San Pedro y San Pablo: Columnas y luminarias de la Iglesia Catolica

San Pedro y San Pablo, por El Greco.

Solemnidad de San Pedro y San Pablo

La Festividad de San Pedro y San Pablo recuperada como “unidad litúrgica” según el testimonio del Calendario romano más antiguo (a. 354) – la puso en práctica el Misal de Pablo VI, 1969 -, nos hace recordar a estas dos “columnas” de la Iglesia primitiva en Roma donde, según la tradición, sufrieron el martirio. Las iglesias construidas en los lugares de su martirio respectivo en que se veneraban (la colina del Vaticano para Pedro y la via Ostiense para Pablo) abrazan, a su manera, la Urbe. Así fueron, a su vez, estos dos “apóstoles” que llegaron a enfrentarse en Antioquia (Gal 2,11ss), pero que nunca rompieron la “comunión” en la gracia y el evangelio que había de transformar el mundo. Ellos también sufrieron una transformación en sus vidas por causa de Jesús, el Señor, y así lo ofrecieron al mundo.

Pedro y Pablo columnas y luminarias

San Pedro y San Pablo, dos grandes -¿las más grandes? – figuras de la Iglesia, pueden ser mirados desde diferentes ángulos. Desde todos ellos proyectan luz para nuestro caminar en los tiempos que nos ha tocado vivir. No resulta fácil elegir el aspecto desde el que acercarnos a la Palabra de Dios, este año en que su solemnidad coincide con el domingo: Su personalidad, su misión, las luces y sombras de su caminar y de la Iglesia de los primeros tiempos, o de los nuestros, la acción del Señor en ellos y en nosotros….

Tiempo de la iglesia, tiempo del Espíritu

El evangelista Lucas, al dividir su obra en dos partes – Evangelio y Hechos de los Apóstoles, y éste segundo que prácticamente tiene como protagonistas a Pedro y Pablo, parece querer mostrar que, en el proyecto revelador del Padre, al tiempo del Hijo – narrado en el Evangelio – sigue el tiempo del Espíritu. Así, si el Evangelio termina con la Ascensión, el verdadero punto de partida del libro Hechos de los Apóstoles está en Pentecostés. Es el tiempo de la Iglesia, el tiempo anunciado por los profetas del Antiguo Testamento: “ Derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas… haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra…” (Cf. Hch. 2, 17-19)

El Espíritu Santo es quien dice en nosotros “Jesús es Señor”. Y nadie puede decirlo, si no es desde el Espíritu de Dios: "y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor! sino con el Espíritu Santo”. (I Cor. 12,3) El Evangelio de hoy, en el que se evoca el primado de Pedro – “Sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia”-, nos recuerda que el primado de Pedro viene precedido por su confesión de fe en la divinidad del Hijo. Esa confesión es la piedra sobre la que edificará la Iglesia, como nos dice Fray Miguel en el comentario bíblico. Una confesión que “ALGUIEN” hace desde él. “ ¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás!. Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el Cielo (Evangelio)

Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, continúan estimulándonos a “combatir el combate de la fe”(II lectura) a superar los miedos, complejos, esclavitudes, o prisiones ( I Lectura) que sufrimos en el tiempo y lugar en que vivimos. El secreto parece estar en la capacidad para abrirnos a la acción del Espíritu que en nosotros y desde nosotros sigue repitiendo que “Tú eres el Hijo de Dios” (Evangelio)


Comentario bíblico:

Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Iª Lectura: Hechos 12,1-11: La liberación del Pedro de su "judaísmo"

I.1. El relato que Lucas ha elaborado sobre la liberación de Pedro de la cárcel, en torno a las fiestas de Pascua (fiestas liberación), es uno de los más sugerentes y delicados que el autor de Lucas-Hechos nos ha querido trasmitir. De esa forma va mostrando cómo los “discípulos”, por causa de Jesús, el Señor, el Mesías, tienen que huir, no solamente de Jerusalén, sino también de un judaísmo y de una religión que podía llevar a encadenar al movimiento cristiano en las “aspiraciones” de los judíos y de las autoridades políticas que saben usar la religión en beneficio propio. Este relato viene después que Pedro ya ha abierto el camino a los paganos (en la familia de Cornelio Hch 10-11) y la fundación de la comunidad de Antioquia que se va a convertir en la alternativa a Jerusalén, en todos los sentidos. Conviene que lleguemos al sentido último de este relato que Lucas nos presenta, que no es simplemente la liberación “milagrosa” de Pedro de la cárcel, sino que va mucho más allá

