstoles hablando en su propio idioma. 7 Fuera de sí por el asombro, comentaban:
–¿Acaso los que hablan no son todos galileos? 8 ¿Cómo es que cada uno los oímos en nuestra lengua nativa? 9 Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea y Capadocia, Ponto y Asia, 10 Frigia y Panfilia, Egipto y los distritos de Libia junto a Cirene, romanos residentes, 11 judíos y prosélitos, cretenses y árabes: todos los oímos contar, en nuestras lenguas, las maravillas de Dios.
12 Fuera de sí y perplejos, comentaban:
–¿Qué significa esto?
13 Otros se burlaban diciendo:
–Han tomado demasiado vino.
Pedro, testigo de la resurrección
14 Pedro se puso de pie con los Once y levantando la voz les dirigió la palabra:
–Judíos y todos los que habitan en Jerusalén, sépanlo bien y presten atención a lo que voy a decir. 15 Éstos hombres no están ebrios, como ustedes sospechan, ya que no son más que las nueve de la mañana. 16 Sino que está cumpliéndose lo que anunció el profeta Joel:
17 En los últimos tiempos –dice Dios–
derramaré mi espíritu sobre todos:
sus hijos e hijas profetizarán,
sus jóvenes verán visiones
y sus ancianos soñarán sueños;
18 también sobre mis servidores
y mis servidoras
derramaré mi espíritu aquel día
y profetizarán.
19 Haré prodigios arriba en el cielo
y abajo en la tierra:
sangre, fuego, humareda;
20 el sol aparecerá oscuro,
la luna ensangrentada,
antes de llegar el día del Señor,
grande y glorioso.
21 Todos los que invoquen
el nombre del Señor se salvarán.
22 Israelitas, escuchen mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien saben. 23 A éste hombre, entregado conforme a los planes y propósitos que Dios tenía hechos de antemano, ustedes lo crucificaron y le dieron muerte por medio de gente sin ley. 24 Pero Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó, porque la muerte no podía retenerlo. 25 David dice refiriéndose a él:
Pongo siempre delante al Señor:
con él a la derecha no vacilaré.
26 Por eso se me alegra el corazón,
mi lengua canta llena de gozo
y mi carne descansa esperanzada:
27 porque no me dejarás en la muerte
ni permitirás que tu devoto
conozca la corrupción.
28 Me enseñaste el camino de la vida,
me llenarás de gozo en tu presencia.
29 Hermanos, permítanme que les diga con toda franqueza: el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva hasta hoy entre nosotros. 30 Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente carnal suyo se sentaría en su trono, 31 previó y predijo la resurrección del Mesías, diciendo que no quedaría abandonado en la muerte ni su carne experimentaría la corrupción. 32 A este Jesús lo resucitó Dios y todos nosotros somos testigos de ello. 33 Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha comunicado como ustedes están viendo y oyendo. 34 Porque David no subió al cielo, sino que dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
35 hasta que ponga tus enemigos
debajo de tus pies.
36 Por tanto, que todo el pueblo de Israel reconozca que a este Jesús crucificado por ustedes, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías.
37 Lo que oyeron les llegó al corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
–¿Qué debemos hacer, hermanos?
38 Pedro les contestó:
–Arrepiéntanse y háganse bautizar invocando el nombre de Jesucristo, para que se les perdonen los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. 39 Porque la promesa ha sido hecha para ustedes y para sus hijos y para todos aquellos que están lejos a quienes llamará el Señor nuestro Dios.
40 Y con otras muchas razones les hablaba y los exhortaba diciendo:
–Pónganse a salvo, apártense de esta generación malvada.
41 Los que aceptaron sus palabras se bautizaron y aquel día se incorporaron unas tres mil personas.
Segundo informe:
la primera comunidad cristiana
42 Se reunían frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. 43 Ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles, un sentido de reverencia se apoderó de todos.
44 Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común.
45 Vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno.
46 A diario acudían fielmente e íntimamente unidos al templo; en sus casas partían el pan, compartían la comida con alegría y sencillez sincera. 47 Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba.
El Señor iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando.

Sanación de un paralítico
(cfr. Lc 5,17-26)

3  1 Pedro y Juan subían al templo para la oración de media tarde. 2 Un hombre paralítico de nacimiento solía ser transportado diariamente y colocado a la puerta del templo llamada la Hermosa, para pedir limosna a los que entraban en el templo. 3 Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. 4 Pedro, acompañado de Juan, lo miró fijamente y le dijo:
–Míranos.
5 Él los observaba esperando recibir algo de ellos. 6 Pero Pedro le dijo:
–No tengo plata ni oro pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina.
7 Y tomándolo de la mano derecha lo levantó. De inmediato se le robustecieron los pies y los tobillos, 8 se levantó de un salto, comenzó a caminar y entró con ellos en el templo, paseando, saltando y alabando a Dios.
9 Toda la gente lo vio caminar y alabar a Dios; 10 y, al reconocer que era el que pedía limosna sentado a la puerta Hermosa del templo, se llenaron de asombro y estupor ante lo sucedido. 11 Como seguía sujetado a Pedro y a Juan, toda la gente corrió asombrada hacia ellos, al pórtico de Salomón.

Discurso de Pedro en el pórtico

12 Pedro, al verlos, les dirigió la palabra:
–Israelitas, ¿por qué se asombran y se quedan así, mirándonos como si hubiéramos hecho caminar a éste con nuestro propio poder o santidad? 13 El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que entregaron y rechazaron ante Pilato, que había sentenciado ponerlo en libertad.
14 Ustedes rechazaron al santo e inocente, y pidieron como una gracia la libertad de un homicida 15 mientras dieron muerte al Señor de la vida. Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos de ello.
16 Porque ha creído en su Nombre, éste que ustedes conocen y están viendo ha recibido de ese Nombre vigor, y la fe que proviene de él le ha dado salud completa en presencia de todos ustedes.
17 Ahora bien, hermanos, sé que tanto ustedes como sus jefes lo hicieron por ignorancia. 18 Sólo que Dios ha cumplido así lo anunciado por todos los profetas, que su Mesías iba a padecer.
19 Ahora, arrepiéntanse y conviértanse para que todos sus pecados sean perdonados, 20 y así el Señor hará venir tiempos de consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado desde el principio para ustedes.
21 Él tiene que permanecer en el cielo hasta el tiempo de la restauración universal que anunció Dios desde antiguo por medio de sus santos profetas.
22 Moisés dijo:
El Señor Dios les hará surgir
de entre sus hermanos
un profeta como yo,
escuchen lo que diga.
23 El que no escuche a aquel profeta
será excluido de su pueblo.
24 Todos los profetas, desde Samuel y por turno, hablaron y anunciaron estos tiempos. 25 Ustedes son herederos de los profetas y de la alianza que Dios otorgó a nuestros padres, cuando dijo a Abrahán: En tu descendencia serán benditas todas las familias del mundo.
26 Dios resucitó a su siervo y lo envió, primero a ustedes, para bendecirlos haciendo que cada uno se convierta de sus maldades.

Pedro y Juan ante el Consejo

4  1 Mientras hablaban al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, 2 irritados porque instruían al pueblo anunciando la resurrección de la muerte por medio de Jesús. 3 Los detuvieron y, como ya era tarde, los metieron en prisión hasta el día siguiente. 4 Muchos de los que oyeron el discurso abrazaron la fe, y así la comunidad llegó a unos cinco mil. 5 Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes, los ancianos y los letrados, 6 también Anás el sumo sacerdote y Caifás, Juan y Alejandro y todos los familiares de sumos sacerdotes. 7 Hicieron comparecer a los apóstoles y los interrogaban:
–¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho eso?
8 Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió:
–Jefes del pueblo y ancianos: 9 por haber hecho un bien a un enfermo, hoy nos interrogan para saber de qué manera ha sido sanado este hombre. 10 Conste a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel que este hombre ha sido sanado en nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron y Dios resucitó de la muerte. Gracias a él, este hombre está sano en presencia de ustedes. 11 Él es la piedra desechada por ustedes, los arquitectos, que se ha convertido en piedra angular. 12 En ningún otro se encuentra la salvación; ya que no se ha dado a los hombres sobre la tierra otro Nombre por el cual podamos ser salvados.
13 Al ver la seguridad de Pedro y Juan y notando que eran hombres simples y sin instrucción, se admiraban; también sabían que habían sido compañeros de Jesús 14 pero, viendo junto a ellos al hombre que había sido sanado, se quedaron sin réplica.
15 Ordenaron entonces que salieran del tribunal y se pusieron a deliberar:
16 –¿Qué hacemos con estos hombres? Han hecho un milagro evidente, todos los vecinos de Jerusalén lo saben y no podemos negarlo. 17 Pero, para que no se siga divulgando entre el pueblo, los amenazaremos para que no vuelvan a mencionar ese nombre a nadie.
18 Los llamaron y les prohibieron terminantemente hablar y enseñar en nombre de Jesús.
19 Pedro y Juan les replicaron:
–¿Juzguen ustedes si es correcto a los ojos de Dios que les obedezcamos a ustedes antes que a él? Júzguenlo. 20 Nosotros, no podemos callar lo que hemos visto y oído.
21 Repitiendo sus amenazas los dejaron en libertad, ya que no encontraban la manera de castigarlos, por temor al pueblo, que daba gloria a Dios por lo sucedido. 22 El hombre beneficiado con la señal de la sanación tenía más de cuarenta años.

Oración de la comunidad

23 Al verse libres, se reunieron con sus compañeros y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los letrados. 24 Al oírlos, íntimamente unidos a una voz oraron a Dios diciendo:
–Señor, que hiciste el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen; 25 que por boca de tu siervo David, inspirado por el Espíritu Santo, dijiste:
¿Por qué se agitan las naciones
y los pueblos planean en vano?
26 Se levantaron los reyes de la tierra
y los gobernantes se aliaron
contra el Señor y contra su Ungido.
27 De hecho, en esta ciudad, se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, Herodes y Poncio Pilato con paganos y gente de Israel, 28 para ejecutar cuanto había determinado tu mano y tu designio. 29 Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu mensaje con toda franqueza. 30 Extiende tu mano para que sucedan sanaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús.
31 Al terminar la súplica, tembló el lugar donde estaban reunidos, se llenaron de Espíritu Santo y anunciaban el mensaje de Dios con franqueza.

Comunidad de bienes

32 La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común.
33 Con gran energía daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y eran muy estimados. 34 No había entre ellos ningún necesitado, porque los que poseían campos o casas los vendían, 35 y entregaban el dinero a los apóstoles, quienes repartían a cada uno según su necesidad.
36 Un tal José, a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que significa Consolado, levita y chipriota de nacimiento, 37 poseía un campo: lo vendió, y puso el dinero a disposición de los apóstoles.

Ananías y Safira

5  1 Un tal Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una posesión, 2 se quedó con parte del dinero, llevó lo restante y lo puso a disposición de los apóstoles. 3 Pedro le dijo:
–Ananías, ¿Por qué dejaste que Satanás se adueñara de ti y mentiste al Espíritu Santo quedándote con parte del precio del campo? 4 ¿No podías conservarlo? O, si lo vendías, ¿no podías quedarte con el precio? ¿Qué te movió a proceder así? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5 Al oír estas palabras, Ananías cayó muerto y los que lo oyeron se atemorizaron. 6 Fueron unos muchachos, lo cubrieron y lo llevaron a enterrar.
7 Unas tres horas más tarde llegó su esposa sin saber lo sucedido. 8 Pedro le dirigió la palabra:
–Dime, ¿vendisteis el campo en este precio?
–Sí –contestó.
9 Pedro replicó:
–¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, los que han enterrado a tu marido están ya pisando el umbral de la puerta para llevarte también a ti.
10 Al instante cayó muerta a sus pies. Entraron los muchachos y la encontraron muerta; la sacaron y la enterraron junto a su marido.
11 Toda la Iglesia y cuantos se enteraron quedaron llenos de temor.

Tercer informe: milagros
(Lc 4,38-41; 5,12-26)

12 Los apóstoles realizaban muchas señales y milagros entre el pueblo.
Todos íntimamente unidos acudían al pórtico de Salomón; 13 pero de los extraños nadie se atrevía a juntarse con ellos aunque el pueblo los estimaba mucho. 14 Se les iba agregando un número creciente de creyentes en el Señor, hombres y mujeres; 15 y hasta sacaban los enfermos a la calle y los colocaban en catres y camillas, para que al pasar Pedro, al menos su sombra los cubriese.
16 También los vecinos de los alrededores de Jerusalén llevaban enfermos y poseídos de espíritus inmundos, y todos se sanaban.

