Ciudad del Vaticano, 1 de noviembre 2013 (VIS).-Esta tarde, a las 16.00, el Santo Padre ha celebrado misa en la entrada del cementerio monumental del Verano en Roma. Han concelebrado el cardenal vicario Agostino Vallini, el arzobispo Filippo Iannone, vice-regente de la diócesis de Roma, los obispos auxiliares y el párroco de San Lorenzo extramuros, Padre Armando Ambrosi.
“A esta hora, antes del atardecer - ha dicho el Papa en su homilía- en este cementerio, nos recogemos y pensamos en nuestro futuro; pensamos en todos los que se han ido, que nos han precedido en la vida y están en el Señor.... El Señor Dios, la belleza, la bondad, la verdad, la ternura, el amor pleno. Nos espera todo esto..Los que nos han precedido y han muerto en el Señor están allí. Proclaman que han sido salvados no por sus obras -también han hecho obras buenas- sino que han sido salvador por el Señor...Es Él quien nos salva, es Él quien al final de nuestra vida nos lleva de la mano como un papá, a aquel Cielo donde están nuestros antepasados”.
“Podemos entrar en el Cielo solamente gracias a la sangre del Cordero, gracias a la sangre de Cristo... que nos ha justificado y nos ha abierto las puertas del Cielo. Y si hoy recordamos a estos hermanos y hermanas nuestros que nos han precedido en la vida y están en el Cielo es porque han sido lavados en la sangre de Cristo. Esta es nuestra esperanza; la esperanza de la sangre de Cristo. Una esperanza que no desilusiona. Si caminamos en la vida con el Señor, El no nos desilusiona jamás”.
Francisco ha citado a continuación el pasaje del evangelio de San Juan “Somos hijos de Dios, pero lo que seremos no ha sido revelado todavía. Sabemos que cuando se manifestará seremos semejantes a él, porque lo veremos como es”. Y ha reiterado :”Ver a Dios, ser semejantes a Dios; esta es nuestra esperanza. Y hoy, el día de Todos los Santos, antes del día de los Difuntos, es necesario pensar un poco en la esperanza: la esperanza que nos acompaña en la vida. Los primeros cristianos representaban a la esperanza como un ancla, como si la vida fuera el ancla arrojada en la orilla del Cielo y todos nos dirigiéramos a esa orilla, agarrados a la cuerda del ancla. Es una imagen hermosa de la esperanza: tener el corazón anclado allí donde están nuestros antepasados, donde están los santos, donde está Jesús, donde está Dios. Esta es la esperanza que no desilusiona. Hoy y mañana son días de esperanza”.
La esperanza “ es, de alguna manera, como la levadura, hace que el alma crezca; en la vida hay momentos difíciles, pero con la esperanza, el alma sale adelante y mira lo que le espera...La esperanza también nos purifica, nos aligera. Esta purificación en la esperanza en Jesucristo nos hace ir aprisa. En este casi atardecer de hoy, cada uno de nosotros puede pensar en el atardecer de su vida”. Y si lo miramos con la alegría de ser acogidos por el Señor “ es un pensamiento cristiano, que nos da paz. Hoy es un día de alegría; pero de una alegría serena, tranquila, de la alegría de la paz. Pensemos en el atardecer de tantos hermanos y hermanas que nos han precedido y pensemos en el nuestro, cuando llegue. Y pensemos en nuestro corazón preguntándonos: ¿Donde está anclado mi corazón? Si no estuviera bien anclado, anclémoslo allí, en aquella orilla, sabiendo que la esperanza no desilusiona porque el Señor no desilusiona”.
Una vez acabada la misa, el Papa ha bendecido las tumbas y ha pronunciado las siguientes palabras: “Quiero rezar de forma especial por los hermanos y hermanas nuestros que en estos días han muerto mientras buscaban una liberación, una vida más digna. Hemos visto las fotografías, la crueldad del desierto; hemos visto el mar donde tantos se han ahogado. Recemos por ellos. Y también recemos por los que se han salvado y que, en estos momentos, están en tantos centros de acogida, amasados, esperando que los trámites legales se resuelvan pronto para poder ir a otro lugar, donde estén más cómodos, a otros centros de acogida”.
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