Cultura Bíblica
El
Evangelio de hoy tiene una de las pocas narraciones de milagro durante el
tiempo de subida de Jesús hacia Jerusalén. En primer lugar analizaremos el
significado de ser curado de lepra. Posteriormente reflexionaremos sobre el
sentido de que fuera un samaritano el único que regresara a dar gracias.
La
lepra, aún en el presente, es una enfermedad incurable, gracias a Dios se ha
logrado controlar pero no es, todavía, curable. En los tiempos del Señor, y en
general durante toda la historia de la humanidad, la lepra fue una de las
enfermedades más temidas porque no se podía controlar, porque no se conocían
los medios de contagio, llevaba a sufrimientos terribles y por último a la
muerte.
En
los libros del Pentateuco, es decir, los cinco primeros libros del Antiguo
Testamento, existen muchas normas a propósito de la detección y tratamiento de
los leprosos. En el caso extraordinario de que alguien pudiera curarse, también
se prevé el ritual de purificación religiosa por el cual la persona podía
reintegrarse a la vida social y familiar.
Los
leprosos debían ser segregados del resto del pueblo. De hecho, cuando marchaban
por el desierto, María, la hermana de Moisés, enfermó de lepra y fue por ello
excluida del campamento. Expulsados de su propia familia y población, los
leprosos solían merodear en torno a las poblaciones con el fin de proveerse de
algún alimento, muchos de ellos se juntaban para protegerse.
Tal
parece ser el caso de los diez leprosos que le salieron al paso a Jesús. Un
primer aspecto que llama la atención es que el grupo no hiciera distinción de
pertenencias étnicas, había judíos y, al menos, un samaritano. Es algo
constatable que las desgracias, las enfermedades y las persecuciones suelen
derribar barreras económicas y sociales.
Los
leprosos se cuidaban unos a otros y en el caso del relato de hoy también
buscaban soluciones a su enfermedad en conjunto. La forma en que Jesús los sanó
está muy en consonancia con muchas otras curaciones realizadas por Él, a saber,
por medio de un mandato a la persona enferma. La curación no fue inmediata y
sorprendente, sino que implicó la fe de aquellos hombres que se pusieron en
camino hacia el Templo para presentarse a los sacerdotes y cumplir con el rito
de purificación.
Los
Samaritanos y los Judíos tienen como libro sagrado el Pentateuco. Sin embargo,
había entre ellos fuerte antagonismo debido a que los Judíos negaban ser del
mismo linaje que los Samaritanos. Por otra parte, sus centros de culto eran
diferentes, los judíos tenían como único templo el de Jerusalén, los
samaritanos, por su parte, adoraban a Dios en el monte Garizim.
El
hecho de que fuera el Samaritano el único que regresara agradecido y alabando a
Dios marca una crítica contra los judíos, los cuales en muchas ocasiones eran
ingratos o prepotentes con respecto a los otros pueblos.
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.512921915448055.1073742
El
Evangelio de hoy tiene una de las pocas narraciones de milagro durante el
tiempo de subida de Jesús hacia Jerusalén. En primer lugar analizaremos el
significado de ser curado de lepra. Posteriormente reflexionaremos sobre el
sentido de que fuera un samaritano el único que regresara a dar gracias.
La
lepra, aún en el presente, es una enfermedad incurable, gracias a Dios se ha
logrado controlar pero no es, todavía, curable. En los tiempos del Señor, y en
general durante toda la historia de la humanidad, la lepra fue una de las
enfermedades más temidas porque no se podía controlar, porque no se conocían
los medios de contagio, llevaba a sufrimientos terribles y por último a la
muerte.
En
los libros del Pentateuco, es decir, los cinco primeros libros del Antiguo
Testamento, existen muchas normas a propósito de la detección y tratamiento de
los leprosos. En el caso extraordinario de que alguien pudiera curarse, también
se prevé el ritual de purificación religiosa por el cual la persona podía
reintegrarse a la vida social y familiar.
Los
leprosos debían ser segregados del resto del pueblo. De hecho, cuando marchaban
por el desierto, María, la hermana de Moisés, enfermó de lepra y fue por ello
excluida del campamento. Expulsados de su propia familia y población, los
leprosos solían merodear en torno a las poblaciones con el fin de proveerse de
algún alimento, muchos de ellos se juntaban para protegerse.
Tal
parece ser el caso de los diez leprosos que le salieron al paso a Jesús. Un
primer aspecto que llama la atención es que el grupo no hiciera distinción de
pertenencias étnicas, había judíos y, al menos, un samaritano. Es algo
constatable que las desgracias, las enfermedades y las persecuciones suelen
derribar barreras económicas y sociales.
Los
leprosos se cuidaban unos a otros y en el caso del relato de hoy también
buscaban soluciones a su enfermedad en conjunto. La forma en que Jesús los sanó
está muy en consonancia con muchas otras curaciones realizadas por Él, a saber,
por medio de un mandato a la persona enferma. La curación no fue inmediata y
sorprendente, sino que implicó la fe de aquellos hombres que se pusieron en
camino hacia el Templo para presentarse a los sacerdotes y cumplir con el rito
de purificación.
Los
Samaritanos y los Judíos tienen como libro sagrado el Pentateuco. Sin embargo,
había entre ellos fuerte antagonismo debido a que los Judíos negaban ser del
mismo linaje que los Samaritanos. Por otra parte, sus centros de culto eran
diferentes, los judíos tenían como único templo el de Jerusalén, los
samaritanos, por su parte, adoraban a Dios en el monte Garizim.
El
hecho de que fuera el Samaritano el único que regresara agradecido y alabando a
Dios marca una crítica contra los judíos, los cuales en muchas ocasiones eran
ingratos o prepotentes con respecto a los otros pueblos.
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