Una Navidad diferente



Hace unos cuantos años escribí este texto. Hoy, repasándolo lo encuentro plenamente vigente y por eso quiero volver a compartirlo.


Mi Navidad son recuerdos cálidos. El primer pesebre llenaba casi toda una habitación. No tenía árbol. Sólo unas figuras de barro y unos reyes que cada día se movían hacia la cueva de corcho. Navidad es recuerdo de encuentro y reunión familiar. Cada año era diferente porque Navidad tiene muchos rostros. Navidad son ganas de compartir la alegría con los más cercanos y aquellos que no tienen más compañía que la soledad. Navidad es la imagen de la ilusión de mis hijos haciendo el caga tió. En su mirada estaba mi esperanza. Nadal también es el recuerdo intenso de los ausentes. Cada año demasiados. Es este punto de melancolía que la Navidad trae, mientras nos llama a seguir adelante.


Navidad es contemplación del misterio de la salvación. La venida de Dios encarnado en Jesús. Gesto de amor y de compromiso con la suerte de la humanidad. Nadie queda excluido. Navidad es un gran tiempo litúrgico vivido con intensidad por una Adviento que poco a poco introduce en el misterio de la fiesta. Y después, la misa del Gallo. Momento emotivo para celebrar la Palabra de forma pausada. El día de Navidad es luz radiante que ilumina toda oscuridad. También es el día en que el olor de la sopa y el aroma del pollo asado se mezclan con los villancicos que acompañan la mañana. Es el día de los barquillos, los turrones y el cava. Día de fiesta y alegría en abundancia. Navidad es esperanza de reencontrarnos y de creer que cada uno puede hacer que cada día sea un poco Navidad.


Ahora, sentimiento y razón se abrazan. Añoro la Navidad de la infancia, la Navidad de antes, pero hay que vivir la Navidad de hoy. Cuando el tiempo corre como las liebres la mirada al pasado puede ser complaciente pero también paralizadora. Hay que seguir mirando al camino que queda por recorrer. Por eso amo el tiempo de Navidad, porque permite conjugar pasado, presente y futuro. Es decir, memoria y esperanza. Por eso no me gusta la Navidad descafeinada del tiempo de invierno. No me gusta la Navidad del consumo y de la banalidad. No me gusta la Navidad de los laicistas y sí la Navidad de los laicos. Me gusta la Navidad que permite compartir los valores de los creyentes con la humanidad que tiene ganas de vivir valores humanos. Creo que la humanidad puede vivir la Navidad de los creyentes con respeto y con reconocimiento de la vigencia de los valores humanos de la Navidad cristiana.


Reivindico la Navidad cristiana. La Navidad celebrada con humildad y con la esperanza de los que todo lo esperan. Es la Navidad del silencio de Belén. La Navidad tiene rostro de compasión. Es un acto generoso de amor y de asumir la suerte de los demás. Dios se convierte en humano y habita entre nosotros. La Navidad se vive en el silencio de la contemplación y con el calor de la proximidad. Mi Navidad es la Navidad de sentirme en comunión con la tradición cristiana y humana que hace libres a las personas. Es la Navidad del silencio roto por el canto de los ángeles. Es la Navidad que recrea de nuevo que hoy nos ha nacido el Salvador, que es el Mesías, el Señor. Feliz Navidad



2:49:00 p.m.

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