(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La unidad entre los cristianos es una prioridad, porque “reconocemos que entre nosotros es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”. Así lo ha recordado el papa Francisco en el encuentro ecuménico celebrado este lunes por la tarde en el estadio de Malmö, con ocasión de su viaje a Suecia para conmemorar los 500 años de la Reforma. El Santo Padre llegó al la Arena de Malmö a 28 km de Lund, en un autobús pequeño junto con los dirigentes luteranos. Allí en la Arena de Malmo, la presencia de los inmigrantes latinoamericanos se hizo oír con coros y aplausos.
Así, el Papa ha precisado que el camino emprendido para lograr la unidad es “ya un gran don que Dios nos regala”, y gracias a su ayuda “estamos hoy aquí reunidos, luteranos y católicos, en espíritu de comunión, para dirigir nuestra mirada al único Señor, Jesucristo”. De este modo, ha observado que el diálogo “ha permitido profundizar la comprensión recíproca”, “generar mutua confianza” y “confirmar el deseo de caminar hacia la comunión plena”.
Tal y como ha señalado, uno de los frutos de este diálogo es la colaboración entre distintas organizaciones de la Federación Luterana Mundial y de la Iglesia Católica. Gracias a este nuevo clima de entendimiento, Caritas Internationalis y Lutheran World Federation World Service han firmado una declaración común de acuerdos, con el fin de “desarrollar y consolidar una cultura de colaboración para la promoción de la dignidad humana y de la justicia social”. Por eso el Papa ha querido saludar cordialmente a los miembros de ambas organizaciones que, en un mundo fragmentado por guerras y conflictos, “han sido y son un ejemplo luminoso de entrega y servicio al prójimo”.
Antes del discurso del Santo Padre se escucharon varios testimonios, sobre “cómo en medio de tantos desafíos entregan la vida día a día para construir un mundo que responda cada vez más a los designios de Dios”.
Y haciendo referencia a uno de los testimonios sobre la creación, el Pontífice ha compartido su “consternación por los abusos que dañan nuestro planeta, nuestra casa común”, y que “generan graves consecuencias también sobre el clima”.
Asimismo ha subrayado que “los mayores impactos recaen a menudo sobre las personas más vulnerables y con menos recursos”, y “son forzadas a emigrar para salvarse de los efectos de los cambios climáticos”. Por eso Francisco ha recordado que “nuestro estilo de vida”, “nuestros comportamientos” deben ser coherentes con nuestra fe. Estamos llamados a cultivar –ha añadido– una armonía con nosotros mismos y con los demás, pero también con Dios y con la obra de sus manos.
Monseñor Héctor Fabio habló del trabajo conjunto que católicos y luteranos realizan en Colombia. Es una buena noticia –ha precisado el Santo Padre– saber que los cristianos se unen para dar vida a procesos comunitarios y sociales de interés común. Asimismo, ha pedido una oración especial “por esa tierra maravillosa” para que, con la colaboración de todos, se pueda llegar finalmente a la paz, tan deseada y necesaria para una digna convivencia humana.
Otro de los testimonios una señora africana, Margarite, hizo referencia al trabajo que desarrollaba en favor de los niños víctimas de tantas atrocidades y el compromiso con la paz. Es algo admirable y, a su vez, “un llamado a tomar en serio innumerables situaciones de vulnerabilidad que sufren tantas personas indefensas, aquellas que no tienen voz”, ha asegurado el Papa. Lo que tú consideras como una misión –ha dicho el Santo Padre a la mujer que dio su testimonio– ha sido una semilla que ha generado abundantes frutos, y hoy gracias a esta semilla, miles de niños pueden estudiar, crecer y recuperar la salud. Así, le ha dado las gracias le exhortó que “incluso en el exilio”, siga comunicando un mensaje de paz.
Finalmente, hablando a Rose, que ha testimoniado cómo “sacar provecho al talento que Dios le ha dado a través del deporte”, el Santo Padre ha recordado que “todos pueden descubrir esa condición maravillosa de ser hijos de Dios y el privilegio de ser queridos y amados por Él”.
El Santo Padre ha aprovechado para agradecer a todos los Gobiernos que “asisten a los refugiados, a los desplazados y a los que solicitan asilo”, porque todas las acciones en favor de estas personas que tienen necesidad de protección representan “un gran gesto de solidaridad y de reconocimiento de su dignidad.” De este modo ha asegurado que para los cristianos, “es una prioridad salir al encuentro de los desechados y marginados de nuestro mundo”, y “hacer palpable la ternura y el amor misericordioso de Dios, que no descarta a nadie, sino que a todos acoge”.
Francisco ha hecho también referencia a Alepo, “ciudad extenuada por la guerra, donde se desprecia y se pisotean incluso los derechos más fundamentales”. Así, ha observado que las noticias refieren cotidianamente “el inefable sufrimiento causado por el conflicto sirio, que dura ya más de cinco años”. Por eso ha reconocido que en medio de tanta devastación, “es verdaderamente heroico que permanezcan allí hombres y mujeres para prestar asistencia material y espiritual a quien tiene necesidad”.
Y así, ha indicado que es admirable también que el obispo Antoine, que vive en esta ciudad y después de las palabras del Papa dará su testimonio, siga “trabajando en medio de tantos peligros para contarnos la dramática situación de los sirios”. Por ello, el Santo Padre ha invitado a pedir “la gracia de la conversión de los corazones de quienes tienen la responsabilidad de los destinos de aquella región”.
Finalmente, el Pontífice ha invitado a los presentes a no dejarse “abatir por las adversidades”. Y ha exhortado para que estas historias “nos motiven” y “nos den nuevo impulso para trabajar cada vez más unidos”. Cuando volvamos a nuestras casas –ha pedido Francisco– llevemos el compromiso de realizar cada día un gesto de paz y de reconciliación, para ser testigos valientes y fieles de esperanza cristiana.
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