Jesucristo: Capítulo 4: Los principales nombres de Jesús
Jesucristo
Autor: P. Antonio Rivero, L.C.
Capítulo 4: Los principales nombres de Jesús
Leyendo los Santos Evangelios nos sorprende la variedad de nombres que se le dan a Cristo, ya sea por parte de los evangelistas o porque el mismo Cristo se los aplica a sí mismo: Camino, Verdad, Vida, Pastor, Rey, Luz, Pan, Maestro, Compañero de camino, Resurrección, Vida, Salvador, Mesías, Cordero de Dios, etc.. Esto nos demuestra la riqueza inmensa que encierra el corazón de Cristo. Acerquémonos, pues, al Evangelio para descubrir la hondura y profundidad de su Amor.
A lo largo de los Evangelios podemos descubrir diversos títulos de Jesús. Todos nos demuestran que ha sido el hombre más grande de la historia. Muchos hombres han sido admirados, pero no siempre amados. Jesucristo es el único hombre que ha sido amado más allá de su tumba. A los dos mil años de su muerte, legiones de hombres y mujeres, dejando su familia paterna y su familia futura, sus riquezas y su Patria, despojándose de todo, han vivido sólo para Él. Jesucristo ha sido amado con heroísmo. Millares y millares de mártires dieron por Él su sangre. Millares y millares de santos centraron en Él su vida. Jesús ha sido también el hombre más combatido de la humanidad. ¿Qué tendrá este hombre que murió hace dos mil años y hoy molesta a tantos vivos? ¿Qué tendrá este hombre que sigue enterrando a sus mismos enemigos y Él sigue vivo? ¿Quién es Jesús?
Fray Luis de León ha escrito lo siguiente: "Vienen a ser casi innumerables los nombres que la Escritura divina da a Cristo, porque le llama León y Cordero, y Puerta y Camino, y Pastor y Sacerdote, y Sacrificio y Esposo, y Vid y Pimpollo, y Rey de Dios y Cara suya, y Piedra y Lucero, y Oriente y Padre, y Príncipe de Paz y Salud, y Vida y Verdad, y así otros nombres sin cuento".20
¿Quién es, pues, Cristo?
Aún resuena en nuestros oídos la pregunta que el mismo Cristo formuló hace dos mil años: "¿Quién decís que soy Yo?" (Mateo 16, 16-17).
A esta pregunta respondió su mismo Padre celestial, respondió la gente que le vio y le escuchó y respondió el mismo Jesús.
1. ¿Qué dijo de Jesús su Padre celestial?
"Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto" (Mc 1,10): se lo dijo el día del bautismo en el Jordán, antes de comenzar la predicación del Reino de Dios. ¿Qué habrá experimentado el corazón de Jesús al escuchar de su mismo Padre celestial estas hermosas palabras, llenas de cariño y de amor? ¡Qué ánimo y aliento no habrá sentido Jesús al oírlas! Sentirse el Hijo amado, el predilecto era un motivo de tanta alegría y gozo interior para Jesús. Jesús es el predilecto porque hace siempre y con amor la Voluntad de su Padre.
"Este es mi Hijo amado, mi predilecto, escuchadlo" (Mt 17, 5); lo dijo el día de la transfiguración en el monte, antes de su pasión y muerte. Aquí añade un desafío para todos nosotros: escuchar a su Hijo. Escucharlo porque Él es la Palabra del Padre, el que trae el mensaje de parte del Padre. Escuchar implica apertura interior, cerrar los oídos a los demás ruidos. Escuchar para que esa Palabra se meta en lo profundo de nuestro corazón, nos alimente, nos interpele, nos convierta, nos arda, nos queme y llegue a ser un volcán que salga después en erupción y alcance su lava a todos los que están a nuestro lado.
Este Hijo es distinto a los hijos de los hombres. Corría el siglo III cuando el obispo de Antioquía de Pisidia, san Acacio, fue llevado a la presencia del cónsul Marciano. Le preguntó éste:
Así, pues, según dices, ¿tiene Dios un hijo?
Sí que lo tiene.
Y, ¿quién es ese hijo de Dios?