Persecución

17 Entonces el sumo sacerdote y los suyos, es decir, el partido saduceo, llenos de celos, 18 hicieron arrestar a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública.
19 Pero de noche el ángel del Señor les abrió las puertas, los sacó de la prisión y les encargó:
20 –Vayan al templo y anuncien al pueblo este nuevo modo de vida.
21 Los apóstoles obedecieron y por la mañana muy temprano entraron al templo y se pusieron a enseñar.
Entre tanto, se presentó el sumo sacerdote con los suyos, convocaron el Consejo y a todo el senado del pueblo de Israel, y enviaron gente a la cárcel para traerlos.
22 Cuando los guardias llegaron a la prisión no los encontraron y volvieron 23 con este informe:
–Encontramos la cárcel asegurada con cerrojos, los guardias de pie junto a la puerta; abrimos y no encontramos a nadie dentro.
24 Al oír el informe, el comisario del templo y los sumos sacerdotes quedaron desconcertados, sin entender lo que había sucedido.
25 En ese momento se presentó uno y anunció:
–Los hombres que ustedes encarcelaron están en el templo instruyendo al pueblo.
26 Entonces el comisario del templo salió con sus ayudantes y trajeron a los apóstoles, pero sin violencia, porque temían que el pueblo los apedrease. 27 Los condujeron y los presentaron al Consejo.
El sumo sacerdote los interrogó:
28 –Les habíamos ordenado no enseñar mencionando ese nombre, y han llenado Jerusalén con su doctrina y quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre.
29 Pedro y los apóstoles replicaron:
–Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
30 El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien ustedes ejecutaron colgándolo de un madero. 31 A él, Dios lo ha sentado a su derecha, nombrándolo jefe y salvador, para ofrecer a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados. 32 De estos hechos, nosotros somos testigos con el Espíritu Santo que Dios concede a los que creen en él.
33 Al oír estas cosas se indignaron y, deliberaban condenarlos a muerte. 34 Entonces un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, muy estimado de todo el pueblo se levantó y ordenó que hicieran salir a los acusados. 35 Luego se dirigió a la asamblea diciendo:
–Israelitas, fíjense bien en lo que van a hacer con estos hombres. 36 Porque no hace mucho surgió Teudas que se hacía pasar por un gran personaje, y le siguieron unos cuatrocientos hombres. Lo mataron y todos sus seguidores se dispersaron y acabaron en nada. 37 Más tarde, durante el censo, surgió Judas el Galileo y arrastró mucha gente del pueblo. También él pereció y todos sus partidarios se desparramaron.
38 Por eso, ahora les aconsejo que no se metan con esos hombres, sino que los dejen en paz, porque si esta idea o esta obra que ellos intentan hacer fuera cosa de hombres, fracasará; 39 pero si es cosa de Dios, no podrán destruirlos y estarán luchando contra Dios.
Le hicieron caso, 40 llamaron a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los despidieron.
41 Ellos se marcharon del tribunal contentos de haber sido considerados dignos de sufrir desprecios por el nombre de Jesús. 42 Y no cesaban todo el día, en el templo o en casa, de enseñar y anunciar la Buena Noticia del

Mesías Jesús.
Los siete diáconos

6  1 Por entonces, al aumentar el número de los discípulos, empezaron los de lengua griega a murmurar contra los de lengua hebrea, porque sus viudas quedaban desatendidas en la distribución diaria de los alimentos.
2 Los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron:
–No es justo que nosotros descuidemos la Palabra de Dios para servir a la mesa; 3 por tanto, hermanos, elijan entre ustedes a siete hombres de buena fama, dotados de Espíritu y de prudencia, y los encargaremos de esa tarea. 4 Nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.
5 Todos aprobaron todos la propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía.
6 Los presentaron a los apóstoles, y estos después de orar les impusieron las manos.
7 El mensaje de Dios se difundía, en Jerusalén crecía mucho el número de los discípulos, y muchos sacerdotes abrazaban la fe.

Esteban detenido

8 Esteban, lleno de gracia y poder, hacía grandes milagros y señales entre el pueblo.
9 Algunos miembros de la sinagoga de los Emancipados, gente de Cirene y Alejandría, de Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; 10 pero no conseguían contrarrestar la sabiduría y espíritu con que hablaba.
11 Entonces sobornaron a algunos para que declararan haberlo oído blasfemar contra Moisés y contra Dios. 12 Amotinaron al pueblo, incluidos ancianos y letrados, y llegando sorpresivamente lo arrestaron y lo condujeron al Consejo.
13 Allí presentaron testigos falsos que declararon:
–Este hombre no para de hablar contra nuestro lugar santo y contra la ley; 14 lo hemos oído afirmar que Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos dio Moisés.
15 En ese momento todos los que estaban sentados en el Consejo fijaron la vista en él y vieron que su rostro parecía el de un ángel.

Discurso de Esteban

7  1 El sumo sacerdote lo interrogó:
–¿Es eso verdad?
2 Él contestó:
–Hermanos y padres, escuchen. Cuando nuestro padre Abrahán residía en Mesopotamia, antes de trasladarse a Jarán, se le apareció el Dios de la gloria 3 y le dijo:
Sal de tu tierra y de tu parentela
y ve a la tierra que te indicaré.
4 Así que salió de Caldea y se estableció en Jarán. Al morir su padre, lo trasladó de allí a esta tierra, donde ustedes habitan ahora. 5 Pero no le dio una propiedad donde afincarse, sino que le prometió darle en posesión este país a él y a su descendencia. Cuando aún no tenía hijos, 6 Dios le habló así: Tus descendientes serán emigrantes en tierra extranjera; los esclavizarán y maltratarán cuatrocientos años. 7 Al pueblo que lo esclavice yo lo juzgaré –dijo Dios–. Después saldrán y me darán culto en este lugar. 8 Como señal de la alianza le dio la circuncisión. Y así al nacer su hijo Isaac lo circuncidó al octavo día. Isaac engendró a Jacob y Jacob a los doce patriarcas. 9 Los patriarcas, envidiosos de José, lo vendieron para que lo llevaran a Egipto; pero Dios estaba con él 10 y lo libró de todas sus desgracias. Hizo que se ganase el favor del Faraón, rey de Egipto, por su prudencia, el cual lo nombró gobernador de Egipto y de su entera corte. 11 Sobrevino una carestía en Egipto y Canaán, una época de gran escasez, de suerte que nuestros antepasados no encontraban provisiones. 12 Al enterarse Jacob de que había trigo en Egipto envió en una primera expedición a nuestros antepasados. 13 En una segunda expedición, José se dio a conocer a sus hermanos y el Faraón se enteró del origen de José. 14 José mandó llamar a Jacob su padre y a toda la familia, unas setenta y cinco personas. 15 Jacob bajó a Egipto, donde murió, lo mismo que nuestros antepasados. 16 Sus restos fueron trasladados a Siquén y depositados en el sepulcro que Abrahán había comprado por dinero a los jamoritas de Siquén. 17 Cuando se acercaba la hora de cumplirse la promesa que Dios había hecho a Abrahán, el pueblo había crecido y se había multiplicado en Egipto. 18 Subió al trono de Egipto un rey que no sabía nada de José, 19 ese rey maltrató con astucia a nuestros padres, y los obligó a abandonar a los recién nacidos para que no sobrevivieran.

La figura de Moisés

20 Era la época en que nació Moisés, el cual agradaba a Dios. Durante tres meses lo criaron en la casa paterna; 21 después lo abandonaron, y la hija del Faraón lo adoptó y educó como hijo suyo. 22 Moisés se formó en toda la cultura egipcia: era eficaz de palabra y de obra.
23 Al cumplir cuarenta años se le ocurrió ir a visitar a sus hermanos israelitas. 24 Viendo que uno era maltratado, salió en su defensa y vengó a la víctima matando al egipcio.
25 Pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios iba a salvarlos por su mano; pero ellos no lo comprendieron.
26 Al día siguiente se presentó a unos que peleaban e intentó reconciliarlos diciendo: ustedes son hermanos, ¿por qué se maltratan? 27 Pero el que estaba golpeando al otro lo rechazó diciendo: ¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro? 28 ¿Pretendes matarme como mataste ayer al egipcio?
29 Al oírlo, Moisés se escapó y se estableció en Madián, donde engendró dos hijos.
30 Pasados cuarenta años, se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, en la llama de una zarza que ardía. 31 Moisés quedó maravillado ante el espectáculo, y, cuando se acercaba para reconocerlo, se oyó la voz del Señor: 32 Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. 33 El Señor le dijo: Quítate las sandalias de los pies, que estás en lugar sagrado. 34 He visto cómo sufre mi pueblo en Egipto, he escuchado su queja y he bajado a liberarlos. Y ahora yo te envío a Egipto. 35 A este Moisés, a quien habían rechazado diciendo: ¿Quién te ha nombrado jefe y juez?, Dios lo envió como liberador por medio del ángel que se le apareció en el zarzal. 36 Él los sacó realizando milagros y señales en Egipto, en el Mar Rojo y cuarenta años en el desierto. 37 Éste es el Moisés que dijo a los israelitas: Dios suscitará de entre ustedes un profeta como yo. 38 Éste es el que en la asamblea, en el desierto, trataba con el ángel que le había hablado en el monte Sinaí a él y a nuestros padres; el que recibió palabras de vida que luego nos comunicó. 39 Nuestros padres no quisieron obedecerle, al contrario lo rechazaron y desearon volver a Egipto. 40 Y pidieron a Aarón: Fabrícanos un dios que vaya delante de nosotros, porque no sabemos qué ha sido de ese Moisés, que nos sacó de Egipto. 41 Entonces hicieron el becerro, ofrecieron sacrificios al ídolo y celebraron fiesta en honor de la obra de sus manos. 42 Así que Dios decidió entregarlos al culto de los astros del cielo, como está escrito en los libros proféticos: Casa de Israel ¿acaso ustedes me ofrecieron víctimas y sacrificios estos cuarenta años en el desierto? 43 Transportaron la tienda de Moloc y la estrella del dios Refán y las imágenes que fabricaron para adorarlas. Por eso yo los deportaré más allá de Babilonia.

El Templo

44 Nuestros padres en el desierto tenían la tienda del Testimonio, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que la fabricara, conforme al modelo que le había mostrado. 45 Nuestros padres recibieron esta tienda como herencia y, bajo el mando de Josué, la introdujeron en el país conquistado a los paganos, a los que Dios iba expulsando a su paso; y duró hasta el tiempo de David.
46 David obtuvo el favor de Dios y solicitó permiso para construir una morada al Dios de Jacob. 47 Pero tocó a Salomón construirle el templo; 48 si bien el Altísimo no habita en construcciones humanas, como dice el profeta:
49 El cielo es mi trono
y la tierra la tarima de mis pies:
¿qué casa me van a construir?
–dice el Señor–,
¿qué lugar para mi descanso?
50 ¿No ha hecho mi mano todo esto?

Invectiva final

51 ¡Ustedes, duros de cabeza, infieles de corazón, cerrados a la verdad, siempre resisten al Espíritu Santo; y son iguales a sus padres! 52 ¿Hubo algún profeta que sus padres no persiguieran? Mataron a los que profetizaban la venida del Justo, el mismo al que ahora han entregado y asesinado 53 ustedes que recibieron la ley por intermedio de ángeles y no la cumplieron.
Muerte de Esteban
54 Cuando oyeron estas cosas se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él.
55 Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la vista en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a la derecha de Dios, 56 y dijo:
–Estoy viendo el cielo abierto y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios.
57 Ellos comenzaron a gritar, se taparon los oídos y todos se arrojaron contra él, 58 lo arrastraron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo.
Los testigos habían dejado los mantos a los pies de un muchacho llamado Saulo. 59 Mientras lo apedreaban, Esteban invocó:
–Señor Jesús, recibe mi espíritu.
60 Y arrodillado, gritó con voz potente:
–Señor, no les tengas en cuenta este pecado.
Y dicho esto, murió.

8  1 Saulo estaba allí y aprobó la muerte de Estaban.

Persecución y predicación en Samaría
(cfr. Lc 21,7-19)

Aquel día se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén, de modo que todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por el territorio de Judea y Samaría. 2 Hombres piadosos sepultaron a Esteban y le ofrecieron un solemne funeral.
3 Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia, se metía en las casas, tomaba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.
4 Los dispersos recorrían el país anunciando la Buena Noticia.

Felipe

5 Felipe bajó a una ciudad de Samaría y allí proclamaba al Mesías.
6 La multitud escuchaba con atención e íntimamente unida lo que Felipe decía, porque oían y veían las señales que realizaba. 7 Espíritus inmundos salían de los poseídos dando grandes voces; muchos paralíticos y lisiados se sanaban, 8 y la ciudad rebosaba de alegría.
9 Desde hacía tiempo había en la ciudad un hombre llamado Simón que practicaba la magia, tenía impresionada a la gente de Samaría y se hacía pasar por un gran personaje.
10 Todos, del mayor al menor, le escuchaban y comentaban:
–Éste es la Fuerza de Dios, ésa que es llamada Grande.
11 Le escuchaban porque durante bastante tiempo los había tenido encantados con su magia. 12 Pero, cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba la Buena Noticia del reino de Dios y el nombre de Jesús Mesías, todos, hombres y mujeres, se bautizaron.
13 También Simón creyó y se bautizó, y seguía constantemente a Felipe, asombrado al ver los grandes milagros y señales que hacía.

Pedro y Juan

14 En Jerusalén los apóstoles se enteraron que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, y les enviaron a Pedro y Juan. 15 Éstos bajaron y rezaron para que recibieran el Espíritu Santo 16 porque todavía no había bajado sobre ninguno de ellos y sólo estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús.
17 Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

Simonía

18 Viendo Simón que, mediante la imposición de las manos de los apóstoles, se concedía el Espíritu, les ofreció dinero 19 diciendo:
–Denme también a mí ese poder de conferir el Espíritu Santo al que le imponga las manos.
20 Pedro le replicó:
–¡Maldito seas tú con tu dinero, si crees que el don de Dios se compra con dinero! 21 Este poder no es para ti ni te corresponde, porque Dios no aprueba tu actitud. 22 Arrepiéntete de tu maldad y pide que se te perdone tu error. 23 Te veo convertido en hiel amarga y atado en lazos de maldad.
24 Respondió Simón:
–Rueguen ustedes al Señor por mí, para que no me suceda nada de lo que acabas de decir.
25 Ellos, después de dar testimonio exponiendo el mensaje del Señor, se volvieron a Jerusalén, anunciando por el camino la Buena Noticia en muchos pueblos de Samaría.

Felipe y el eunuco
(cfr. Is 56,3-8)

26 El ángel del Señor dijo a Felipe:
–¡Levántate! Dirígete al sur, al camino que conduce de Jerusalén a Gaza –un camino desierto–.
27 Él se puso en camino.
Sucedió que un eunuco etíope, ministro de la reina Candaces y administrador de sus bienes, 28 volvía de una peregrinación a Jerusalén, sentado en su carroza y leyendo la profecía de Isaías.
29 El Espíritu dijo a Felipe:
–Acércate y camina junto a la carroza.
30 Felipe la alcanzó de una carrera y oyó que estaba leyendo la profecía de Isaías, y le preguntó:
–¿Entiendes lo que estás leyendo?
Contestó:
31 –¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me lo explica?
Y lo invitó a subir y sentarse junto a él. 32 El texto de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente:
Como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador, muda,
así él no abrió la boca.
33 Lo humillaron
negándole la justicia;
¿quién podrá hablar
de su descendencia
ya que su vida
es arrancada de la tierra?
34 El eunuco preguntó a Felipe:
–Dime, por favor, ¿por quién lo dice el profeta? ¿Por sí o por otro?
35 Felipe tomó la palabra y, comenzando por aquel texto, le explicó la Buena Noticia de Jesús.
36 Siguiendo camino adelante llegaron a un lugar donde había agua, y el eunuco le dijo:
–Ahí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?
37 Contestó Felipe: ¿Crees de todo corazón?
Respondió el eunuco: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
38 Mandó parar la carroza, bajaron los dos hasta el agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, de modo que el eunuco no lo vio más; y continuó su viaje muy contento.
40 Felipe apareció por Azoto, y recorriendo la región iba anunciando la Buena Noticia a todas las poblaciones hasta que llegó a Cesarea.