II.1. Pedro, en la cárcel, está todavía en medio de esta situación: la esperanza del pueblo judío. Y con Pedro, gran parte de la Iglesia que vive en Judea. Podemos decir que para Lucas, Pedro es como la punta del iceberg, y por ello es golpeado directamente en la persecución de Herodes. De ahí que las consecuencias definitivas de esta persecución, urdida desde el judaísmo oficial y ortodoxo, le llevará a Lucas a esclarecer la identidad de la Iglesia frente al judaísmo. La descripción de la liberación milagrosa de Pedro (vv. 6 11) es todo un canon que sugiere un esquema progresivo de significaciones: 1) Pedro está preso durante las fiestas de Pascua y los Ázimos (los días siguientes a la Pascua), lo cual es revelador como confrontación entre la fuerza de la Pascua judía y la Pascua cristiana, donde Jesús ha vencido las cadenas de la muerte resucitando de entre los muertos. Mientras el judaísmo oficial espera que pasen las fiestas, el Señor de los cristianos va a actuar en medio de la situación de opresión que vive la Iglesia y Pedro a la cabeza, para manifestar dónde está la verdadera vida y la verdadera libertad. 2) El papel de Pedro en esta liberación es meramente pasivo, porque es Dios quien se convierte en verdadero protagonista por medio de su ángel. Así sucede siempre en los relatos de liberación milagrosa, como en el éxodo y en otros momentos (Cf. Ex 3,8; 18,4 10; Dt 25,11; 32,29; Jos 9,26; Dn 3).

I.3. Luego la liberación de Pedro no es más que la ocasión para describirnos el proceso de liberación de la Iglesia que se expresa magistralmente en el v. 11: "… y me ha liberado… de todas las esperanzas del pueblo judío". Como este es un versículo redaccional (es decir, propio de Lucas) podemos entender mejor la lección más importante que debemos sacar de la lectura de esta narración. La clave es el hecho bíblico de la intervención de Dios en favor de su pueblo, que ahora es la Iglesia representada por Pedro. Por ello, desde el c. 10 se venía describiendo el proceso de liberación divina sobre el nuevo pueblo (la Iglesia), de tal manera que la protesta de los circuncisos (11,2 s.) era una muestra del sueño que invadía a la comunidad de Jerusalén, mientras Dios daba muestras de su voluntad liberadora. Lucas ha querido terminar de describir todo esto bajo el proceso semiológico de la cárcel, en el contexto de las fiestas de Pascua, para dar más fuerza teológica de la liberación de la esclavitud, como en los tiempos del éxodo. Pedro se ha de marchar de Jerusalén, de lo que representa la ciudad santa para el judaísmo. Es el signo que ha escogido Lucas para decir que comienza una nueva etapa para la Iglesia primitiva.

IIª Lectura: 2ª Timoteo 4,6-8.17-18: El elogio del predicador del evangelio

II.1. La 2ª Timoteo es de un discípulo que no puede olvidar a Pablo, que lo tiene en su corazón y en su memoria, que vive pensando que el “predicador” del evangelio está vivo y lo estará siempre. En eso lleva razón sea quien sea el autor de este escrito “pospaulino”. Pablo ha sufrido el martirio, sin duda; pero, como su Señor, sigue vivo y su historia se hace “memoria” viva. Él fue quien, “sacado” de su judaísmo, de su vida personal, de su manera de entender a Dios y la salvación, ha dado la vida por el evangelio, hasta la muerte.

II.2. Este “autoelogio” de Pablo es, desde nuestro punto de vista, una mímesis: “una imitación que se hace de una persona, repitiendo lo que ha dicho y remedándola en el modo de hablar y en gestos y ademanes, ordinariamente con el fin de ridiculizarla”. Esta definición del DRAE se ajusta en todo a esta mímesis, menos en el objetivo final. En el caso de nuestro texto, no es precisamente para ridiculizarla, sino para elogiar al “apóstol” que lo abandonó todo por el evangelio de la gracia y la salvación para todos los hombres. El autor quiere hacer ver a una comunidad cómo se sintió Pablo al final de su vida: desde luego, no desesperado, sino entregado en “libación” al Señor salvador de todos los hombres. La muerte, así, no es más que el camino que lleva a la verdadera vida. Pablo no hizo carrera en el cristianismo, sino que le ofreció a hombres y mujeres de todos los ámbitos religiosos y humanos la liberación de la angustia a la que estaban sometidos.