El Verbo de verdad y gracia...
Pues dime su nombre.
Su nombre es Jesucristo.
Y, ¿qué diosa lo concibió?
Dios no engendró a su Hijo uniéndose al modo humano con una mujer..., sino que el Hijo de Dios y el Verbo de la verdad salió del corazón de Dios.
2. ¿Qué dijeron los demás de Jesucristo?
Jesús
San Mateo nos dice así, de parte del ángel: "Le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21). Son palabras del ángel a José. Este nombre expresa la misión del Hijo de Dios al encarnarse. Revela el motivo de la encarnación. Jesús en lengua hebrea se dice Yehoshuah y quiere decir Yahvéh salva, Dios salva; quiere decir, pues, Salud-dador.
Este el nombre que resume todos los demás que enunció Fray Luis de León. Es el nombre más suave. Así lo dirá san Bernardo: .
¡Jesús! No existe bajo el cielo otro nombre, dado a los hombres, en el cual hayamos de salvarnos (Act 4,12).
Manuel de Iribarne cuenta la muerte trágica de Francisco Pizarro diciendo: "Pizarro quedó solo en medio de sus enemigos, que arremetieron contra él sin compasión. Atacado por todas partes, el viejo soldado se mantuvo en pie defendiéndose durante algún tiempo, hasta que su nervudo brazo se rindió a la fatiga, incapaz de sostener la espada. Martín Bilbao le asestó entonces una furiosa cuchillada en el cuello, que dio con él de bruces sobre las losas. Un surtidor de sangre caliente brotó de su garganta. Al caer, el conquistador del Perú pidió confesión a voces. Dícese que antes de lanzar su postres aliento, como español y como cristiano, trazó una cruz con su propia sangre en el suelo -única firma que usó en vida- y luego la besó devotamente. Un tenue y suspirado ¡Jesús! Se escapó de sus labios".21
Un nombre, pues, que trae consuelo y confianza incluso en el mismo trance de la muerte trágica.
Jesús, Cordero de Dios
Así lo nombró Juan Bautista a orillas del Jordán (cf Jn 1, 29). ¿Qué quiso significar Juan? Tal vez estaba indicándolo como el verdadero Cordero Pascual (cf Ex 12,6), o tenía en mente el cordero del sacrificio cotidiano en el templo (cf Ex 29,38); o tal vez al Siervo de Yahvéh, de Isaías, llevado al matadero como corderito mudo (cf Is 53, 6,7); podía también querer resaltar su cualidad de inocencia o su disposición al sufrimiento.
Es Cordero que quita el pecado del mundo, no sólo que lo lleva. Y san Juan dice que quita y no que quitará, para indicar y significar la virtud natural de Cristo de quitar los pecados.
Jesús, Profeta
"Este es el profeta Jesús, de Nazaret en Galilea" (Mt 21, 9-11). Jesús fue el Profeta esperado. ¿Qué es una profecía? Es un conocimiento impreso en la mente del profeta mediante una revelación divina; es una señal de la divina presciencia.
¿Qué clase de profeta: taumaturgo (que obra milagros), reformador, mesiánico?
Jesús no rechaza el intento popular de colocar su obra y su personalidad dentro del marco de profetismo, pero la supera porque no sólo anuncia la venida del Reino, sino que la realiza en Él mismo. Es profeta, también, porque es rechazado y perseguido; así supera la imagen del profeta mesiánico nacionalista, apocalíptico y espectacular.
Como Profeta Jesús tuvo conocimiento del corazón del hombre. Conocía lo que había en el corazón de Natanael (cf Jn 1, 43). Conocía los pecados de la samaritana (cf Jn 4, 17-18). Conocía las murmuraciones internas de los escribas cuando sana al paralítico (cf Lc 9, 46). Conocía los juicios del fariseo cuando la pecadora lava sus pies con lágrimas (cf Lc 7, 36-50). Conocía la traición de Judas (cf Jn 13, 27). ¡Él conocía lo que hay en el corazón del hombre!