Conversión de Pablo

9  1 Saulo, respirando amenazas contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco autorizándolo para llevar presos a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres y mujeres. 3 Iba de camino, ya cerca de Damasco, cuando de repente lo deslumbró una luz que venía del cielo. 4 Cayó en tierra y oyó una voz que le decía:
–Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
5 Contestó:
–¿Quién eres, Señor?
Le dijo:
–Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 6 Ahora levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes hacer.
7 Los acompañantes se detuvieron mudos, porque oían la voz pero no veían a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo y, al abrir los ojos, no veía. Lo tomaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco, 9 donde estuvo tres días, ciego, sin comer ni beber.
10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. En una visión le dijo el Señor:
–¡Ananías!
Respondió:
–Aquí me tienes, Señor.
11 Y el Señor le dijo:
–Encamínate a la Calle Mayor y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso: lo encontrarás orando.
12 En una visión Saulo contemplaba a un tal Ananías que entraba y le imponía las manos y en ese momento recobraba la vista. 13 Ananías respondió:
–Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y contar todo el daño que ha hecho a los consagrados de Jerusalén. 14 Ahora está autorizado por los sumos sacerdotes para arrestar a los que invocan tu nombre.
15 Le contestó el Señor:
–Ve, que ése es mi instrumento elegido para difundir mi nombre entre paganos, reyes e israelitas. 16 Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre.
17 Salió Ananías, entró en la casa y le impuso las manos diciendo:
–Saulo, hermano, me envía el Señor Jesús, el que se te apareció cuando venías por el camino, para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.
18 Al instante se le cayeron de los ojos como unas escamas, recobró la vista, se levantó, se bautizó, 19 comió y recobró las fuerzas. Y se quedó unos días con los discípulos de Damasco.
20 Muy pronto se puso a proclamar en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios. 21 Todos los oyentes comentaban asombrados:
–¿No es éste el que perseguía en Jerusalén a los que invocan dicho nombre y ha venido acá para llevárselos presos ante los sumos sacerdotes?
22 Pero Saulo iba ganando fuerza y confundía a los judíos que vivían en Damasco, afirmando que Jesús era el Mesías. 23 Pasados bastantes días los judíos decidieron eliminarlo; 24 pero Pablo se enteró de su plan. Y, como los judíos custodiaban las puertas de la ciudad día y noche para eliminarlo, 25 una noche los discípulos lo descolgaron por el muro, escondido en una canasta.

Pablo en Jerusalén

26 Al llegar a Jerusalén, intentaba unirse a los discípulos; pero ellos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo. 27 Bernabé, haciéndose cargo de él, se lo presentó a los apóstoles y él les contó cómo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado y con qué franqueza había anunciado en Damasco el nombre de Jesús.
28 Saulo se quedó en Jerusalén, moviéndose libremente; anunciaba valientemente el nombre de Jesús, 29 conversaba y discutía con los judíos de lengua griega, pero estos tramaban su muerte. 30 Sus hermanos, al enterarse lo acompañaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso.

Sanación
(cfr. Lc 5,17-26)

31 La Iglesia entera de Judea, Galilea y Samaría gozaba de paz, se iba construyendo, vivía en el temor del Señor y crecía animada por el Espíritu Santo.
32 En uno de sus viajes bajó Pedro a visitar a los consagrados que habitaban en Lida. 33 Encontró a un tal Eneas, que llevaba ocho años en cama paralítico.
34 Pedro le dijo:
–Eneas, Jesucristo te sana. Levántate y arregla la cama. Al instante se levantó. 35 Todos los vecinos de Lida y Sarón lo vieron y se convirtieron al Señor.

Resurrección de Tabita
(cfr. Lc 8,49-56)

36 En Jafa vivía una discípula llamada Tabita –que significa gacela–: repartía muchas limosnas y hacía obras de caridad. 37 Sucedió por entonces que cayó enferma y murió. La lavaron y la colocaron en el piso superior. 38 Como Lida está cerca de Jafa, los discípulos, oyendo que Pedro se encontraba allí, enviaron dos hombres a buscarlo:
–Ven por acá sin tardanza.
39 Pedro se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron al piso de arriba. Las viudas lo rodearon y llorando le mostraban las túnicas y mantos que hacía Gacela mientras vivía con ellas.
40 Pedro hizo salir a todos, se arrodilló y rezó; después, vuelto hacia el cadáver, ordenó:
–Gacela, levántate.
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41 Él le dio la mano y la hizo levantar. Después llamó a los consagrados y a las viudas y se la presentó viva.
42 El hecho se supo en toda Jafa, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro se quedó algún tiempo en Jafa, en casa de Simón el curtidor.

Pedro y Cornelio

10  1 Vivía en Cesarea un tal Cornelio, capitán de la cohorte Itálica; 2 hombre piadoso, que veneraba a Dios con toda su familia. Hacía muchas limosnas al pueblo y oraba constantemente a Dios.
3 A eso de las tres de la tarde, vio claramente en una visión a un ángel de Dios que entraba en su habitación y le decía:
–Cornelio.
4 Él lo miró asustado y dijo:
–¿Qué quieres, Señor?
Le contestó:
–Tus oraciones y limosnas han subido a la presencia de Dios y son tenidas en cuenta. 5 Ahora envía gente a Jafa, a buscar a un tal Simón, por sobrenombre Pedro. 6 Se aloja en casa de Simón el curtidor, al lado del mar.
7 Cuando se marchó el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso y de confianza, 8 les explicó el asunto y los envió a Jafa.
9 Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar. Como era cerca del mediodía, 10 sintió apetito y quiso comer algo. Mientras se lo preparaban, cayó en éxtasis. 11 Vio el cielo abierto y un objeto como un mantel enorme, descolgado por las cuatro puntas hasta el suelo: 12 contenía toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves.
13 Y oyó una voz:
–¡Vamos, Pedro, mata y come!
14 Pedro respondió:
–De ningún modo, Señor; nunca he probado un alimento profano o impuro.
15 Por segunda vez sonó la voz:
–Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro.
16 Esto se repitió tres veces y enseguida el objeto fue elevado al cielo.
17 Mientras Pedro, desconcertado, se interrogaba sobre el significado de la visión, los enviados de Cornelio que habían preguntado por la casa de Simón, se presentaron a la puerta, 18 y preguntaron si se alojaba allí Simón, de sobrenombre Pedro. 19 Pedro seguía dándole vueltas a la visión, cuando el Espíritu le dijo:
–Mira, tres hombres preguntan por ti. 20 Levántate, baja y sin dudarlo vete con ellos, porque yo los he enviado.
21 Pedro bajó a donde estaban y les dijo:
–Soy yo el que buscan, ¿para qué vinieron?
22 Contestaron:
–El capitán Cornelio, hombre honrado que venera a Dios, apreciado por todo el pueblo judío, ha recibido de un ángel santo el encargo de llamarte y escuchar tus palabras.
23 Pedro los hizo entrar y les dio alojamiento. 24 Al día siguiente se puso en camino con ellos, acompañado de algunos hermanos de Jafa. Al otro día llegaron a Cesarea. Cornelio los estaba esperando y había reunido a sus parientes y amigos íntimos. 25 Cuando Pedro entró, Cornelio le salió al encuentro, y se arrodilló a sus pies en señal de veneración.
26 Pedro lo levantó y le dijo:
–Levántate, que yo no soy más que un hombre.
27 Conversando con él, entró y encontró a muchos reunidos, 28 entonces se dirigió a ellos diciendo:
–Ustedes saben que a cualquier judío le está prohibido juntarse o visitar a personas de otra raza. Pero Dios acaba de enseñarme que no se debe considerar profano o impuro a ningún hombre. 29 Por eso, cuando me llamaron, vine sin dudarlo. Ahora deseo saber para qué me han llamado.
30 Cornelio contestó:
–Hace tres días, a esta hora, estaba yo recitando la oración de la tarde en mi casa, cuando un hombre con un traje resplandeciente se presentó ante mí 31 y me dijo: Cornelio, tu oración y tus limosnas han sido escuchadas por Dios y son tenidas en cuenta. 32 Envía gente a Jafa y llama a Simón, por sobrenombre Pedro, que se aloja en casa de Simón el curtidor, junto al mar. 33 Enseguida te hice llamar y tú has tenido la bondad de venir. Estamos todos en presencia de Dios dispuestos a escuchar lo que el Señor te ha mandado decirnos.

En casa de Cornelio

34 Pedro tomó la palabra:
–Verdaderamente reconozco que Dios no hace diferencia entre las personas sino que, 35 acepta a quien lo respeta y practica la justicia, de cualquier nación que sea.
36 Él comunicó su palabra a los israelitas y anuncia la Buena Noticia de la paz por medio de Jesús, el Mesías, que es Señor de todos.
37 Ustedes ya conocen lo sucedido por toda la Judea, empezando por Galilea, a partir del bautismo que predicaba Juan. 38 Cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y poder: él pasó haciendo el bien y sanando a los poseídos del Diablo, porque Dios estaba con él. 39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y Jerusalén.
Ellos le dieron muerte colgándolo de un madero. 40 Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese, 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él después de su resurrección.
42 Nos encargó predicar al pueblo y atestiguar que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. 43 Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él, en su nombre reciben el perdón de los pecados.
44 Pedro no había acabado de hablar, cuando el Espíritu Santo bajó sobre todos los oyentes.
45 Los creyentes convertidos del judaísmo se asombraban al ver que el don del Espíritu Santo también se concedía a los paganos; 46 ya que los oían hablar en diversas lenguas y proclamar la grandeza de Dios.
Entonces intervino Pedro:
47 –¿Puede alguien impedir que se bauticen con agua los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?
48 Y ordenó que los bautizaran invocando el nombre de Jesucristo. Ellos le rogaron que se quedaran unos días.

Informe de Pedro en Jerusalén

11  1 Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los paganos habían aceptado la Palabra de Dios.
2 Cuando Pedro subió a Jerusalén, los judíos convertidos discutían con él 3 diciendo que había entrado en casa de incircuncisos y había comido con ellos.
4 Pedro les contó detalladamente lo sucedido:
5 –Estaba yo orando en Jafa, cuando tuve una visión en éxtasis: un objeto, como un mantel enorme, se descolgaba por las cuatro puntas desde el cielo y llegaba hasta mí. 6 Me fijé atentamente y vi cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. 7 Oí una voz que me decía: ¡Pedro, levántate, mata y come! 8 Contesté: De ningún modo, Señor, yo nunca he comido nada profano o impuro. 9 Por segunda vez me habló la voz desde el cielo: Lo que Dios declara puro tú no lo declares impuro.
10 Esto sucedió tres veces y después todo fue llevado otra vez hacia el cielo.
11 En aquel momento tres hombres enviados desde Cesarea llegaron a la casa donde me encontraba. 12 El Espíritu me ordenó ir con ellos sin dudarlo. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en casa de aquel hombre.
13 Él nos explicó que había visto en casa un ángel de pie que le decía: Envía gente a Jafa y haz venir a Simón, por sobrenombre Pedro, 14 el cual te dirá palabras que serán la salvación tuya y de tu familia.
15 Apenas empecé a hablar, cuando bajó sobre ellos el Espíritu Santo, como al principio sobre nosotros. 16 Yo me acordé de lo que había dicho el Señor: Juan bautizó con agua, ustedes serán bautizados con Espíritu Santo.
17 Ahora bien, si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor, Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
18 Al oír el relato se calmaron y dieron gloria a Dios diciendo:
–Dios también ha concedido a los paganos el arrepentimiento que conduce a la vida.

La Iglesia de Antioquía

19 Los que se habían dispersado durante la persecución ocasionada por Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, anunciando el mensaje solamente a los judíos. 20 Entre ellos había algunos chipriotas y cireneos que, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar a los griegos anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús.
21 La mano del Señor los apoyaba, de modo que un gran número creyó y se convirtió al Señor. 22 La noticia llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén, que envió a Bernabé a Antioquía.
23 Al llegar y comprobar la gracia de Dios, se alegró 24 y, como era hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo, exhortó a todos a ser fieles al Señor de todo corazón. Un buen número de personas se incorporó al Señor.
25 Bernabé marchó a Tarso en busca de Saulo, 26 y cuando lo encontró, lo condujo a Antioquía. Un año entero actuaron en aquella Iglesia instruyendo a una comunidad numerosa.
En Antioquía los discípulos fueron llamados por primera vez cristianos.
27 Por aquel tiempo bajaron unos profetas de Jerusalén a Antioquía. 28 Uno de ellos, llamado Ágabo, se alzó inspirado y predijo una gran carestía universal –que sobrevino en tiempo de Claudio–.
29 Entonces los discípulos decidieron enviar, cada cual según sus posibilidades, una ayuda a los hermanos que habitaban en Judea. 30 Y así lo hicieron enviando las limosnas a los ancianos por medio de Bernabé y Saulo.

