Lectio Divina: ¡Si tuvieran fe!
Reflexión
Sobre
la primera parte del Evangelio de este domingo podemos detenernos a pensar qué
pretendían decir los discípulos al pedirle a Jesús que les aumentara la fe…
(espacio de silencio interior) A partir de la respuesta que les dio el Señor,
podríamos entender que los discípulos pensaban que la fe era un don que provenía
de afuera. Reconociendo a Jesús como mesías y dador de muchos dones como la
salud y el perdón de los pecados, pedían fe para poder recibir los mismos
milagros que otros recibieron o poder obrar las mismas maravillas que Jesús.
Tal vez lo que pretende Jesús es mostrarles que no tienen fe porque la buscan
donde no pueden encontrarla. Jesús refiere que si tuvieran fe aunque fuera muy
pequeña (como el grano de mostaza), ésta tendría fuertes consecuencias en el
universo. Por estas mismas palabras, no parece que el Señor reduzca el tema de
la fe al ámbito religioso sino, más bien, al ámbito de la integridad interior,
como el ejercicio interior que llega a desear algo sin dudar y en virtud de ese
convencimiento interior logra que suceda algo en el exterior de la persona. Por
lo tanto, no se logra pidiéndosela a otro, sino trabajando sobre uno mismo. Al
usar la imagen del árbol arrancado y plantado en el mar ¿Qué pretendió el
Señor?... (espacio de silencio interior) Si miramos el conjunto del modo de ser
de Jesús no parece amigo de hacer extravagancias o cosas absurdas, Él mismo
nunca hizo que un árbol se plantara en el mar, ni hizo llover fuego del cielo,
ni cosa por el estilo. Tal vez la intención era que sus discípulos llegaran a
la conciencia de que la fe, cultivada como virtud, puede llegar a realizar
cosas que normalmente se piensan imposibles. Y, en efecto, una mente habituada
a enfocarse en lo que no puede lograr, normalmente no se compromete ni empeña
en empresas, ni siquiera difíciles, mucho menos confiará a tal grado en la
omnipotencia de Dios que efectivamente sucedan cosas maravillosas. Si los
discípulos querían ir por la senda fácil, pedían la fe como algo ajeno al
propio esfuerzo. Cabría en este momento que me pregunte ¿Cómo anda mi esfuerzo
personal por crecer en la fe?...
Contemplación
La
segunda parte del Evangelio trata sobre la consideración de uno mismo como
siervo. Servir a un tirano es horrible e indeseable, pero aceptarse a sí mismo
como siervo del Señor es otra cosa. Podemos hacer un ejercicio afectivo ¿Cómo
me sentiría de ser siervo del mejor Señor pensable? En este ejercicio puedo
usar la imaginación, como solía sugerir san Ignacio de Loyola, o bien generar
en mi interior esa sensación de admiración, seguridad y complacencia de estar
bajo la soberanía de Dios… (espacio de silencio interior). Un segundo ejercicio
que nos puede ayudar mucho para alcanzar la paz de la humildad es repetir
interiormente (al menos por varios minutos): “Oh Dios, Tú eres mi Señor y mi
Dios”; otra frase puede ser: “Dios mío y Señor mío”.
Oración
Señor
Jesús, cuando nos pides que digamos “soy siervo inútil y no he hecho más que lo
que tenía que hacer” me siento invitado a caminar por la senda de la verdad, la
libertad y la paz. ¿Cómo podré concebirme a mí mismo útil si tú puedes
infinitamente más que yo? Lo que yo puedo es ínfimamente inferior a tu
omnipotencia. Sin embargo, me has tomado a tu servicio, confías en mí y, más
aun, haces fructífera mi actividad porque si algo ha salido bien y se ha
alcanzado el éxito en la empresa o la misión, ha sido porque Tú estuviste
presente. Así es que me pongo ante Ti y con alegría y confianza digo: “soy tu
siervo inútil, no he hecho más que aquello que me confiaste hacer”. Amén
Compromiso
Al
concluir nuestra Lectio podemos caminar por el primer tema y asumir una actitud
más activa en el tema de crecer en el ejercicio de la virtud humana de la fe,
ayudando así mi ejercicio de la virtud sobrenatural. Otra vía es la de
practicar más frecuentemente la oración afectiva asumiendo el señorío de Dios
en mí.
