Papa Francisco: Maestros y catequistas, “un trabajo santo”

En su primer acto en Uganda, Papa Francisco quiso reunirse con catequistas y profesores que pertenecen al Consejo Nacional de Laicos de Uganda y el lugar elegido fue el Santuario de Munyonyo, donde murieron en 1886 los primeros cuatro mártires de Uganda.

Allí le esperaban los Franciscanos Conventuales con quienes bendijo la primera piedra de una nueva iglesia y los maestros y educadores a quienes dio las gracias: “por los sacrificios que hacen ustedes y sus familias, y por el celo y la devoción con la que llevan a cabo su importante misión”. Papa Francisco se hizo esperar, lo que convirtió la preparación del acto en una auténtica fiesta, en un festival de danza y alegría hasta la llegada del Papa Francisco.

“Ustedes enseñan lo que Jesús enseñó, instruyen a los adultos y ayudan a los padres para que eduquen a sus hijos en la fe, y llevan a todos la alegría y la esperanza de la vida eterna”, continuó expresando el obispo de Roma, que agradeció especialmente el que enseñen a rezar a los niños y a los jóvenes.

El Papa calificó su trabajo como un “trabajo santo” y les pidió que lo recuerden “cuando la tarea parece difícil, los recursos resultan insuficientes y los obstáculos demasiado grandes”. “El Espíritu Santo está presente allí donde se proclama el nombre de Cristo. Él está en medio de nosotros cada vez que en la oración elevamos el corazón y la mente a Dios. Él les dará la luz y la fuerza que necesitan”, continuó expresando.

Finalizó su discurso recordando el testimonio de los mártires: “Ellos han dado testimonio de la verdad que hace libres; estuvieron dispuestos a derramar su sangre para permanecer fieles a lo que sabían que era bueno, bello y verdadero”. Allí, en Munyonyo, donde el Rey Mwanga decidió eliminar a los Mártires, el Papa afirmó: “La luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no prevalecieron”.

Con este valiente testimonio de san Andrés Kaggwa y de sus compañeros el Papa pidió a los catequistas ugandeses el ser “maestros con sabiduría, hombres y mujeres cuyas palabras estén colmadas de gracia, de un testimonio convincente del esplendor de la verdad de Dios y de la alegría del Evangelio”.

“Vayan sin miedo a cada ciudad y pueblo de este país para difundir la buena semilla de la Palabra de Dios, y tengan confianza en su promesa de que volverán contentos, con gavillas de abundante cosecha”, concluyó el Santo Padre: “Omukama Abawe Omukisa! (Que Dios los bendiga)”.

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