Martirio de Santiago – Pedro encarcelado

12  1 Por aquel tiempo el rey Herodes emprendió una persecución contra algunos miembros de la Iglesia. 2 Hizo degollar a Santiago, el hermano de Juan. 3 Y, viendo que esto agradaba a los judíos, hizo arrestar a Pedro durante las fiestas de los Ázimos.
4 Lo detuvo y lo metió en la cárcel, encomendando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno. Su intención era exponerlo al pueblo pasada la Pascua.
5 Mientras Pedro estaba custodiado en la cárcel, la Iglesia rezaba fervientemente a Dios por él.
6 La noche anterior al día en que Herodes pensaba presentarlo al pueblo, Pedro dormía entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, mientras los centinelas hacían guardia ante la puerta de la cárcel.
7 De repente se presentó un ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:
–Levántate rápido.
Se le cayeron las cadenas de las manos 8 y el ángel le dijo:
–Ponte el cinturón y cálzate las sandalias.
Así lo hizo.
Luego añadió:
–Cúbrete con el manto y sígueme.
9 Salió Pedro detrás de él, sin saber si lo del ángel era real, porque le parecía que aquello era una visión.
10 Pasaron la primera guardia y la segunda, llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle, que se abrió por sí sola. Salieron y, cuando llegaron al extremo de una calle, el ángel se alejó de él.
11 Entonces Pedro, volviendo en sí, comentó:
–Ahora entiendo de veras que el Señor envió a su ángel para librarme del poder de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo judío.
12 Ya recobrado, se dirigió a casa de la madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde unos cuantos se habían reunido para orar. 13 Golpeó la puerta, y una criada llamada Rosa salió a abrir. 14 Al reconocer la voz de Pedro, de pura alegría, no le abrió, sino que corrió a anunciar que Pedro estaba ante el portal.
15 Le dijeron:
–¡Estás loca!
Pero ella insistía en que era cierto. Replicaron:
–Será su ángel.
16 Pedro seguía llamando. Le abrieron y cuando lo vieron no salían de su asombro.
17 Él hizo un gesto con la mano para que se callaran y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y añadió:
–Hagan saber esto a Santiago y a los hermanos.
Después salió y se dirigió a otro lugar.
18 Cuando se hizo de día los soldados estaban muy confundidos por lo que había pasado con Pedro. 19 Herodes lo buscó y, al no encontrarlo, interrogó a los guardias y los hizo ejecutar.
Pedro, después, bajó de Judea y se quedó en Cesarea.

Muerte de Herodes
(cfr. 2 Mac 9)

20 Herodes estaba enemistado con los habitantes de Tiro y Sidón. Ellos, de común acuerdo, se presentaron al rey, se ganaron a Blasto, camarero real, y pidieron la paz; ya que su país recibía las provisiones del territorio del rey. 21 El día convenido, Herodes, vestido con traje real se sentó en su trono y les dirigió la palabra, 22 el pueblo aclamaba:
–¡Ésta es voz de dios, no de hombre!
23 De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos.
24 La Palabra de Dios crecía y se difundía. 25 Bernabé y Saulo, acabada su misión, se volvieron de Jerusalén, llevando consigo a Juan, de sobrenombre Marcos.

Misión de Pablo y Bernabé

13  1 En la Iglesia de Antioquía había algunos profetas y doctores: Bernabé, Simeón el Negro, Lucio el Cireneo, Manajén, que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo. 2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo:
–Sepárenme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los tengo destinados.
3 Ayunaron, oraron, e imponiéndoles las manos, los despidieron.
4 Así, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, de allí navegaron a Chipre y, 5 llegados a Salamina, anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas judías. Llevaban a Juan como colaborador.
6 Atravesando la isla, llegaron a Pafos, donde encontraron a un mago y falso profeta judío que se llamaba Barjesús. 7 Estaba en el séquito del gobernador Sergio Pablo, hombre inteligente, que había llamado a Bernabé y Saulo porque deseaba escuchar la Palabra de Dios.
8 Pero se les opuso el mago Elimas, que así se traduce su nombre, que procuraba apartar al gobernador de la fe. 9 Saulo, o sea Pablo, lleno de Espíritu Santo, lo miró fijamente 10 y le dijo:
–¡Gran embustero y embaucador, hijo del Diablo y enemigo de toda justicia! ¿Cuándo acabarás de retorcer los caminos rectos de Dios? 11 Mira, te herirá la mano de Dios y quedarás una temporada ciego sin ver el sol.
Al instante lo invadió una niebla oscura y andaba a tientas buscando a alguien que le diera la mano. 12 Al ver lo sucedido, el gobernador profundamente impresionado ante la enseñanza del Señor, abrazó la fe.

En Antioquía de Pisidia

13 Navegando desde Pafos, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén. 14 Ellos continuaron desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y entrando un sábado en la sinagoga, tomaron asiento. 15 Terminada la lectura de la ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir:
–Hermanos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, pueden decirla.
16 Pablo se levantó y, pidiendo silencio con la mano, dijo:
–Israelitas y todos los que temen a Dios, escúchenme: 17 El Dios de este pueblo, el Dios de Israel eligió a nuestros padres y engrandeció al pueblo mientras residía en Egipto. Más tarde, con brazo poderoso los sacó de allí 18 y durante cuarenta años los condujo por el desierto.
19 Aniquiló a siete pueblos paganos de Canaán y entregó su territorio en heredad a Israel, 20 por cuatrocientos cincuenta años; les dio jueces hasta el profeta Samuel. 21 Entonces pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años.
22 Lo depuso y nombró rey a David, de quien dio testimonio: Encontré a David, el de Jesé, un hombre a mi gusto, que cumplirá todos mis deseos.
23 De la descendencia de David, según la promesa, sacó Dios a Jesús como salvador de Israel. 24 Antes de su llegada Juan predicó un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel.
25 Hacia el fin de su carrera mortal Juan dijo: Yo no soy el que ustedes creen; detrás de mí viene uno al que no tengo derecho a quitarle las sandalias de los pies.
26 Hermanos, descendientes de Abrahán, y todos los que temen a Dios: A ustedes se les envía este mensaje de salvación. 27 Los vecinos de Jerusalén y sus jefes no acogieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado. Pero, al juzgarlo, las cumplieron. 28 Pidieron a Pilato que lo condenara, aunque no encontraron causa para una sentencia de muerte.
29 Cuando se cumplió todo lo escrito de él lo descolgaron del madero y le dieron sepultura. 30 Pero Dios lo resucitó de la muerte 31 y se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén. Ellos son hoy sus testigos ante el pueblo.
32 Y nosotros, les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres 33 fue cumplida por él a sus descendientes, que somos nosotros, resucitando a Jesús, como está escrito en el salmo segundo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.
34 Y que lo ha resucitado para que nunca se someta a la corrupción está anunciado así: Cumpliré las santas promesas hechas a David, aquellas que no pueden fallar.
35 Y en otro lugar dice: No permitirás que tu fiel sufra la corrupción.
36 Ahora bien, David, después de haber cumplido la voluntad de Dios durante su propia generación, murió, fue sepultado y sufrió la corrupción. 37 En cambio, el que Dios resucitó no sufrió la corrupción.
38 Sépanlo, hermanos, se les anuncia el perdón de los pecados por medio de él, 39 y todo el que crea será perdonado de todo lo que no pudo perdonar la ley de Moisés.
40 ¡Tengan cuidado! Que no les suceda lo anunciado por los profetas:
41 Ustedes, los que desprecian,
llénense de estupor y ocúltense:
Porque en estos días
voy a realizar algo
que si alguien lo contara
no lo podrían creer.
42 Cuando salieron, les rogaban que siguieran exponiendo el tema el sábado siguiente. 43 Al disolverse la asamblea, muchos judíos y prosélitos devotos acompañaron a Pablo y Bernabé, quienes les hablaban e invitaban a mantenerse en el favor de Dios.
44 El sábado siguiente casi toda la población se congregó para escuchar la Palabra de Dios.
45 Pero los judíos, al ver la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con insultos las palabras de Pablo. 46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con toda franqueza:
–A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios. Pero, ya que la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos. 47 Así nos lo ha ordenado el Señor:
Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra.
48 Los paganos al oírlo se alegraron, glorificaron la Palabra de Dios y los que estaban destinados a la vida eterna, abrazaron la fe. 49 Y así la Palabra de Dios se difundió por toda la región. 50 Pero los judíos incitaron a mujeres piadosas de clase alta y a los notables de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de sus fronteras. 51 Ellos, sacudieron el polvo de sus pies en señal de protesta contra aquella gente y se marcharon a Iconio. 52 Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

En Iconio

14  1 En Iconio, Pablo y Bernabé, entraron juntos en la sinagoga judía y hablaron de tal manera que muchos judíos y griegos abrazaron la fe. 2 Los judíos no convertidos incitaron a los paganos y los pusieron en contra de los hermanos. 3 Durante una temporada se quedaron allí, y predicaban sin miedo confiados en el Señor que confirmaba su mensaje de gracia con milagros y señales que realizaba por medio de ellos.
4 La población se dividió: unos a favor de los judíos, otros a favor de los apóstoles. 5 Un grupo de paganos y judíos, con el apoyo de los jefes, se prepararon para maltratarlos y apedrearlos.
6 Al enterarse, los apóstoles escaparon a las ciudades de Licaonia, Listra, Derbe y sus alrededores. 7 Allí estuvieron anunciando la Buena Noticia.

En Listra

8 Había en Listra un hombre que tenía los pies paralizados, inválido de nacimiento, que nunca había caminado. 9 Escuchaba sentado lo que Pablo decía. Éste fijó en él la mirada y, viendo que tenía fe para salvarse, 10 le dijo en voz alta:
–Ponte derecho sobre los pies.
Él dio un salto y se puso a caminar.
11 Al ver lo que había hecho Pablo, la gente empezó a gritar en lengua licaonia:
–¡Dioses en figura de hombres han bajado hasta nosotros!
12 A Bernabé lo llamaban Zeus y a Pablo Hermes, porque era el portavoz. 13 El sacerdote del templo de Zeus, que estaba a la entrada de la ciudad, trajo toros y guirnaldas a las puertas de la ciudad e intentaba ofrecer un sacrificio con la multitud.
14 Al oírlo, los apóstoles Bernabé y Pablo se rasgaron los vestidos y se lanzaron hacia la multitud gritando:
15 –¡Amigos! ¿Qué están haciendo? Nosotros también somos hombres igual que ustedes y les predicamos que deben abandonar los ídolos para convertirse al Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen. 16 Aunque en otros tiempos, Él permitió a los paganos seguir sus caminos; 17 nunca dejó de manifestarse como bienhechor, enviándoles lluvias desde el cielo, buenas cosechas, alimentándolos y teniéndolos contentos.
18 Con estas palabras apenas lograron impedir que la multitud les ofreciera sacrificios.
19 Pero unos judíos, venidos de Antioquía e Iconio, convencieron a la gente para que apedrease a Pablo. Luego dándolo por muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. 20 Los discípulos lo rodearon, él se levantó y entró en la ciudad.

De vuelta en Antioquía

21 Al día siguiente salió con Bernabé hacia Derbe. Después de anunciar la Buena Noticia en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, 22 donde animaron a los discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que tenían que atravesar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios.
23 En cada comunidad nombraban ancianos y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor en quien habían creído.
24 Después atravesaron Pisidia, llegaron a Panfilia, 25 predicaron el mensaje en Perge, bajaron a Atalía 26 y desde allí navegaron a Antioquía, desde donde habían partido encomendados a la gracia de Dios para realizar la obra que ahora habían acabado.
27 Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que Dios había hecho por su medio y cómo había abierto a los paganos la puerta de la fe. 28 Y se quedaron una larga temporada con los discípulos.

El Concilio de Jerusalén

15  1 Algunos venidos de Judea enseñaban a los hermanos que, si no se circuncidaban según el rito de Moisés, no podían salvarse. 2 Pablo y Bernabé tuvieron una fuerte discusión con ellos; de modo que se decidió que Pablo y Bernabé con algunos más acudieran a Jerusalén, para tratar este asunto con los apóstoles y los ancianos.
3 Los enviados por la comunidad atravesaron Fenicia y Samaría, contando a los hermanos la conversión de los paganos y llenándolos de alegría.
4 Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la comunidad, los apóstoles y los ancianos, y les contaron lo que Dios había hecho por su medio. 5 Pero algunos de la secta farisea que habían abrasado la fe se levantaron y dijeron que era necesario circuncidar a los paganos convertidos y obligarlos a observar la ley de Moisés. 6 Los apóstoles y los ancianos se reunieron para examinar el asunto.
7 Luego de una agitada discusión, se levantó Pedro y les dijo:
–Hermanos, ustedes saben que desde el principio me eligió Dios entre ustedes, para que por mi medio los paganos escucharan la Buena Noticia y creyeran. 8 Dios, que conoce los corazones, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros, 9 Él no hizo ninguna distinción entre unos y otros y los purificó por medio de la fe. 10 ¿Por qué ahora, ustedes tientan a Dios imponiendo al cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar? 11 Al contrario, nosotros creemos que tanto ellos como nosotros hemos sido salvados por la gracia del Señor Jesús.
12 Toda la asamblea en silencio se dispuso a escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los milagros y señales que Dios había obrado por su medio entre los paganos. 13 Cuando se callaron, les contestó Santiago:
–Hermanos, les ruego que me escuchen. 14 Simón ha contado cómo Dios desde el principio dispuso elegir entre los pueblos paganos un pueblo consagrado a su nombre. 15 Eso concuerda con lo que anunciaron los profetas, como está escrito:
16 De nuevo reconstruiré
la choza caída de David,
la reconstruiré levantando sus ruinas,
17 para que el resto de los hombres
busque al Señor,
lo mismo que todas las naciones
que llevan mi nombre –dice el Señor–,
18 que da a conocer todo esto
desde antiguo.
19 Por tanto pienso que no hay que poner obstáculos a los paganos que se conviertan a Dios. 20 Basta encargarles que se abstengan de contaminarse con los ídolos, de las uniones ilegales y de comer carne de animales estrangulados o sangre. 21 Ya que Moisés tiene desde antiguo en cada población predicadores que lo leen los sábados en las sinagogas.
22 Entonces los apóstoles, los ancianos y la comunidad entera decidieron escoger algunos dirigentes de los hermanos, para enviarlos con Pablo, Bernabé, Judas, por sobrenombre Barsabás, y Silas a Antioquía.
23 Les dieron una carta autógrafa que decía:
–Los hermanos apóstoles y ancianos saludan a los hermanos convertidos del paganismo de Antioquía, Siria y Cilicia: 24 Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin nuestra autorización, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto. 25 Por eso hemos decidido de común acuerdo elegir unos delegados y enviárselos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, 26 hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. 27 Por eso les enviamos a Judas y Silas, que les explicarán esto de palabra.
28 Es decisión del Espíritu Santo y nuestra no imponerles ninguna carga más que estas cosas indispensables: 29 absténganse de alimentos ofrecidos a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de relaciones sexuales prohibidas. Harán bien si se privan de estas cosas. Adiós.
30 Ellos se despidieron, bajaron a Antioquía, reunieron a la comunidad y les entregaron la carta. 31 Cuando la leyeron, se alegraron por los ánimos que les daba. 32 Judas y Silas, que también eran profetas, animaron y confirmaron a los hermanos.
33 Pasada una temporada, se despidieron de los hermanos con la paz y se volvieron a los que los habían enviado. 34 [[Pero a Silas le pareció bien quedarse allí.]]
35 Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, donde con otros muchos, enseñaban y anunciaban la Palabra de Dios.