Evangelio: Mateo 16,13-19: La "confesión" de Pedro es la "piedra"

III.1. El texto de la confesión mesiánica de Pedro nos ofrece una de las lecturas más discutidas de la exégesis de Mateo. En su probable fuente, Mc 8,27ss, la confesión es de otro tono y, además, no están presentes las palabras sobre el “primado”. Es evidente que la tradición “católica” ha hecho un tipo de lectura que viene marcada por la sucesión apostólica de Pedro. Es, desde luego, de valor histórico que Simón, uno de los Doce, recibió el sobrenombre o apodo de Kefa (en arameo; kephas, en griego) y que sería traducido como Petros en griego, que significa “roca”. El que haya sido en este momento o en otro todo lo que se explica del sobrenombre en Mateo, no es relevante históricamente (pudo ser en otro momento cf Jn 1,42; Mt 4,18; 10,2), pero sí es significativo. Pedro pudo recibir este sobrenombre del mismo Jesús y haber sido llamado de esa manera durante su ministerio.

III.2. Pero el texto en cuestión de Mt 16,13-20 es campo de batalla entre católicos y protestantes. No lo debemos ocultar. Y las interpretaciones corresponden a las “tradiciones” cristianas de unos y de otros. Los católicos siempre interpretarán que “piedra” (petra) se refiere a Pedro (petros); los protestantes afirmarán que petra, por ser femenino, no se refiere a Pedro, sino a la confesión anterior: “tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. ¿Qué nos está permitido interpretar exegéticamente? La verdad es que las dos cosas son posibles. Pero hay muchos problemas por medio: ¿es una tradición unitaria? ¿son dos tradiciones unidas por el redactor de Mateo? Todas estas cosas quedan para un análisis crítico-literario-exegético de envergadura. En principio, nos parece más razonable interpretar que “sobre esta roca” ha de referirse a la confesión que Pedro acaba de pronunciar. Vendría a ser como decir que Simón recibe un nombre nuevo Petros, porque ha hecho una confesión decisiva y fundamental sobre la que ha de construirse (petra) la Iglesia.

III.3. Cada evangelista ha redactado la confesión de Pedro según sus preocupaciones teológicas y eclesiales. Las de Mateo están bien claras por el conjunto del texto de hoy. El problema, pues, sería si las palabras laudatorias de Jesús, después de la confesión de Pedro, son del mismo Jesús o de la Iglesia primitiva. Esto, desde luego, tiene divididos a los especialistas, aunque es más coherente pensar que la Iglesia posterior necesitó reivindicar la figura de Pedro como testigo cualificado y como “primero” entre los Doce. No deberíamos exagerar, como se hace frecuentemente, que los arameismos de las palabras laudatorias de Jesús nos llevan directamente a las mismas palabras de Jesús. De hecho, otros autores dan a entender que la construcción griega de estas palabras es más armónica de lo que parece; que no hay tanto arameismo en las mismas y que estamos ante la teología de un autor (en este caso Mateo) más que ante una “profecía” del Jesús histórico.

III.4. Estas palabras, pues, significan que Pedro ha de ser el defensor de la Iglesia contra todas las asechanzas a las que está y estará sometida. La pregunta es ¿dónde está fundamentada la Iglesia, en Pedro o en Cristo? En Cristo, claro está (cf 1 Cor 3,11; Ef 2,20), y es eso lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. Por lo mismo, no se puede echar sobre las espaldas del pescador de Galilea todo el peso de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo con su vida, con su entrega y su resurrección. Y otro tanto habría que decir de los sucesores de Pedro. De la misma manera, pues, la metáfora de “atar y desatar” se ha de interpretar en este tenor de defensa de la comunidad, del nuevo pueblo, de la Iglesia. Porque no debemos olvidar que esa misma metáfora la usará después Mt 18,15-20 para aplicarla a los responsables de la comunidad ante el pecado de los que son recalcitrantes y rompen la comunión.

III.5. En definitiva, el texto de Mateo, la fuerza del “tu es petrus” no debe hacernos olvidar que Pedro fue elegido por Jesús no para ser Papa, que es una institución posterior, reafirmada con la “infalibilidad” doctrinal, sino al servicio de la salvación de los hombres; aunque será inevitable tenerlo en cuenta en la historia de la interpretación del papado. Pero no podemos echar encima del texto de Mateo más de lo que dice y de lo que afirma; sin olvidar, además, la Iglesia o comunidad en la que aparece, una comunidad judeo-cristiana que necesitó de transformaciones muy radicales en confrontación con el judaísmo tradicional. Desde luego, los seguidores de Jesús que aceptamos el evangelio tenemos como “roca” de salvación la confesión de fe que hace Pedro. Pero no es la confesión de un hombre solitario y cargado de responsabilidad personal para “atar y desatar”, porque tiene las “llaves” del Reino de los cielos. Es la confesión de una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno de los cristianos o de cualquier hombre o mujer, no dependen de Pedro tampoco, sino de la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo, y a quien Pedro confiesa.

Miguel de Burgos, OP

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