Faltan pocos días para llegar al inicio del Año Santo el 8 de diciembre, y el próximo lunes, día 30, comienza la Novena a la Inmaculada Concepción. En este día dos grandes acontecimientos se celebran, bajo la protección de María Virgen e Inmaculada: el comienzo del Año Santo de la Misericordia y el 50 aniversario de la terminación del Concilio Vaticano II.
Estas dos efemérides jalonan una vez más la intervención de la Virgen María, como Madre de la Iglesia que es, en la economía de la salvación, en la vida de la Iglesia, a lo largo de los siglos.
Pero este año, de modo particular, la piadosa tradición de celebrar la Novena a la Inmaculada, traza no el camino, sino la autopista que conduce hasta el comienzo del Año Santo de la Misericordia. De la mano de María, Madre de Misericordia, el Pueblo de Dios camina hacia su purificación.
De la mano de María, por la Redención de Jesús, hijos del Padre de la Misericordia, guiados por el Espíritu Santo, todos los hombres y mujeres peregrinan hacia la Puerta Santa, hacia la purificación y perdón de los pecados y sus consecuencias a través del Sacramento de la Conversión o Penitencia, con las indulgencias concedidas.
Ese es el significado este año de la Novena a la Inmaculada: convertirse y alcanzar las gracias que concede la Madre Iglesia.
El papa Francisco ha querido, además, que vayamos al Año Santo bajo la protección del manto de la Virgen de Guadalupe, Patrona de América.
El dogma de la Inmaculada fue proclamado por el papa Pío IX, el año 1854, recogiendo la doctrina y la tradición, expresada desde los primeros tiempos del cristianismo, de que la Virgen María nació sin mancha de pecado alguno desde su concepción, sin la macha del pecado original.
El pecado original es el que tienen todos los humanos cuando nacen, a causa del pecado de origen que cometieron Adán y Eva y que se ha transmitido a todo el género humano.
Así lo expresó san Irineo de Lyon en el siglo II, y san Efrén de Siria en el siglo IV. En la Escritura encontramos el saludo del Arcángel san Gabriel a María: “Dios te salve María, llena eres de gracia”.
Y la que es “llena de gracia” es porque no tiene pecado alguno ya desde el principio, desde su concepción, es decir que no tiene pecado original.
Toda la Iglesia ha celebrado la festividad de la Inmaculada Concepción, desde la Edad Media.
Y es una fiesta muy peculiar en España, por la defensa que la Iglesia y los reyes de España hicieron al dogma de la Inmaculada a lo largo de los siglos, llevando a la Virgen Inmaculada como su patrona dos cuerpos militares: la Guardia Civil y el Arma de Infantería del Ejército.
El día 8 de diciembre es un día feriado nacional, no solo en España, sino en muchos países iberoamericanos como Argentina, Chile, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú y Portugal.
La fiesta fue establecida el 8 de diciembre –en ese día fue proclamado solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854— porque son nueve meses antes de la fiesta de la Natividad o nacimiento de la Virgen María (el 8 de septiembre).
El papa Francisco, en su bula Misericordiae Vultus (n. 24), en la que convoca el Año Santo, dice: “El pensamiento se dirige ahora a la Madre de la Misericordia. La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios”.
Ella, recuerda el Papa, ya anunció a su prima santa Isabel, que la Misericordia de Dios “llega a sus fieles de generación en generación” (Lc, 1, 50) (Magnificat).
¡Cuántas obras de arte famosísimas, que exaltan la belleza de la mujer en María, Virgen, Madre e Inmaculada! Cuántos monumentos, cuadros, basílicas, ermitas, lugares, cantan el nombre de María entre todos los pueblos del mundo.
Añade el papa Francisco en su bula de convocatoria del Año Santo: “Al pie de la cruz, María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios”.
“María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús”.
¿En qué consiste la novena a la Inmaculada? La novena puede hacerse según la piedad de cada uno o de cada familia, de acuerdo con lo que dicen los libros de oraciones.
Se cumple recordando diariamente un pasaje del Evangelio que habla de la Virgen y se reza, como ha sugerido el Papa, una Salve u otra invocación a la Virgen de Misericordia.
Esta es la autopista que nos llevará seguros al Año Santo de la Misericordia, para lucrar las gracias que la Iglesia derrama en abundancia a quienes, arrepentidos, les son concedidas.
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