Pablo y Bernabé se separan

36 Pasados unos días Pablo dijo a Bernabé:
–Volvamos a visitar a los hermanos de cada población donde hemos anunciado la Palabra del Señor, a ver cómo se encuentran.
37 Bernabé quería llevar consigo a Juan, de sobrenombre Marcos. 38 Pablo juzgaba que no debían llevar consigo a uno que los había abandonado en Panfilia y no los había acompañado en la tarea. 39 La discusión resultó tan violenta que se separaron, y Bernabé, tomando a Marcos, se embarcó para Chipre. 40 Pablo eligió a Silas y partió, encomendado al favor del Señor por los hermanos. 41 Atravesó Siria y Cilicia confirmando a las Iglesias.

Timoteo acompaña a Pablo y Silas

16  1 Así llegó a Derbe y Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de madre judía convertida y de padre griego, 2 muy estimado por los hermanos de Listra e Iconio. 3 Pablo quería llevarlo consigo; así que lo circuncidó, en consideración a los judíos que habitaban por allí, porque todos sabían que su padre era griego.
4 Al atravesar las poblaciones, les encargaban que observaran las normas establecidas por los apóstoles y los ancianos de Jerusalén. 5 Las Iglesias se robustecían en la fe y crecían en número cada día.
6 Como el Espíritu Santo no les permitía predicar el mensaje en Asia, atravesaron Frigia y Galacia. 7 Llegados a Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús se lo impidió. 8 Así que dejaron Misia y bajaron hasta Tróade.

Visión de Pablo

9 Una noche Pablo tuvo una visión: un macedonio estaba de pie y le suplicaba: Ven a Macedonia a ayudarnos. 10 Apenas tuvo esa visión, intentamos ir a Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba a anunciarles la Buena Noticia. 11 Nos embarcamos en Tróade llegamos rápidamente a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; 12 de allí a Filipos, la primera ciudad de la provincia de Macedonia, colonia romana. Nos quedamos unos días en aquella ciudad.
13 Un sábado salimos por la puerta de la ciudad a la ribera de un río, donde pensábamos que habría un lugar para orar. Nos sentamos y nos pusimos a conversar con unas mujeres. 14 Nos escuchaba una mujer llamada Lidia, comerciante en púrpura en Tiatira y persona devota. El Señor le abrió el corazón para que prestara atención al discurso de Pablo. 15 Se bautizó con toda su familia y nos rogaba:
–Si me tienen por creyente en el Señor, vengan a hospedarse a mi casa.
Y les insistía.

Presos y liberados

16 Una vez que nos dirigíamos a la oración nos salió al encuentro una muchacha que tenía poderes de adivina y daba muchas ganancias a sus patrones adivinando la suerte. 17 Caminando detrás de Pablo y de nosotros gritaba:
–Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y nos predican el camino de la salvación.
18 Esto lo hizo muchos días, hasta que Pablo, cansado, se volvió y dijo al espíritu:
–En nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella.
Inmediatamente salió de ella. 19 Viendo sus dueños que se les había escapado la esperanza de negocio, tomaron a Pablo y Silas, los arrastraron hasta la plaza, ante las autoridades, 20 y, presentándolos a los magistrados, dijeron:
–Estos hombres están perturbando nuestra ciudad; son judíos 21 y predican unas costumbres que nosotros, romanos, no podemos aceptar ni practicar.
22 La gente se reunió contra ellos y los magistrados ordenaron que los desnudaran y los azotaran. 23 Después de una buena paliza, los metieron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. 24 Recibido el encargo, los metió en el último calabozo y les sujetó los pies al cepo. 25 A media noche Pablo y Silas recitaban un himno a Dios, mientras los demás presos escuchaban. 26 De repente sobrevino un terremoto que sacudió los cimientos de la prisión. En ese instante se abrieron todas las puertas y se les soltaron las cadenas a los prisioneros. 27 El carcelero se despertó, y al ver las puertas abiertas, empuñó la espada para matarse, creyendo que se habían escapado los presos. 28 Pero Pablo le gritó muy fuerte:
–¡No te hagas daño, que estamos todos aquí!
29 El carcelero pidió una antorcha, temblando corrió adentro y se echó a los pies de Pablo y Silas.
30 Los sacó afuera y les dijo:
–Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?
31 Ellos le contestaron:
–Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú con tu familia.
32 Enseguida le anunciaron a él y a toda la familia el mensaje del Señor. 33 Todavía de noche se los llevó, les lavó las heridas y se bautizó con toda su familia. 34 Después los llevó a su casa, les ofreció una comida y festejó con toda la casa el haber creído en Dios.
35 Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron a los inspectores para que soltaran a aquellos hombres. 36 El carcelero informó del asunto a Pablo:
–Los magistrados han mandado que los deje en libertad; por tanto, váyanse en paz.
37 Pablo replicó:
–De modo que a nosotros, ciudadanos romanos, nos han azotado en público y sin juicio, nos han metido en la cárcel, ¿y ahora nos echan a ocultas? De ningún modo. Que vengan ellos y nos hagan salir.
38 Los inspectores lo comunicaron a los magistrados, los cuales se asustaron al oír que eran ciudadanos romanos. 39 Acudieron, se excusaron, los hicieron salir y les rogaron que se marcharan de la ciudad. 40 Al salir de la cárcel se dirigieron a casa de Lidia, saludaron, animaron a los hermanos y se marcharon.

En Tesalónica

17  1 Atravesando Anfípolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga judía. 2 Según costumbre, Pablo se dirigió a ella y, durante tres sábados, discutió con ellos, citando la Escritura, 3 explicándola y mostrando que el Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día, y que ese Jesús que les anunciaba era el Mesías.
4 Algunos de ellos se convencieron y se unieron a Pablo y Silas; también lo hicieron gran número de gente de nacionalidad griega que habían aceptado la fe de los judíos y no pocas mujeres influyentes.
5 Llenos de envidia, los judíos reclutaron algunos maleantes del arroyo, promovieron un alboroto y perturbaron el orden de la ciudad. Luego se presentaron en casa de Jasón con la intención de hacer comparecer a Pablo y Silas ante la asamblea del pueblo.
6 Al no encontrarlos, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos a la presencia de los magistrados.
Y gritaron:
–Éstos, que han revolucionado el mundo, se han presentado también aquí y 7 Jasón los ha recibido en su casa. Todos éstos actúan contra los edictos del emperador y afirman que hay otro rey, llamado Jesús.
8 Al oírlo, la multitud y los magistrados se asustaron, 9 exigieron una fianza a Jasón y los soltaron.

En Berea

10 Enseguida, de noche, los hermanos enviaron a Pablo y Silas a Berea. Cuando llegaron, se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11 Éstos eran más tolerantes que los de Tesalónica; recibieron con interés el mensaje y todos los días analizaban la Escritura para ver si era cierto. 12 Muchos de ellos abrazaron la fe, lo mismo que algunas mujeres nobles y no pocos hombres griegos.
13 Cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo había anunciado el mensaje de Dios en Berea, fueron allá para incitar y amotinar a la multitud.
14 Sin tardanza, los hermanos hicieron bajar a Pablo hasta la costa, mientras Silas y Timoteo se quedaban atrás. 15 Los que escoltaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas; después volvieron con instrucciones para que Silas y Timoteo se reunieran con él cuanto antes.
En Atenas

16 Mientras los esperaba en Atenas, Pablo se indignaba al observar la idolatría de la ciudad. 17 En la sinagoga discutía con judíos y con los que temen a Dios; en la plaza pública hablaba a los que pasaban por allí.
18 Algunos de las escuelas filosóficas de epicúreos y estoicos entablaban conversación con él; otros comentaban:
–¿Qué querrá decir este charlatán?
Otros decían:
–Parece un propagandista de divinidades extranjeras.
Porque anunciaba a Jesús y la resurrección. 19 Lo llevaron al Areópago y le preguntaron:
–¿Podemos saber en qué consiste esa nueva doctrina que expones? 20 Dices cosas que nos suenan extrañas y queremos saber lo que significan. 21 Porque todos los atenienses y los extranjeros que residen allí no tienen mejor pasatiempo que contar y escuchar novedades.

En el Areópago

22 Pablo se puso en pie en medio del Areópago y habló así:
–Atenienses, veo que son hombres sumamente religiosos. 23 Cuando estaba paseando y observando sus lugares de culto, encontré un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Ahora bien, yo vengo a anunciarles al que adoran sin conocer.
24 Es el Dios que hizo cielo y tierra y todo lo que hay en él. El que es Señor de cielo y tierra no habita en templos construidos por hombres 25 ni pide que le sirvan manos humanas, como si necesitase algo. Porque él da vida y aliento y todo a todos.
26 De uno solo formó toda la raza humana, para que poblase la superficie entera de la tierra. Él definió las etapas de la historia y las fronteras de los países.
27 Hizo que buscaran a Dios y que lo encontraran aun a tientas. Porque no está lejos de ninguno de nosotros, ya que 28 en él vivimos, y nos movemos y existimos, como dijeron algunos de los poetas de ustedes: porque somos también de su raza.
29 Por tanto, si somos de raza divina, no debemos pensar que Dios es semejante a la plata o el oro o la piedra modelados por la creatividad y la artesanía del hombre.
30 Ahora bien, Dios, pasando por alto la época de la ignorancia, manda ahora a todos los hombres en todas partes a que se arrepientan; 31 porque ha señalado una fecha para juzgar con justicia al mundo por medio de un hombre que él designó para esto. Y a este hombre lo ha acreditado ante todos resucitándolo de la muerte.
32 Al oír lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, otros decían:
–En otra ocasión te escucharemos sobre este asunto.
33 Y así Pablo abandonó la asamblea.
34 Algunos se juntaron a él y abrazaron la fe; entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más.

En Corinto

18  1 Pablo salió de Atenas y se dirigió a Corinto. 2 Allí encontró a un judío llamado Áquila, natural del Ponto, y a su mujer Priscila, que habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había expulsado de Roma a todos los judíos. Pablo fue a verlos y, 3 como eran del mismo oficio, se alojó en su casa para trabajar: eran fabricantes de tiendas de campaña. 4 Todos los sábados Pablo discutía en la sinagoga, intentando convencer a judíos y paganos. 5 Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó a predicar, afirmando ante los judíos que Jesús era el Mesías. 6 Pero, como se oponían y lo injuriaban, se sacudió el polvo de la ropa y dijo:
–Ustedes son responsables de su sangre, yo soy inocente: en adelante me dirigiré a los paganos.
7 Saliendo de allí se dirigió a casa de un hombre religioso, llamado Ticio Justo, que vivía junto a la sinagoga. 8 Crispo, jefe de la sinagoga, con toda su familia, creyó en el Señor y también muchos corintios que lo habían escuchado creyeron y se bautizaron. 9 En una visión nocturna el Señor dijo a Pablo:
–No temas, sigue hablando y no te calles, 10 que yo estoy contigo y nadie podrá hacerte daño, porque en esta ciudad tengo yo un pueblo numeroso.
11 Pablo se quedó allí un año y medio enseñándoles el mensaje de Dios.
12 Siendo Galión gobernador de Acaya, los judíos de común acuerdo se enfrentaron con Pablo y lo condujeron al tribunal, 13 acusándolo de inducir a la gente a ofrecer a Dios un culto contrario a la ley.
14 Pablo estaba por hablar, cuando Galión se dirigió a los judíos:
–Si se tratara de algún delito o de una acción criminal, yo los atendería como es debido. 15 Pero como se trata de discusiones sobre palabras y nombres y sobre la ley judía, arréglense ustedes. No quiero ser juez de esos asuntos.
16 Y los despidió del tribunal. 17 Entonces [los griegos] tomaron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal, mientras Galión se desentendía de todo. 18 Pablo se quedó allí bastante tiempo. Después se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria en compañía de Priscila y Áquila. En Cencreas se afeitó la cabeza en cumplimiento de un voto.

Hacia Antioquia

19 Llegaron a Éfeso, donde Pablo se separó de sus compañeros y se dirigió a la sinagoga para discutir con los judíos.
20 Aunque le rogaban que se quedase más tiempo, no accedió, 21 sino que se despidió diciendo:
–Si Dios quiere, volveré a visitarlos.
Zarpó de Éfeso 22 y bajó a Cesarea; allí desembarcó para saludar a la comunidad, y prosiguió el viaje hasta Antioquía. 23 Pasada una temporada partió y fue atravesando Galacia y Frigia, confirmando a todos los discípulos.

Apolo en Éfeso

24 Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y versado en la Escritura. 25 Lo habían instruido en el camino del Señor, y lleno de fervor hablaba y explicaba exactamente lo concerniente a Jesús, aunque conocía sólo el bautismo de Juan. 26 Empezó a actuar abiertamente en la sinagoga.
Lo escucharon Priscila y Áquila; se lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios. 27 Y como se disponía a marchar a Acaya, los hermanos los animaron y escribieron a los discípulos para que lo recibieran de la mejor manera posible.
Al llegar prestó un gran servicio a los que habían recibido la gracia de la fe, 28 porque refutaba vigorosamente y en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús era el Mesías.

Pablo en Éfeso

19  1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo viajaba por el interior hasta llegar a Éfeso. Allí encontró unos discípulos 2 y les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo después de abrazar la fe. Le respondieron:
–Ni sabíamos que había Espíritu Santo.
3 Les preguntó:
–Entonces, ¿qué bautismo han recibido?
Contestaron:
–El bautismo de Juan.
4 Pablo replicó:
–Juan predicó un bautismo de arrepentimiento, encargando al pueblo que creyera en el que venía detrás de él, o sea, en Jesús.
5 Al oírlo, se bautizaron invocando el nombre del Señor Jesús. 6 Pablo les impuso las manos y vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en distintas lenguas y a profetizar. 7 Eran doce varones.
8 Después entró en la sinagoga, y durante tres meses habló abiertamente, discutiendo de modo convincente sobre el reino de Dios.
9 Pero, como algunos se endurecían y se negaban a creer y difamaban el Camino ante la gente, Pablo se apartó de ellos, llevó consigo a los discípulos y siguió discutiendo diariamente en la escuela de un tal Tirano.
10 Esto duró dos años, de modo que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, escucharon la Palabra del Señor.

