
En su Ensayo sobre la política de Rousseau , el politólogo francés Bertrand de Jouvenel reivindica el acierto de Rousseau cuando éste sostenía que la asistencia del pueblo a ciertos espectáculos “nos acostumbran a impresiones vivas y conmovedoras” que nos impiden “moderar nuestros sentimientos”, con resultados desastrosos.
De Jouvenel escribe que, en esto, Rousseau fue profético:
“Quién osaría negar que el cine ha vuelto las almas más impresionables y más volubles, ha dispuesto los corazones a seguir sus impulsos más superficiales y a crear artificios, ha llenado los espíritus de imágenes falsas y les ha enseñado a dejarse engañar por simulaciones? ¿Quién no confesará que los hombres de hoy buscan en todas partes, y particularmente en la vida pública, la mentira novelesca y la emoción dramática a que la pantalla les ha formado el gusto?”
Sin este gusto así formado (o más bien, deformado), no se entiende el fenómeno Podemos (y no sólo).

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