Otto Muehl, uno de los artistas austriacos más provocativos, que fue encarcelado por delito sexual contra menores en 1991, falleció el pasado 26 de mayo a los 87 años en la localidad portuguesa de Faro. El pintor era conocido principalmente por ser cofundador del Accionismo Vienés, un movimiento de vanguardia que causó la indignación por sus imágenes gráficas de sangre y de violencia, según relata La Opinión de Tenerife.
Muehl fundó en los 70 la comuna Friedrichshof, en Viena, que atrajo a 600 residentes y que fue considerada una especie de secta autoritaria. A partir de 1988, la comuna tuvo otra sede en La Gomera, en una antigua plantación de plátanos llamada El Cabrito. Después de la condena, El Cabrito se reconvirtió en un próspero negocio y a través de un entramado mercantil pasó a llamarse Lili Gomera S.A. La comuna quedó convertida en una finca de turismo rural. Para acceder a la misma solo era posible hacerlo por mar.
El pintor fue condenado a siete años por la violación y abuso de algunos menores que vivían allí. Tras su puesta en libertad, en 1997, se trasladó a Portugal, donde vivió hasta su muerte. Fue el testimonio de una adolescente de 17 años llamada Anna lo que permitió que fuera a prisión.
De la provocación artística a la pedofilia
Por su interés, reproducimos a continuación el obituario que ha escrito en el diario El País sobre Muehl Jesús Albores.
El artista austriaco Otto Muehl (Grodnau, Austria, 1925), uno de los mayores exponentes del rupturista movimiento artístico conocido como accionismo austriaco, falleció el domingo en Portugal a los 87 años. Muehl escandalizó con sus prácticas sexuales en las comunas que fundó y dirigió, una de ellas en la isla de La Gomera. Amante de que sus bofetadas a los biempensantes alcanzaran la máxima resonancia, las transgresiones de Muehl fueron admiradas en el plano artístico pero también le valieron siete años en la cárcel por pederastia.
Junto a Rudolf Schwartzkogler, Hermann Nitsch o Günter Brus, Muehl fue uno de los exponentes del accionismo austriaco, vanguardia artística que tiene sus raíces últimas en el devastado panorama de la posguerra centroeuropea. En su rechazo al mundo burgués que había soltado a los perros de la guerra, los accionistas aspiraban a quebrar cualquier código y convención, haciendo del cuerpo del artista y sus funciones eje de sus composiciones. Con sus esculturas de chatarra y collages a base de materiales de desecho, Muehl se hizo un lugar destacado en el movimiento.
Pero el artista austriaco quiso dar una vuelta de tuerca más al rupturismo accionista. En una antigua finca denominada Friedrichshof, junto a la frontera con Austria, fundó en 1972 una comuna a la que bautizó como Organización de Análisis de la Acción (AAO, por sus siglas alemanas).
En ella se experimentaba con las drogas y la libertad sexual, se aspiraba a dinamitar los lazos familiares tradicionales, se pretendía abolir la propiedad colectiva y se fomentaba la creatividad. El colectivo llegó a reunir unas seiscientas personas de una docena de países. Según quienes acababan apartándose de aquella especie de secta antirreligiosa, la comunidad era gobernada por Muehl con un autoritarismo que contradecía todas las directrices libertarias en las que aseguraba inspirarse.
En 1991, un tribunal vienés sentenció a Mühl a siete años de cárcel por abusos sexuales, inducción al consumo de drogas y manipulación de testigos. En la cárcel, impartió clases de pintura a un grupo de condenados por asesinato y siguió creando obras cada vez más agresivas, presididas por explícitas escenas sexuales y escatológicas, y en las que se lanzaba a la yugular de instituciones como la Iglesia o cualquier tabú que se pusiera a tiro.
Muehl equiparaba el impacto erótico de sus pinturas con los frescos de Miguel Ángel; le complacía compararse con artistas que habían caído en la locura, como Van Gogh, o que hubieran sido estigmatizados socialmente, como Egon Schiele, también acusado de pederastia. El mayor coleccionista privado de las obras de este último, el vienés Rudolf Leopold, fue igualmente quien reunió el mayor número de pinturas de Muehl.
En 1998, al salir de prisión tras cumplir íntegra su condena, Muehl se instaló en una filial de la comuna de Friedrichshof: la finca de El Cabrito, una antigua plantación de plátanos de 320 hectáreas en la isla canaria de La Gomera. Al cabo de un par de años, los antiguos acólitos de Muehl se hartaron de su arbitrario mentor y lo defenestraron. Junto a unas docenas de fieles, Muehl buscó refugio en el Algarve portugués, donde han transcurrido sus últimos lustros.
Un tirano sexual
Así ha llamado el diario El Mundo a Muehl, de forma muy gráfica y directa, afirmando que en su comuna austriaca intentó experimentar la libertad sexual, la propiedad colectiva y el fomento de la creatividad de cada uno de sus individuos. El colectivo llegó a contar con más de quinientas personas de una docena de países y una red de empresas.
A partir de 1988, la comuna tuvo otra sede en la isla de La Gomera, en el archipiélago español de Canarias, en una antigua plantación de plátanos llamada “El Cabrito". Se trataba del intento de crear un arte “vivible” y un mundo sin represión política ni sexual, que resultó un rotundo fracaso.
Y es que años después salió a la luz la rígida estructura jerárquica, autoritaria y represiva que reinaba en esas comunidades bajo la dirección de su arbitrario creador. La libertad sexual se convirtió en obligación sexual, también para los menores de edad y sus madres, que debían enviar a sus hijas a ser “liberadas” sexualmente por el gran creador de esta idea.
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