Los exorcistas

11 Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo; 12 hasta el punto de que aplicaban a los enfermos paños o pañuelos que él había tocado, y les desaparecía la enfermedad y también salían de ellos los espíritus malignos.
13 Unos exorcistas ambulantes judíos intentaron invocar sobre los poseídos de espíritus malignos el nombre de Jesús con la fórmula: Yo los conjuro por el Jesús que Pablo predica. 14 Un sumo sacerdote judío, llamado Escevas, tenía siete hijos que hacían eso.
15 Pero el espíritu maligno les dijo:
–A Jesús lo conozco, Pablo sé quién es; pero ustedes, ¿quiénes son?
16 El hombre poseído por el espíritu maligno se abalanzó sobre ellos y los dominó por la fuerza, así que tuvieron que escapar desnudos y malheridos de aquella casa.
17 Lo supieron los vecinos de Éfeso, judíos y griegos, y todos se llenaron de temor. El nombre del Señor Jesús ganaba prestigio. 18 Muchos que abrazaban la fe venían a confesar públicamente sus prácticas. 19 No pocos, que habían practicado la magia, traían sus libros y los quemaban en presencia de todos. Calculando el precio de aquellos libros, resultó ser de cincuenta mil monedas de plata.
20 Así, por el poder del Señor, el mensaje crecía y se fortalecía.

Motín de los plateros

21 Terminada toda esa tarea, Pablo se propuso ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya; él decía que, después de estar allí, tenía que visitar Roma. 22 Envió a Macedonia a dos de sus asistentes, Timoteo y Erasto, y él se quedó una temporada en Asia.
23 Por entonces sobrevino una gran crisis a causa del Camino del Señor.
24 Un tal Demetrio, platero, fabricaba en plata reproducciones del templo de Artemisa y proporcionaba buenas ganancias a los artesanos. 25 Los reunió con todos los del gremio y les dirigió la palabra:
–Compañeros, ustedes saben que nuestra prosperidad depende de esta actividad. 26 Pero ahora ustedes ven y oyen que ese Pablo, no sólo en Éfeso, sino en Asia entera, está ganando con su propaganda mucha gente, diciendo que los dioses que se fabrican con manos humanas, no son dioses. 27 Con lo cual no sólo está en peligro de descrédito nuestra profesión, sino que el templo de la gran diosa Artemisa, venerada en toda Asia y en el mundo entero, va a perder toda su grandeza.
28 Al oírlo se enfurecieron y se pusieron a gritar:
–¡Viva la gran Artemisa de Éfeso!
29 Se produjo un gran tumulto en la ciudad y todos se precipitaron hacia el teatro, arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, macedonios compañeros de Pablo.
30 Pablo intentaba acudir a la asamblea, pero los discípulos no se lo permitieron. 31 Algunas autoridades de Asia, amigos suyos, le enviaron un mensaje aconsejándole que no acudiera al teatro.
32 Entretanto, cada uno gritaba una cosa, había una gran confusión en la asamblea y muchos de la concurrencia ni siquiera sabían la causa. 33 Algunos de la multitud explicaron el asunto a Alejandro, a quien los judíos habían empujado al frente de todos. Éste, haciendo un gesto con la mano, intentaba dar una explicación a la asamblea.
34 Pero, al reconocer que era judío, todos se pusieron a gritar durante dos horas:
–¡Viva la gran Artemisa de Éfeso!
35 El secretario logró calmar a la multitud y les habló:
–Efesios, ¿hay alguien que no sepa que Éfeso custodia el templo de la gran Artemisa y su imagen caída del cielo? 36 Como eso es indiscutible, lo importante es que conserven la calma y no obren con precipitación. 37 Han traído a esos hombres, que ni son sacrílegos ni han insultado a nuestra diosa. 38 Si Demetrio y sus artesanos tienen alguna queja contra alguien, ahí están los jueces y prefectos: que allí resuelvan su pleito. 39 Si se trata de un asunto más grave, podrá resolverlo la asamblea legal. 40 De hecho, corremos peligro de ser acusados de agitadores por el tumulto de hoy ya que no tenemos motivo que justifique tal alboroto.
Con estas palabras disolvió la asamblea.

Viajes, visitas y despedidas

20  1 Cuando se calmó el tumulto, Pablo mandó llamar a los discípulos, los animó, se despidió y emprendió el viaje hacia Macedonia.
2 Atravesó aquella región animando a los hermanos con muchos discursos, hasta que llegó a Grecia. 3 Allí se detuvo tres meses y, cuando se disponía a embarcarse para Siria, se enteró que los judíos habían hecho planes contra él, de modo que decidió volver por tierra atravesando Macedonia. 4 Lo acompañaron [hasta Asia] Sópatro, hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo de Tesalónica; Gayo de Derbe y Timoteo; Tíquico y Trófimo de Asia.
5 Éstos se adelantaron y nos esperaban en Tróade.
6 Pasada la semana de los Ázimos zarpamos nosotros de Filipos y a los cinco días los alcanzamos en Tróade, donde nos quedamos siete días.
7 Un domingo que nos reunimos para la fracción del pan, Pablo, que debía partir al día siguiente, se puso a hablar y prolongó el discurso hasta media noche. 8 Había bastantes lámparas en el piso superior donde estábamos reunidos.
9 Un muchacho, llamado Eutico, estaba sentado en el borde de la ventana. Mientras Pablo hablaba y hablaba, a Eutico lo fue venciendo el sueño, hasta que, vencido por completo, se cayó del tercer piso al suelo, donde lo recogieron muerto.
10 Pablo bajó, se echó sobre él, lo abrazó y dijo:
–No se asusten, que aún está vivo.
11 Después subió, partió el pan y comió. Estuvo conversando, hasta la aurora y entonces se marchó. 12 En cuanto al muchacho lo llevaron vivo y todos se sintieron muy consolados.
13 Nosotros nos dirigimos al barco y zarpamos para Aso, donde debíamos recoger a Pablo. Eso era lo convenido, ya que él hacía el viaje a pie. 14 Cuando nos alcanzó en Aso, se embarcó con nosotros y nos dirigimos a Mitilene.
15 Zarpamos de allí y al día siguiente llegamos frente a Quíos, al otro día pasamos Samos y al siguiente llegamos a Mileto.
16 Pablo tenía decidido pasar de largo por Éfeso, para no retrasarse tanto en Asia. Porque, si era posible, quería estar en Jerusalén el día de Pentecostés.

Despedida de los efesios

17 Desde Mileto envió un mensaje a Éfeso convocando a los ancianos de la comunidad.
18 Cuando llegaron les dijo:
–Ya saben cómo me he comportado siempre con ustedes desde el primer día que pisé Asia. 19 He servido al Señor con toda humildad, con lágrimas y en todas las pruebas que me han causado las intrigas de los judíos. 20 No he dejado de hacer todo lo que pudiera ser útil: les prediqué y les enseñé tanto en público como en sus casas. 21 A judíos y griegos les he inculcado el arrepentimiento frente a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús.
22 Ahora, encadenado por el Espíritu, me dirijo a Jerusalén sin saber lo que allí me sucederá. 23 Sólo sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me asegura que me esperan cadenas y persecuciones. 24 Pero poco me importa la vida, con tal de completar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús: anunciar la Buena Noticia de la gracia de Dios.
25 Ahora sé que ustedes, cuyo territorio he atravesado proclamando el reino, no volverán a verme. 26 Por eso hoy declaro que no soy responsable de la muerte de ninguno, 27 porque nunca dejé de anunciar plenamente el designio de Dios.
28 Cuídense ustedes y cuiden a todo el rebaño que el Espíritu Santo les encomendó como a pastores de la Iglesia de Dios, que Él adquirió pagando con su sangre.
29 Sé que después de mi partida se meterán entre ustedes lobos rapaces que no respetarán el rebaño. 30 Incluso de entre ustedes saldrán algunos que dirán cosas equivocadas para arrastrar tras de sí a los discípulos.
31 Por tanto, estén atentos y recuerden que durante tres años no he cesado de aconsejarlos con lágrimas ni de día ni de noche. 32 Ahora los encomiendo al Señor y al mensaje de su gracia, que tiene poder para hacerlos crecer y otorgar la herencia a todos los consagrados.
33 No he codiciado la plata ni el oro ni los vestidos de nadie. 34 Ustedes saben que con mis manos he atendido a las necesidades mías y de mis compañeros. 35 Les he enseñado siempre que, trabajando así, hay que ayudar a los débiles, recordando el dicho del Señor Jesús: más vale dar que recibir.
36 Dicho esto, se arrodilló con todos y oró. 37 Todos se pusieron a llorar; lo abrazaban y lo besaban afectuosamente, 38 entristecidos sobre todo por lo que había dicho, que no volverían a verlo.
Después lo acompañaron hasta el barco.

Viaje a Jerusalén

21  1 Nos separamos de ellos, zarpamos y navegamos directamente a Cos, al día siguiente hasta Rodas y desde allí hasta Pátara. 2 Encontrando un barco que cruzaba hacia Fenicia, nos embarcamos y zarpamos. 3 Avistando Chipre y dejándola a nuestra izquierda, navegamos hacia Siria y llegamos a Tiro, donde la nave tenía que descargar. 4 Encontramos a los discípulos y nos detuvimos allí siete días. Algunos, movidos por el Espíritu, aconsejaban a Pablo que no subiera a Jerusalén. 5 Cuando se cumplió nuestro plazo, salimos para continuar el viaje. Todos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta fuera de la ciudad. Nos arrodillamos en la playa y oramos. 6 Después nos despedimos mutuamente, embarcamos y ellos se volvieron a casa. 7 Desde Tiro atravesamos hasta llegar a Tolemaida. Saludamos a los hermanos y nos quedamos con ellos un día. 8 Al día siguiente salimos y llegamos a Cesarea; entramos en casa de Felipe, uno de los siete evangelistas, y nos hospedamos con él. 9 Tenía éste cuatro hijas solteras profetisas. 10 Tras varios días de estadía, bajó de Judea un profeta llamado Ágabo. 11 Se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo y se ató con él de manos y pies, y dijo:
–Esto dice el Espíritu Santo: Al dueño de este cinturón los judíos lo atarán en Jerusalén y lo entregarán a los paganos.
12 Al oírlo, nosotros y los vecinos del lugar le suplicábamos a Pablo que no subiera a Jerusalén.
13 Pero Pablo respondió:
–¿Qué hacen llorando y ablandándome el corazón? Por el nombre del Señor Jesús yo estoy dispuesto a ser encadenado y a morir en Jerusalén.
14 Como no podíamos convencerlo, nos tranquilizamos diciendo: Que se cumpla la voluntad del Señor. 15 Pasados aquellos días hicimos los preparativos y emprendimos la subida hacia Jerusalén. 16 Algunos discípulos de Cesarea nos acompañaron hasta la casa de un viejo discípulo, Nasón de Chipre, que nos dio alojamiento.

En Jerusalén

17 Al llegar a Jerusalén, los hermanos nos recibieron contentos.
18 Al día siguiente fuimos con Pablo a visitar a Santiago; se presentaron los ancianos en pleno.
19 Después de saludarlos, les expuso detalladamente todo lo que Dios había realizado por su medio entre los paganos.
20 Al oírlo, dieron gloria a Dios y dijeron a Pablo:
–Ya ves, hermano, cuántas decenas de miles de judíos se han convertido a la fe, y todos son observantes de la ley. 21 Corre el rumor de que a los judíos que viven entre paganos les enseñas a abandonar la ley de Moisés y les dices que no circunciden a sus hijos ni sigan nuestras costumbres. 22 ¿Qué hacer? Seguro que se enterarán de que has llegado; 23 sigue nuestro consejo: hay entre nosotros cuatro hombres que han hecho un voto. 24 Acude a purificarte con ellos y paga los gastos para que se afeiten la cabeza; así sabrán todos que los rumores que corren acerca de ti no tienen fundamento y que eres un judío observante de la ley. 25 A los paganos convertidos a la fe les hemos comunicado nuestros decretos: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de las relaciones sexuales prohibidas.
26 Al día siguiente Pablo tomó consigo a aquellos hombres, se purificó con ellos y fue al templo para avisar de la fecha en que terminaría la purificación y se llevaría la ofrenda por cada uno de ellos.

