Una pregunta importante para que el amor dure para siempre

El padre François Potez de la diócesis de París que ha acompañado a muchas parejas hasta el matrimonio, afirma en su último libro: "La única pregunta que importa es: '¿Quiero amarle? Una visión que basa el matrimonio en una decisión y lo convierte en un compromiso a largo plazo

Por paradójico que parezca, cuando te embarcas en la gran aventura del matrimonio, la pregunta no es si tienes amor a la otra persona, sino si «quieres» amarla. Para toda la vida. Esta es una de las lecciones clave que se desprenden de la lectura del reciente libro del Padre François PotezYa que han decidido amarse…

Un libro que repasa los fundamentos del matrimonio cristiano y está lleno de valiosos consejos prácticos para las parejas, especialmente durante los primeros años de matrimonio, esos años cruciales en los que una pareja está construyendo su relación.

«No nos casamos porque nos queramos. Uno se casa porque ha decidido amarse», insiste el párroco de Saint Philippe du Roule. El matrimonio no es el resultado de sentimientos recíprocos de amor, por muy fuertes que sean, sino el fruto de una decisión. Y por eso puede durar. Porque con el paso de los años, los grandes sentimientos y las mariposas en el estómago se desvanecen.

«Mucha gente se casa -incluso cristianos- con el pensamiento interior: ‘Espero que salga bien'», dice el padre Potez

Pero eso es tomarse las cosas al revés. El amor es una decisión; y ya que hemos decidido tomarla, haremos lo que tengamos que hacer para que funcione. Así que si le quiero o no es la pregunta equivocada. La única pregunta correcta es: «¿Quiero amarle?»

De hecho, esta decisión no solo afecta a las parejas de novios que están a punto de casarse. Concierne a todas las parejas, lleven casadas diez, veinte o treinta años. Es una decisión que se toma todos los días, sobre todo cuando la pareja atraviesa un periodo difícil.

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No es una obligación, sino un don de Dios

Reza por tu esposo

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El problema sería ver la indisolubilidad del matrimonio como una obligación. Al contrario, la Iglesia nos invita a verla como un don de Dios. «¡La indisolubilidad del matrimonio no es una obligación impuesta por la Iglesia, sino un don de Dios en el sacramento! Eso lo cambia todo».

Y añade: «En el sacramento del matrimonio, Dios se compromete entre los esposos y con ellos. Dios dice: Conozco tu inconstancia, la fragilidad de tus sentimientos, tu libertad y tu ‘sí’ mejor que tú mismo. Por eso me comprometo contigo y por ti, yo que no cambio. Me mantengo firme, doy mi vida. Puedes apoyar tu fidelidad en la mía, porque yo soy la roca sobre la que se sellará tu amor», escribe el Padre Potez.

La decisión de amar es ciertamente una decisión a escala humana, pero gracias al sacramento del matrimonio, se beneficia de una ayuda divina… lo que no es poco.

«Si comprendes que la indisolubilidad no es una obligación, sino un don, una gracia de Dios, encontrarás serenidad, dejarás de tener miedo y podrás recuperar la perspectiva cada vez que atravieses una crisis», subraya el sacerdote.

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