Articulo : FACEBOOK


Un cuadrado en blanco te pregunta qué estás pensando. Un mundito a la izquierda y arriba te pone un número rojo que indica que alguien ha dicho algo sobre algo. Clickeas el mundito y se abre un menú donde ves lo que han dicho en dos líneas: a algunos les ha gustado una foto de algún otro, otros han comentado el estado (¿así están? ¿Ése es su estado? ¿Qué es el estado? ¿Su forma de ser? ¿Sus pensamientos? ¿Sus sentimientos?) Otros más ponen una manito con el dedo pulgar alzado que significa “like” (les gusta algo pero no sabemos porqué).

Al costado del mundito hay unos dibujitos como los globos de cómic: son los mensajes. Clickeas y allí te aparecen cosas que te dicen algunos conocidos. Y más a la izquierda una especie de minimaniquí plural te dice que hay gente que quiere ser tu amiga. Fotos por todas partes de gentes que tienen varios amigos en común contigo y opciones para seleccionar los mejores amigos junto a noticias de que te han etiquetado a ti o a otros en fotos, comerciales, propagandas de una infinidad de cosas. Causas justas, injustas, dudosas o francamente estúpidas todas mezcladas en una especie de murmullo luminoso de videos, jueguitos, invitaciones a jueguitos, fotos de bebitos, frases lloronas, orgullos provincianos, millones de personas queriendo huir de un anonimato que se repite porque al final a nadie le interesa.


Con un poco de tiempo tu propio cerebro termina pareciéndose mucho a este gran invento que llamamos facebook porque al día siguiente toda la pantalla ha cambiado absolutamente: todo es nuevo de nuevo en una eterna repetición de la misma ligereza. Con los ojos enrojecidos vuelves a tu casa y la gente común te parece menos interesante. Tu vida misma se ha hecho tan delgada como la pantalla. Y muchos te dicen por facebook que te has vuelto un amargado que no sabe aprovechar las nuevas maravillas de la comunicación global.


Como eres escrupuloso te preguntas si no eres tú el desadaptado que no puede salir de las redes sociales y también quiere decir algo novedoso, volverse un MacLuhan, un Bradbury, un profeta que denuncia que nos come la tecnología y recuerdas al salvaje de "Un mundo Feliz" (Brave New World) suicidándose ante los aplausos de sus conciudadanos. Vuelves a tu viejo libro de bolsillo pero la pantalla te vuelve a decir que alguien te ha dejado un mensaje.


Apagas la cosa esta pero mañana volverás con curiosidad a ver qué dijo la gente de esto que escribiste. Ya no te amargas, así es el mundo hoy y se te ocurre la trivial comparación de que somos como peces atrapados en las redes sociales moviéndonos mientras agonizamos de aburrimiento.


© 2013 - José Manuel Rodríguez Canales. Publicado el 2 de agosto de 2013

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