Arrestado en el templo

27 Cuando se iban a cumplir los siete días, los judíos de Asia, viéndolo en el templo, alborotaron a la gente y se apoderaron de él 28 gritando:
–¡Auxilio, israelitas! Éste es el hombre que enseña a todo el mundo y en todas partes una doctrina contraria al pueblo, a la ley y al lugar sagrado. Ahora acaba de introducir a unos griegos en el templo profanando este santo lugar.
29 Decían esto porque poco antes lo habían visto con Trófimo el efesio y pensaban que Pablo lo había introducido en el templo. 30 La ciudad entera se conmovió y todo el pueblo acudió corriendo. Tomaron a Pablo, lo arrastraron fuera del templo y cerraron las puertas.
31 Cuando intentaban darle muerte, llegó al comandante de la cohorte la noticia de que toda Jerusalén estaba amotinada. 32 Reunió soldados y centuriones y acudió a toda prisa.
Ellos, al ver al comandante con los soldados, dejaron de golpear a Pablo. 33 Entonces el comandante detuvo a Pablo, lo mandó atar con dos cadenas y luego preguntó quién era y qué había hecho.
34 Todos gritaban al mismo tiempo. No pudiendo averiguar la verdad, a causa del tumulto, el comandante mandó que lo condujeran a la fortaleza.
35 Cuando llegaron a la escalinata, los soldados tuvieron que alzarlo para evitar la violencia de la multitud. 36 Porque el pueblo en masa los seguía gritando:
–¡Muera!
37 Cuando lo iban a introducir en la fortaleza, Pablo dice al comandante:
–¿Puedo decirte una palabra?
Le contestó:
–¿Cómo? ¿sabes hablar griego? 38 ¿No eres tú el egipcio que hace unos días provocó un motín y llevó al desierto a cuatro mil terroristas?
39 Respondió Pablo:
–Yo soy judío de Tarso, ciudadano de una ciudad nada despreciable. Te pido permiso para dirigir la palabra al pueblo.
40 Se lo concedió, y Pablo, de pie sobre la escalinata, hizo un gesto con la mano hacia el pueblo.
Se hizo un silencio profundo y Pablo les habló en hebreo:

Discurso de Pablo

22  1 –Hermanos y padres, escuchen mi defensa.
2 Al oír que les hablaba en hebreo, se estuvieron más quietos.
Él dijo:
3 –Soy judío, natural de Tarso de Cilicia, aunque educado en esta ciudad, instruido con toda exactitud en la ley de nuestros antepasados, a los pies de Gamaliel, entusiasta de Dios como lo son todos ustedes actualmente. 4 Yo perseguí a muerte a quienes seguían ese Camino, arrestando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, 5 como pueden atestiguarlo el sumo sacerdote y el senado en pleno. De ellos recibí carta para los hermanos y me puse en camino hacia Damasco para arrestar a los de allí y conducirlos a Jerusalén para que fuesen castigados.
6 Yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, de repente una luz celeste, intensa, resplandeció en torno a mí. 7 Caí en tierra y escuché una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 8 Contesté: ¿Quién eres, Señor? Contestó la voz: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues. 9 Los acompañantes veían la luz, pero no oían la voz del que hablaba conmigo. 10 Yo le dije: ¿Qué debo hacer, Señor? Contestó el Señor: Levántate y ve a Damasco; allí te dirán lo que debes hacer. 11 Como no veía, deslumbrado por el brillo de aquella luz, los acompañantes me llevaron de la mano y así llegué a Damasco. 12 Un tal Ananías, hombre piadoso y observante de la ley, de buena reputación entre todos los judíos de la ciudad, 13 vino a visitarme, se presentó y me dijo: Hermano Saulo, recobra la vista. En aquel momento pude verlo a él. 14 Me dijo: El Dios de nuestros padres te ha destinado a conocer su designio, a ver al Justo y a escuchar directamente su voz; 15 porque serás su testigo ante todo el mundo de lo que has visto y oído. 16 Por tanto no tardes: bautízate y lávate de los pecados invocando su nombre.
17 Cuando volví a Jerusalén, estando en oración en el templo, caí en éxtasis 18 y vi al Señor que me decía: Sal pronto de Jerusalén, porque no van a aceptar tu testimonio acerca de mí. 19 Repliqué: Señor, ellos saben que yo arrestaba a los que creían en ti y los azotaba en las sinagogas. 20 También que, cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba allí, aprobando y guardando la ropa de los que lo mataban. 21 Él me dijo: Ve, que yo te envío a pueblos lejanos.
22 Hasta ese punto habían estado escuchando, después alzaron la voz diciendo:
–Elimina a ese hombre; no puede seguir viviendo.
23 Como seguían gritando y rasgándose los vestidos y echando polvo al aire, 24 el comandante mandó que lo introdujeran en la fortaleza y lo interrogasen a latigazos para averiguar por qué motivo clamaban contra él. 25 Cuando lo sujetaban con las correas, Pablo dijo al centurión allí presente:
 –¿Les está permitido azotar sin proceso a un ciudadano romano?
26 Al oírlo, el centurión fue a avisar al comandante:
–¿Qué vas a hacer? Ese hombre es romano.
27 El comandante se acercó y le preguntó:
–Dime, ¿eres romano?
Contestó:
–Sí.
28 Repuso el comandante:
–Yo he comprado la ciudadanía por una buena suma.
Pablo dijo:
–Yo la poseo de nacimiento.
29 Inmediatamente se apartaron de él los que lo iban a interrogar. El comandante se asustó al saber que lo tenía arrestado siendo romano. 30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza las acusaciones que le hacían los judíos, lo soltó y mandó reunirse a los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno. Después hizo bajar a Pablo y se lo presentó.

Ante el Consejo

23  1 Pablo fijó la vista en el Consejo y dijo:
–Hermanos, yo he procedido ante Dios con conciencia limpia e íntegra.
2 El sumo sacerdote Ananías mandó a sus asistentes que lo golpearan en la boca. 3 Pablo entonces le dijo:
–Dios te va a golpear a ti, pared blanqueada. Tú estás sentado para juzgarme según la ley y me mandas golpear violando la ley.
4 Los soldados le dijeron:
–¿Al sumo sacerdote de Dios insultas?
5 Pablo contestó:
–No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; porque está escrito:
no hablarás mal del jefe del pueblo.
6 Advirtiendo Pablo que una parte eran saduceos y otra parte fariseos, exclamó en el Consejo:
–Hermanos, hasta hoy soy fariseo e hijo de fariseos, y se me está juzgando por la esperanza en la resurrección de los muertos.
7 Apenas lo dijo, cuando surgió una discusión entre fariseos y saduceos, y la asamblea se dividió. 8 Porque los saduceos niegan la resurrección y los ángeles y el espíritu, mientras que los fariseos lo afirman todo. 9 Se armó un griterío, y algunos letrados del partido fariseo se alzaron y afirmaron polémicamente:
–No encontramos culpa alguna en este hombre; tal vez le ha hablado un espíritu o un ángel.
10 Como arreciaba el conflicto, temiendo el comandante que fueran a despedazar a Pablo, mandó bajar a la tropa, sacarlo de en medio y llevarlo a la fortaleza. 11 La noche siguiente el Señor se le presentó y le dijo:
–¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio de mí en Jerusalén, tienes que darlo en Roma.

Complot contra Pablo

12 Por la mañana se reunieron los judíos y se comprometieron bajo juramento a no comer ni beber hasta haber dado muerte a Pablo. 13 Los conspiradores eran más de cuarenta. 14 Se presentaron a los sumos sacerdotes y ancianos y les dijeron:
–Hemos jurado no probar bocado hasta no haber dado muerte a Pablo. 15 Ahora les toca a ustedes proponer al comandante y al Consejo que se lo traigan, con pretexto de investigar más atentamente su caso. Antes de que se acerque, estamos preparados para eliminarlo.
16 El hijo de la hermana de Pablo se enteró de lo que tramaban, fue a la fortaleza, entró y se lo contó a Pablo. 17 Éste llamó a uno de los centuriones y le dijo:
–Conduce a este muchacho al comandante, porque tiene que darle una información.
18 Se hizo cargo de él, lo condujo al comandante y dijo:
–El prisionero Pablo me ha llamado y me ha pedido que te traiga a este muchacho, que tiene algo que decirte.
19 El comandante lo tomó de la mano, se lo llevó aparte y le preguntó:
–¿Qué es lo que me tienes que contar?
20 Respondió:
–Los judíos han acordado pedirte que mañana hagas bajar a Pablo al Consejo, con pretexto de examinar más atentamente su caso. 21 No les hagas caso; porque un grupo de más de cuarenta han tramado una emboscada contra él. Han jurado no comer ni beber hasta haberlo eliminado. Ahora están preparados, esperando tu consentimiento.
22 El comandante despidió al muchacho, encargándole que no dijera a nadie que le había informado de ello.

Remitido a Félix

23 Llamó a dos centuriones y les dijo:
–Pasadas las nueve de la noche tengan preparados para viajar a Cesarea doscientos soldados de infantería, setenta de caballería y doscientos lanceros. 24 Preparen también caballos para Pablo y llévenlo sano y salvo al gobernador Félix.
25 Y le escribió una carta en los siguientes términos:
26 Claudio Lisias saluda al ilustrísimo gobernador Félix. 27 A este hombre lo habían secuestrado los judíos para matarlo. Cuando supe que era romano, intervine con la tropa y lo libré. 28 Queriendo averiguar los cargos que tenían contra él, lo conduje a su Consejo. 29 Pero resultó que los cargos versan sobre controversias de su ley, y no había ningún cargo digno de muerte o de prisión. 30 Al enterarme de un atentado tramado contra este hombre, te lo envío y aviso a los acusadores que te presenten a ti sus cargos.
31 Los soldados, cumpliendo las órdenes, tomaron a Pablo y lo condujeron de noche hasta Antípatris.
32 Al día siguiente dejaron a la caballería seguir con él y ellos se volvieron a la fortaleza. 33 Los otros llegaron a Cesarea, entregaron la carta al gobernador y le presentaron a Pablo.
34 Leyó la carta y preguntó de qué jurisdicción era. Enterado de que era de Cilicia, 35 le dijo:
–Oiré tu causa cuando se presenten tus acusadores.
Y mandó custodiarlo en el pretorio de Herodes.

Proceso ante Félix

24  1 Cinco días más tarde bajó el sumo sacerdote con algunos ancianos y el abogado Tértulo, para presentar sus cargos contra Pablo.
2 Lo hicieron comparecer, y Tértulo comenzó su acusación:
3 –Ilustrísimo Félix: Gracias a ti gozamos de paz estable y gracias a tu sabio gobierno esta nación consigue mejoras; todo esto lo recibimos siempre y en todas partes con profundo agradecimiento. 4 Para no cansarte, solicito de tu clemencia que escuches mi exposición resumida. 5 Hemos descubierto que este hombre es una peste, que promueve discordias entre los judíos del mundo entero y que es un dirigente de la secta de los nazarenos. 6 Cuando intentaba profanar el templo, lo arrestamos y quisimos juzgarlo por nuestra ley, 7 pero el tribuno Lisias, con gran violencia, lo arrancó de nuestras manos, mandando que sus acusadores viniesen a ti. 8 Tú mismo, examinándolo, podrás comprobar la verdad de nuestras acusaciones.
9 Los judíos lo apoyaron afirmando que era cierto. 10 El gobernador hizo un gesto a Pablo y éste tomó la palabra:
–Como sé que desde hace años administras justicia a esta nación, pronuncio confiado mi defensa. 11 Tú mismo puedes comprobar que no han pasado más de doce días desde que subí en peregrinación a Jerusalén.
12 Ni en el templo ni en las sinagogas ni por la ciudad me han encontrado discutiendo con nadie ni amotinando a la gente. 13 No pueden probar ninguno de sus cargos contra mí. 14 Eso sí: te confieso que venero a Dios siguiendo ese Camino que ellos llaman secta; creo todo lo escrito en la ley y los profetas, 15 y confiado en Dios, espero como ellos que habrá resurrección de justos e injustos. 16 Y así, también yo procuro mantener en todo una conciencia irreprochable ante Dios y ante los hombres. 17 Tras una ausencia de años, fui en peregrinación al templo llevando limosnas para mis compatriotas y a presentar ofrendas. 18 Allí me encontraron, en un rito de purificación, no con una multitud ni en un tumulto. 19 Pero algunos judíos de Asia estaban allí, y ésos sí tendrían que comparecer y acusarme de lo que tengan contra mí. 20 O si no, que los aquí presentes digan qué delito encontraron cuando comparecí ante el Consejo, 21 si no es el haber declarado en voz alta ante ellos: Si hoy me juzgan ante ustedes es por la resurrección de los muertos.
22 Félix, que estaba bien informado sobre el Camino, postergó la causa diciéndoles:
–Cuando venga el comandante Lisias, resolveré este pleito.
23 Después dio orden al centurión de tener a Pablo detenido, con cierta libertad, y de no impedir a los suyos que lo atendieran. 24 Pasados unos días Félix mandó llamar a Pablo. Con su mujer Drusila, que era judía, lo oyó disertar sobre la fe en Jesús el Mesías. 25 Pero, cuando Pablo empezó a hablar de honradez, de la castidad y del juicio venidero, Félix se asustó y dijo:
–De momento puedes retirarte; te llamaré en otra ocasión.
26 Félix esperaba al mismo tiempo recibir dinero de Pablo y por eso lo llamaba con frecuencia para conversar con él. 27 Pasados dos años, Porcio Festo sucedió a Félix, y como Félix quería congraciarse con los judíos, retuvo a Pablo preso.

Apela al César

25  1 Tres días después de tomar posesión del cargo, Festo subió de Cesarea a Jerusalén. 2 Los sumos sacerdotes y los jefes judíos le presentaron sus cargos contra Pablo 3 y le pidieron por favor que se lo remitiese a Jerusalén –porque intentaban matarlo en una emboscada por el camino–. 4 Festo respondió que Pablo seguía custodiado en Cesarea, ya que él mismo volvería pronto allá.
5 Y añadió:
–Sus responsables que bajen conmigo y, si ese hombre es culpable de algo, que presenten allí su acusación.
6 Festo se detuvo en Jerusalén no más de ocho o diez días; después bajó a Cesarea y al día siguiente hizo traer a Pablo.
7 Cuando se presentó, lo rodearon los que habían bajado de Jerusalén y lo acusaban de muchos y graves cargos, que no lograban probar; 8 mientras Pablo se defendía afirmando que no había cometido delito alguno contra la ley o el templo o el emperador.
9 Festo, queriendo ganarse a los judíos, intervino y preguntó a Pablo:
–¿Quieres subir a Jerusalén para someterte allí a mi juicio?
10 Pablo replicó:
–Estoy ante el tribunal imperial, donde debo ser juzgado. Sabes muy bien que no he perjudicado a los judíos. 11 Si he cometido un delito capital no me niego a morir; pero si no hay nada de lo que éstos me acusan, nadie puede entregarme en su poder. Apelo al emperador.
12 Entonces Festo, después de consultarlo con sus consejeros, dijo:
–Has apelado al emperador, irás al emperador.

