(ZENIT – Roma).- El patriarca Louis Raphael I Sako, patriarca de Babilonia de los Caldeos, acompañado por el obispo auxiliar Basel Salim Yaldo, ha visitado cinco ciudades y aldeas de la Llanura de Nínive que han sido liberadas en las operaciones militares que tienen como objetivo reconquistar Mosul. Esta ciudad del norte de Irak, desde junio de 2014, es el bastión de los yihadistas del Estado Islámico (Daesh).
Sako –informa la agencia Fides– ha visitado las ciudades de Bartella, Karmles, Qaraqosh, Teleskof, Baqofa y Batnaya cuyos habitantes, casi todos cristianos, habían huido ante el avance de las milicias yihadistas, y que ahora, la mayoría de ellos, viven como refugiados en el Kurdistán iraquí.
Durante la visita – informan las fuentes del Patriarcado, consultadas por la Agencia Fides – el primado de la Iglesia caldea “se ha reunido con los responsables de las Fuerzas armadas iraquíes y de las tropas kurdas Peshmerga que está realizando una ofensiva en Mosul”. Asimismo también ha podido visitar algunas iglesias de estas ciudades, constatando en persona “las devastaciones que han sufrido durante la ocupación yihadista”, incluidos los túneles y refugios subterráneos excavados en los edificios de culto cristiano “que habían sido ocupados como bases logísticas de los milicianos del Daesh”.
Algunas zonas de las ciudades visitadas –asegura Fides– están cerradas y no se puede acceder debido a las minas anti-persona colocadas por los yihadistas antes de su retirada.
Por ello, el patriarca ha rezado, en cada una de las iglesias que ha visitado, para pedir que regrese “la paz y la estabilidad en la región”. Con su visita, el Primado de la Iglesia caldea ha querido recordar que “las ciudades liberadas en el pasado estaban habitadas por cristianos, expresando su esperanza de que regresen pronto los bautizados a las ciudades de la Llanura de Nínive”, definidas por el patriarca como “nuestra Tierra Santa”.
Finalmente, el patriarca ha lanzado de nuevo la propuesta de proclamar el 2017 como “Año de la paz en Irak”, promovido y sostenido por las Iglesias y comunidades cristianas a través de momentos de oración ecuménica y de iniciativas eclesiales y culturales compartidas, para alimentar la “cultura de la paz y de la convivencia” en el país martirizado por los conflictos sectarios.
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