Pero Jesús fue más que un Profeta. Y con sus profecías demostró que era enviado de Dios y además demostró que era Dios.Todo cuanto Él decía lo sabía como Dios y también como Hombre.
Jesús, Mesías
Elegido y ungido por Dios y enviado con una misión. Jesús no sólo no usa el término de Mesías, sino que positivamente tiene una actitud de ocultamiento y reserva en este sentido. Impone silencio a los demonios para que no lo descubran como Mesías (Cf Mc 1, 33; 3, 12; Lc 4, 41).
Pero ocurre también que a Jesús le preguntan si es Él el Mesías y responde diciendo: "Sí, pero...; sí, pero no del modo como vosotros pensáis".. Su mesianismo va a escandalizar, va a defraudar a muchos, va a ser signo de contradicción, una piedra de escándalo para los judíos.
Cristo había sido reacio a confesar públicamente su identidad mesiánica. Tenía el peligro de que le entendieran en sentido político-nacional, cuando su misión era otra muy distinta. Y cuando lo confesó públicamente en la Pasión, ante el sumo sacerdote, fue tratado de blasfemo.
Jesús, Hijo de David
Jesús no se lo aplica nunca espontáneamente, aunque tampoco lo niega cuando se lo atribuyen (Mt 21, 9-15). La muchedumbre lo considera como hijo de David (Mt 12, 23-27; Mc 10, 47-48; Lc 18, 38-39); pero Jesús no reivindica dicho título, como si tuviese miedo a la exaltación política que ello traería consigo. Era en tiempos de Jesús uno de los títulos de más acusado trasfondo político.
Jesús, el Hijo del hombre
Tiene estos sentidos:
Primero: Hijo del hombre en clara referencia al texto de Daniel (7, 9-14). Con ellos viene a indicar que su mesianismo es divino. En efecto, el hijo del hombre es preexistente, proviene del cielo y aparece junto al anciano sobre la nube, lugar de las manifestaciones de Dios.
Segundo: Jesús, al usar el título de hijo del hombre, lo hace en conexión con la función del siervo de Yavé, en cuanto que su mesianismo de origen divino y trascendente se realiza con la misión de redimir a la humanidad (Mateo 20, 28), perdonar los pecados, juzgar, consolar a los pecadores. Jesucristo emplea este título ochenta y dos veces.
Tercero: Hijo del hombre por ser verdadero hombre. Es el hijo de hombre más extraordinario de todos. Hijo de hombre porque sufrirá todo tipo de humillaciones, porque no tendrá donde reclinar la cabeza. Une la función del Hijo del Hombre con la del siervo de Yavé humillado, servidor y sufrido.
Jesús, Maestro
Es curioso ver que de un total de cincuenta y ocho veces en que aparece la palabra "maestro" en el Nuevo Testamento, cuarenta y ocho se encuentran en los evangelios, y cuarenta y uno referido a Jesús. En muchas ocasiones se dice en el evangelio que Jesús "enseña" a los discípulos y a la gente. La actividad pública de Jesús se caracteriza por su enseñanza, por lo que parece justificado hablar respecta a Él designándolo como "Maestro".
Jesús enseña en los lugares públicos de carácter religioso, dirigiéndose a la gente que allí se reúne: en la sinagoga los días de sábado y en el área del templo.22
Ocasionalmente los evangelios mencionan la actividad de enseñanza al aire libre,23
a la orilla del mar24
o en las plazas de la aldea.25
La instrucción de Jesús se dirige a la gente sin distinción alguna o a los discípulos por separado.26
La forma de enseñanza de Jesús corresponde a la de la tradición bíblica, sapiencial y de las escuelas judías: sentencias proverbiales, semejanzas, parábolas, etc.