Ante Agripa

13 Algunos días más tarde, el rey Agripa, acompañado de Berenice, se presentó en Cesarea para saludar a Festo. 14 Y, como se detuvo allí bastantes días, Festo le expuso el caso de Pablo:
–Hay aquí un prisionero que dejó Félix; 15 durante mi estadía en Jerusalén, los sumos sacerdotes y ancianos judíos lo acusaron pidiendo su condena. 16 Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre antes de que pueda enfrentarse con sus acusadores y tenga ocasión de defenderse de los cargos. 17 Cuando ellos se presentaron aquí, yo sin demora, al día siguiente, me senté en el tribunal y mandé traer a aquel hombre. 18 Se presentaron los acusadores, pero no adujeron ningún delito de los que yo sospechaba; 19 solamente traían contra él discusiones sobre su religión y sobre un tal Jesús, muerto, del que Pablo dice que vive. 20 Y, como estaba desconcertado acerca de la causa, le pregunté si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí. 21 Pablo apeló y pidió que su caso sea reservado a la jurisdicción del Augusto. Entonces yo mandé custodiarlo hasta que pueda enviarlo al emperador.
22 Agripa contestó:
–A mí también me gustaría escuchar a ese hombre.
Le respondió:
–Mañana lo escucharás.
23 Al día siguiente se presentó Agripa con Berenice, con toda pompa, y entró en la audiencia acompañado de comandantes y gente principal de la ciudad. Festo hizo traer a Pablo 24 y habló así:
–Rey Agripa y todos los presentes, aquí tienen al hombre por el que todos los judíos, tanto en Jerusalén como aquí, han acudido a mí clamando que no debe quedar con vida. 25 Yo pude comprobar que no había cometido nada digno de muerte. Así que, cuando él apeló al Augusto, yo decidí enviarlo. 26 Pero no tengo nada por escrito sobre el asunto. Por eso se lo he presentado a ustedes y especialmente a ti, rey Agripa, para que después de este interrogatorio yo pueda escribir un informe. 27 Porque no me parece razonable enviar un preso sin explicar los cargos contra él.

Discurso de Pablo

26  1 Agripa dijo a Pablo:
–Puedes hablar en defensa propia.
Pablo, haciendo un gesto con la mano, pronunció su defensa:
2 –De todo lo que me acusan los judíos tengo hoy la satisfacción de defenderme ante ti, rey Agripa; 3 especialmente porque eres experto en costumbres y controversias judías. Por lo cual te pido que me escuches con paciencia. 4 Mi vida entera desde mi adolescencia, pasada desde el principio en el seno de mi pueblo, la conocen todos los judíos de Jerusalén. 5 Y, como me conocen desde hace tanto tiempo, pueden dar testimonio de que yo pertenecía a la secta más estricta de nuestra religión: era fariseo.
6 Ahora me están juzgando porque espero en la promesa que Dios hizo a nuestros padres. 7 Y nuestras doce tribus, en su culto noche y día, aguardan impacientes que se cumpla esa promesa. Majestad, de esa esperanza me acusan los judíos. 8 ¿Por qué les parece increíble que Dios resucite a los muertos?
9 En un tiempo yo pensaba que mi deber era combatir con todos los medios el nombre de Jesús Nazareno. 10 Es lo que hice en Jerusalén, con autoridad recibida de los sumos sacerdotes, metiendo en la cárcel a muchos consagrados. Y cuando los condenaban a muerte, yo añadía mi voto. 11 Muchas veces en las sinagogas yo los maltrataba para hacerlos blasfemar; y mi furia creció hasta el punto de perseguirlos en ciudades extranjeras.
12 Viajando en este empeño hacia Damasco, con autoridad y encargo de los sumos sacerdotes, 13 un mediodía nos envolvió a mí y a mis acompañantes una luz celeste más brillante que el sol.
14 Caímos todos a tierra y yo escuché una voz que me decía en hebreo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? De que te sirve tirar coces contra el aguijón. 15 Pregunté: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor respondió: Soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Ponte en pie; que para esto me he aparecido a ti, para nombrarte servidor y testigo de que me has visto y de lo que te haré ver. 17 Te defenderé de tu pueblo y de los paganos a los que te envío. 18 Les abrirás los ojos para que se conviertan de las tinieblas a la luz, del dominio de Satanás a Dios, y para que reciban, por la fe en mí, el perdón de los pecados y su parte en la herencia de los consagrados.
19 No desobedecí, rey Agripa, a la visión celeste, sino que me puse a predicar: 20 primero a los de Damasco, después a los de Jerusalén, en toda la Judea y a los paganos, que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, con prácticas válidas de penitencia. 21 Por este motivo se apoderaron de mí los judíos e intentaron acabar conmigo.
22 Pero, protegido por Dios hasta hoy, he podido seguir dando testimonio ante pequeños y grandes, sin enseñar otra cosa que lo que predijeron los profetas y Moisés, a saber, 23 que el Mesías había de padecer, resucitar el primero de la muerte y anunciar la luz a su pueblo y a los paganos.
24 Cuando Pablo terminó su defensa, Festo dijo con voz firme:
–Estás loco, Pablo. Tanto estudiar te ha vuelto loco.
25 Replicó Pablo:
–No estoy loco, ilustre Festo, más bien pronuncio palabras verdaderas y sensatas. 26 El rey entiende de todo esto y a él me dirijo con franqueza; porque no creo que ignore nada de esto, ya que son cosas que no sucedieron en lugares ocultos. 27 ¿Crees a los profetas, rey Agripa? Sé que les crees.
28 Agripa respondió a Pablo:
–Por poco no me convences de hacerme cristiano.
29 Respondió Pablo:
–¡Quiera Dios que por poco o por mucho, no sólo tú, sino todos los oyentes fueran hoy lo que yo soy, pero sin estas cadenas.
30 Se levantaron el rey, el gobernador, Berenice y los asistentes, 31 y al retirarse comentaban:
–Ese hombre no ha hecho nada que merezca la muerte o la cárcel.
32 Agripa dijo a Festo:
–Podría haberse marchado libre si no hubiera apelado al emperador.

Navegando hacia Roma

27  1 Cuando se decidió que navegáramos hacia Italia, encomendaron a Pablo y a otros presos a un centurión llamado Julio, de la cohorte Augusta. 2 Nos embarcamos en una nave de Adrumeto, que iba a partir hacia los puertos de Asia y zarpamos. Nos acompañaba Aristarco, un macedonio de Tesalónica. 3 Al día siguiente arribamos a Sidón, y Julio, por consideración a Pablo, le permitió ir a ver a sus amigos para que cuidaran de él. 4 Zarpando de Sidón, costeamos Chipre, porque el viento era contrario. 5 Después, atravesando mar abierto a lo largo de Cilicia y Panfilia, desembarcamos en Mira de Licia. 6 Allí encontró el centurión una nave de Alejandría que navegaba a Italia y nos embarcó en ella. 7 Por varios días avanzamos poco y nos costó llegar a Cnido; como el viento no era favorable, costeamos Creta a lo largo de Salmona, 8 y pegados a la costa alcanzamos con dificultad un lugar llamado Puerto Bueno, próximo a la ciudad de Lasaya. 9 Habíamos perdido mucho tiempo y la navegación se volvía peligrosa, porque había pasado la época del ayuno, Pablo aconsejó:
10 –Observo, señores, que la navegación va a acarrear peligros y pérdidas, no sólo a la carga y a la embarcación, sino a nuestras vidas.
11 Pero el centurión confiaba más en el capitán y en el patrón del barco que en Pablo. 12 Como el puerto no era apto para invernar, la mayoría prefería hacerse a la mar, con la esperanza de alcanzar e invernar en Fénix, un puerto de Creta orientado a noroeste y suroeste.

Tempestad

13 Se levantó un viento sur, y pensando que el plan era realizable, levaron anclas y costearon de cerca Creta. 14 Muy pronto, del lado de la isla, se desató un viento huracanado, que llaman Euroaquilón. 15 El barco fue arrastrado, y como no podíamos navegar contra el viento, nos dejamos llevar a la deriva. 16 Mientras pasábamos al reparo de un islote llamado Clauda, logramos con mucho esfuerzo controlar el bote salvavidas. 17 Lo izaron a bordo y aseguraron la embarcación con sogas de refuerzo. 18 Por temor a encallar en las Sirtes, soltamos los flotadores y navegamos a la deriva. Al día siguiente, como la tormenta arreciaba, empezaron a tirar parte del cargamento; 19 al tercer día, con sus propias manos, se deshicieron del aparejo del barco. 20 Durante varios días no se vió el sol ni las estrellas, y como la tormenta no amainaba, se acababa toda esperanza de salvación.
21 Llevábamos días sin comer cuando Pablo se puso de pié en medio y dijo:
–Amigos, debían haberme hecho caso y no salir de Creta, nos hubiéramos ahorrado estos peligros y pérdidas. 22 De todas maneras, les ruego que tengan ánimo, que no se perderá ninguna vida; sólo la embarcación. 23 Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y venero 24 y me dijo: No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el emperador; Dios te concede la vida de los que viajan contigo. 25 Por tanto, ¡ánimo, amigos! Confío en Dios que sucederá lo que me han dicho. 26 Encallaremos en una isla.
27 Era ya la decimocuarta noche y seguíamos a la deriva por el Adriático. A media noche los marineros presintieron que nos acercábamos a tierra. 28 Descolgaron la sonda y midieron treinta y seis metros; al poco rato la soltaron de nuevo y midieron unos veintisiete metros. 29 Temiendo estrellarse contra los arrecifes, soltaron cuatro anclas a popa y rezaban para que se hiciese de día. 30 Los marineros intentaban abandonar el barco. Ya descolgaban el bote con el pretexto de soltar anclas a proa, 31 cuando Pablo dijo al centurión y a los soldados:
–Si ésos no se quedan en el barco, ustedes no se salvarán.
32 Así que los soldados cortaron las cuerdas del bote y lo dejaron caer al mar.
33 Cuando amanecía, Pablo invitó a todos a comer algo:
–Llevan catorce días a la expectativa y sin comer nada; 34 les aconsejo que coman algo, que les ayudará a salvarse. Nadie perderá ni un pelo de la cabeza.
35 Dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y se puso a comer. 36 Se animaron todos y comieron. 37 Éramos en la nave doscientas setenta y seis personas. 38 Comieron hasta saciarse y después vaciaron el barco arrojando el grano al mar.
39 Se hizo de día. Los marineros no reconocían la tierra, pero distinguieron una ensenada con una playa, y decidieron, como pudieran, varar la nave allá. 40 Soltaron las anclas y las dejaron caer al mar, a la vez que aflojaban las correas del timón; izaron la vela de popa a favor del viento y enfilaron hacia la playa.
41 Pero, al pasar entre dos corrientes, la nave se encalló, la proa se hincó y quedó inmóvil y la popa se deshizo por la violencia del oleaje.
42 Los soldados decidieron matar a los presos para que ninguno escapase a nado; 43 pero el capitán, queriendo salvar la vida a Pablo, se lo impidió y ordenó que los que sabían nadar saltaran los primeros y ganaran tierra. 44 Los demás seguirían en tablones o en otras piezas de la nave. De ese modo todos llegaron con vida a tierra.

Malta y Roma

28  1 Ya a salvo, pudimos identificar la isla de Malta. 2 Los nativos nos trataron con desacostumbrada amabilidad. Como llovía y hacía frío, encendieron una hoguera y nos acogieron.
3 Mientras Pablo recogía un haz de leña y la arrimaba al fuego, una víbora, ahuyentada por el calor, se sujetó a la mano de Pablo. 4 Cuando los nativos vieron el animal colgado de su mano, comentaban:
–Mal asesino tiene que ser este hombre, que se ha salvado del mar y la justicia divina no lo deja vivir.
5 Pero él sacudió el animal en el fuego y no sufrió daño alguno. 6 Ellos esperaban que se hinchase o cayese muerto de repente. Tras mucho esperar, y viendo que no le sucedía nada de particular, cambiaron de opinión y decían que era un dios.
7 En aquella región tenía una finca el gobernador de la isla, llamado Publio. Nos hospedó amablemente tres días.
8 El padre de Publio estaba en cama con fiebre y disentería. Pablo se acercó a él, oró, le impuso las manos y lo sanó.
9 Como consecuencia del suceso, los demás enfermos de la isla acudían y se sanaban. 10 Nos colmaron de honores y, cuando partimos, nos proveyeron de lo necesario.
11 Al cabo de tres meses zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y estaba dedicada a los Dióscuros. 12 Arribamos a Siracusa, donde nos detuvimos tres días.
13 Desde allí, dando una vuelta, alcanzamos Regio.
Al cabo de un día se levantó un viento sur, y en dos días llegamos a Pozzuoli. 14 Encontramos unos hermanos que nos invitaron a quedarnos con ellos una semana.
Así llegamos a Roma.
15 Los hermanos de allí, al oír noticias nuestras, salieron a recibirnos al Foro Apio y Tres Tabernas. Pablo al verlos dio gracias a Dios y cobró ánimo. 16 Llegados a Roma permitieron a Pablo alojarse por su cuenta con el soldado de guardia.
17 Pasados tres días convocó a los judíos principales y, cuando se reunieron, les habló:
–Hermanos, aunque no hice nada contra el pueblo o las costumbres paternas, los de Jerusalén me entregaron preso a los romanos. 18 Éstos me examinaron y, al no hallar en mí ningún delito capital, decidieron dejarme libre. 19 Se opusieron los judíos y yo me vi obligado a apelar al emperador, sin intención de acusar a mi nación. 20 Por este motivo los he llamado para verlos y hablarles. Porque por la esperanza de Israel me encuentro encadenado.
21 Le respondieron:
–Nosotros no hemos recibido de Judea cartas acerca de ti ni ha llegado ningún hermano con noticias o hablando mal de ti. 22 Con todo, nos gustaría escuchar lo que piensas, porque estamos informados de que por todas partes se habla de esa secta.
23 Señalaron una fecha y acudieron muchos a su alojamiento.
Desde la mañana hasta el atardecer estuvo explicándoles sobre el reino de Dios, esforzándose por ganarlos para Jesús, apelando a la ley de Moisés y a los profetas. 24 Unos se dejaban convencer, otros se resistían a creer.
25 Cuando se despedían sin ponerse de acuerdo, Pablo pronunció su última palabra:
–¡Con razón dijo el Espíritu Santo a sus padres por medio del profeta Isaías!:
26 Ve a decir a ese pueblo:
Por más que oigan, no comprenderán;
por más que vean, no conocerán.
27 Porque el corazón de este pueblo
se ha endurecido,
se taparon los oídos y cerraron los ojos,
por temor de que sus ojos vean,
que sus oídos oigan,
que su corazón comprenda,
que se conviertan y que yo los sane.
28 Sepan entonces que esta salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos y ellos la escucharán. 29 [[Y después de haber dicho esto, los judíos se fueron discutiendo fuertemente entre sí.]]
30 Pablo vivió dos años enteros por sus propios medios. Recibía a todos los que acudían a él 31 proclamando el reino de Dios y enseñaba con toda libertad y sin estorbo lo concerniente al Señor Jesucristo.

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