(Vaticannews.va) El arzobispo de Adelaida (Australia), Philip Wilson, ha sido condenado a 12 meses de prisión por encubrir al sacerdote James Fletcher, quien abusó de niños en los años 70 y con quien colaboró en la diócesis de Maitland-Newcastle. El sacerdote murió en prisión en 2006, después de aproximadamente un año de prisión, a la edad de 65 años.
El caso salió a la luz el pasado 22 de mayo, cuando el arzobispo Wilson, de 67 años, fue hallado culpable por no haber denunciado a la Policía estos abusos, convirtiéndose así en el miembro de mayor rango de la Iglesia Católica hallado culpable de encubrimiento en casos de pederastia. El próximo 14 de agosto los jueces decidirán si cumple la pena en la cárcel o bajo arresto domiciliario, pues Philip Wilson padece problemas de salud.
Obispos australianos garantizan seguridad en la vida católica frente a los abusos
Mediante un comunicado, los obispos australianos han declarado que esperan que esta condena pueda dar «una sensación de paz y curación a los abusados por el sacerdote fallecido» y reconocen que los efectos del abuso sexual «pueden durar toda la vida». «Se necesita un gran coraje para que los sobrevivientes se acerquen a contar sus historias» dicen los obispos y aseguran que gracias a ellos han podido aprender la lección de su «vergonzosa historia de abuso y ocultamiento».
Comunicado en el que han garantizado seguridad: «La Iglesia australiana ha realizado cambios sustanciales para garantizar que el abuso y la cobertura ya no sean parte de la vida católica y que los niños estén seguros en nuestras comunidades» y también su compromiso: «de trabajar con aquellos en la Iglesia y en la sociedad que están tratando de implementar estándares de salvaguardia fuertes y consistentes» en Australia.
Declaraciones del nuevo Administrador Apostólico de Adelaida
El obispo Greg O'Kelly, nombrado por el Papa Francisco el pasado 3 de junio Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Adelaida también ha intervenido, asegurando que «debemos ser conscientes del impacto en los sobrevivientes, en sus familias y en todos aquellos que los aman». «Fui testigo de la angustia y el dolor de las víctimas» –dice el obispo– y pide que la Iglesia continúe haciendo todo lo posible para escuchar y apoyar a las víctimas, pues es fundamental «nuestro compromiso con la seguridad de cada niño en nuestra Iglesia y en nuestras escuelas», concluye.
Publicar un comentario