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.512921915448055.1073742
Reflexión
Sobre
la primera parte del Evangelio de este domingo podemos detenernos a pensar qué
pretendían decir los discípulos al pedirle a Jesús que les aumentara la fe…
(espacio de silencio interior) A partir de la respuesta que les dio el Señor,
podríamos entender que los discípulos pensaban que la fe era un don que provenía
de afuera. Reconociendo a Jesús como mesías y dador de muchos dones como la
salud y el perdón de los pecados, pedían fe para poder recibir los mismos
milagros que otros recibieron o poder obrar las mismas maravillas que Jesús.
Tal vez lo que pretende Jesús es mostrarles que no tienen fe porque la buscan
donde no pueden encontrarla. Jesús refiere que si tuvieran fe aunque fuera muy
pequeña (como el grano de mostaza), ésta tendría fuertes consecuencias en el
universo. Por estas mismas palabras, no parece que el Señor reduzca el tema de
la fe al ámbito religioso sino, más bien, al ámbito de la integridad interior,
como el ejercicio interior que llega a desear algo sin dudar y en virtud de ese
convencimiento interior logra que suceda algo en el exterior de la persona. Por
lo tanto, no se logra pidiéndosela a otro, sino trabajando sobre uno mismo. Al
usar la imagen del árbol arrancado y plantado en el mar ¿Qué pretendió el
Señor?... (espacio de silencio interior) Si miramos el conjunto del modo de ser
de Jesús no parece amigo de hacer extravagancias o cosas absurdas, Él mismo
nunca hizo que un árbol se plantara en el mar, ni hizo llover fuego del cielo,
ni cosa por el estilo. Tal vez la intención era que sus discípulos llegaran a
la conciencia de que la fe, cultivada como virtud, puede llegar a realizar
cosas que normalmente se piensan imposibles. Y, en efecto, una mente habituada
a enfocarse en lo que no puede lograr, normalmente no se compromete ni empeña
en empresas, ni siquiera difíciles, mucho menos confiará a tal grado en la
omnipotencia de Dios que efectivamente sucedan cosas maravillosas. Si los
discípulos querían ir por la senda fácil, pedían la fe como algo ajeno al
propio esfuerzo. Cabría en este momento que me pregunte ¿Cómo anda mi esfuerzo
personal por crecer en la fe?...
Contemplación
La
segunda parte del Evangelio trata sobre la consideración de uno mismo como
siervo. Servir a un tirano es horrible e indeseable, pero aceptarse a sí mismo
como siervo del Señor es otra cosa. Podemos hacer un ejercicio afectivo ¿Cómo
me sentiría de ser siervo del mejor Señor pensable? En este ejercicio puedo
usar la imaginación, como solía sugerir san Ignacio de Loyola, o bien generar
en mi interior esa sensación de admiración, seguridad y complacencia de estar
bajo la soberanía de Dios… (espacio de silencio interior). Un segundo ejercicio
que nos puede ayudar mucho para alcanzar la paz de la humildad es repetir
interiormente (al menos por varios minutos): “Oh Dios, Tú eres mi Señor y mi
Dios”; otra frase puede ser: “Dios mío y Señor mío”.
Oración
Señor
Jesús, cuando nos pides que digamos “soy siervo inútil y no he hecho más que lo
que tenía que hacer” me siento invitado a caminar por la senda de la verdad, la
libertad y la paz. ¿Cómo podré concebirme a mí mismo útil si tú puedes
infinitamente más que yo? Lo que yo puedo es ínfimamente inferior a tu
omnipotencia. Sin embargo, me has tomado a tu servicio, confías en mí y, más
aun, haces fructífera mi actividad porque si algo ha salido bien y se ha
alcanzado el éxito en la empresa o la misión, ha sido porque Tú estuviste
presente. Así es que me pongo ante Ti y con alegría y confianza digo: “soy tu
siervo inútil, no he hecho más que aquello que me confiaste hacer”. Amén
Compromiso
Al
concluir nuestra Lectio podemos caminar por el primer tema y asumir una actitud
más activa en el tema de crecer en el ejercicio de la virtud humana de la fe,
ayudando así mi ejercicio de la virtud sobrenatural. Otra vía es la de
practicar más frecuentemente la oración afectiva asumiendo el señorío de Dios
en mí.
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