El Purpurado ingresó a la sala mientras los casi 300 participantes de los cinco decanatos en los que está organizada la vicaría le cantaban el Feliz Cumpleaños, a quien cumplía años ese día por lo que fue homenajeado con una torta con velitas, que sopló emocionado.
El Cardenal Poli recordó su nacimiento en el Hospital Álvarez, su infancia feliz en el seno de una familia de trabajadores de clase media y a su educación primaria en la escuela pública y el secundario en el Instituto San Pedro.
También habló de su paso por la Facultad de Agronomía, para luego seguir la Licenciatura en Trabajo Social en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e ingresar al Seminario Metropolitano tras su experiencia universitaria.
Frente a la reliquia de un hueso del pie del Beato Cura Brochero, el Primado argentino invitó a los laicos de la vicaría a ser Iglesia misionera, a salir, a caminar, en síntesis a asumir el compromiso de ser “una gran Iglesia misionera caminante”.
Frente a las nuevas realidades del mundo, indicó su preferencia por “estar abiertos a todos, Iglesia que contiene a todos y no a unos pocos”. Sobre el reciente Sínodo de la Familia, expresó que ve “un paso más que sigue la línea del Concilio Vaticano II”. En este sentido, precisó que hoy la Iglesia ya no habla de adulterio ni de excomunión a los integrantes de parejas en segunda unión. Y al ser consultado puntualmente sobre los jóvenes, entusiasmó a mostrarles el modelo de vida cristiana.
El Cardenal Poli instó a seguir trabajando en los consejos pastorales y anunció la necesidad de una gran Asamblea Arquidiocesana: “Prepárense”, dijo.
La ronda de preguntas al Cardenal Poli fue muy variada. Se abordó la cuestión de la dignidad de la persona ante la crisis actual que enfrenta la Iglesia, cómo convocar a participar de una vida de fe a las personas que tienen entre 35 y 50 años, entre otros temas.
Al finalizar se bendijeron las estampas de la Sagrada Familia, los laicos presentes se comprometieron con la misión y el Cardenal Poli efectuó el envío misionero que contempla salir de la comodidad “para atreverse a llevar a todas las periferias la luz del Evangelio” y ser “cercanos, accesibles, disponibles” para llevar el Evangelio tanto a conocidos como a desconocidos, formando parte de “una Iglesia [que elige ser] accidentada, herida y manchada por salir a la calle”.
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