Este título de Jesús Maestro será objeto de todo un capítulo más adelante.27
Jesús, Señor
Superior a todos, de condición divina. El título "Señor" se refiere más directamente a las relaciones de Cristo con nosotros. La función magisterial de Jesús, según el primer evangelista, tiende a coincidir con la de "Señor" de los discípulos, hasta el punto de que ninguno de ellos puede arrogarse el título de "maestro".28
En concomitancia con esta acentuación del papel autorizado de Jesús en el evangelio de Mateo, los discípulos se dirigen a Jesús dándole el título de "Señor", mientras que son los demás, los de fuera, los que llaman a Jesús "maestro". También el evangelio de Lucas revela esta tendencia a reservar el uso del título "maestro" para los que son extraños al grupo de los discípulos, mientras que estos últimos llaman a Jesús "Señor.29
Jesus, Hijo de Dios
Jesús al presentar al Padre, indirectamente se está revelando a sí mismo como el Hijo en un sentido único y trascendente. No es que busque su gloria al revelarse como el Hijo; es que al revelar la gloria del Padre, inevitablemente revela la suya propia.
Es en el evangelio de san Juan donde Jesús se presenta como el Hijo en un sentido único y trascendente. La relación única entre ambos la presenta mediante un conocimiento mutuo único (Jn 1, 18: 10, 15; 17, 25), un amor recíproco también exclusivo (Jn 5, 20; 14, 31; 17, 24.26), mediante la unidad de ambos en la acción (Jn 5, 17.19.20.30), que hace que los dos sean una misma cosa (Jn 14, 10; 17, 21-22). De este modo, quien honra al Padre honra al Hijo (Jn 5, 22-27), y quien ve al Hijo ve igualmente al Padre.
Este es el secreto de la vida íntima de Jesús: su filiación divina. Hay en él, junto a su condición divina, una atracción continua del Padre, un deseo de estar a solas con Él; deseo que a veces sólo puede cumplir quedándose toda la noche de oración tras una jornada agotadora de actividad. Parece como si la esencia misma de la personalidad de Jesús fuese su relación con el Padre. Era algo obsesivo en Él. Incluso le llamaba "abbá", papá, expresando así la conciencia de su filiación divina.
Jesús nos ha introducido por adopción en la relación única filial que él mantiene con el Padre. Ser cristiano es ser hijo en el Hijo.
Jesús, Mesías, el Hijo de Dios vivo30
Jesús no se autodesigna nunca como el "mesías". Son los otros, los discípulos o la gente quienes lo llaman mesias, christós, o con fórmulas equivalentes como "hijo de David".
No sólo Jesús no se presenta nunca como "mesías", sino que se muestra reticente y en algunos casos contrario frente a semejante reconocimiento por parte de los demás. Incluso cuando Pedro le confesó como Mesías, les impuso a todos los apóstoles severamente que no hablasen de él a nadie (cf. Mc 8, 30). Se trata del famoso secreto mesiánico. ¿Por qué? Porque había tendencia de entender el término "mesias" desde el punto de vista demasiado político y social. Y Jesús quería evitar a toda costa ese significado. No es un mesías político ni social, sino un mesías espiritual, un ungido de Dios, que nos salvó del pecado a través de su pasión y muerte en la cruz. No vino a instaurar un mesianismo nacionalista judío. Incluso la fuerte acentuación religiosa de su proyecto, que incluye una nueva imagen de Dios-Padre que acoge a los pobres, a los pequeños y desamparados, a los pecadores y a los extranjeros, choca abiertamente con la visión de un mesianismo político. Además, la propuesta de una síntesis ética que se caracteriza por el amor gratuito y universal que abraza incluso a los enemigos no se presta a la realización de un programa mesiánico de tipo revolucionario y socializante.
De hecho, Jesús con sus opciones y sus tomas de posición defraudó las esperanzas mesiánico-nacionalistas.
Jesús, Salvador
Jesucristo vino a salvar al hombre, no tanto a las circunstancias molestas. Por eso, aún con la venida de Cristo Salvador, perdura el mal en el mundo, sobre todo el mal físico (cf. Mt 19, 12-13; Mc 1, 14-15).Vino a salvar a todo el hombre: sea en el alma, sea el cuerpo. Y vino a salvar a todos los hombres (cf. Mt 28, 19-20). Esa salvación supuso un cambio interior del hombre. La salvación de Cristo nos hace hombres nuevos.
¿Cómo nos salvó? Encarnándose, muriendo por nosotros, satisfaciendo y reparando nuestro pecado.
Nosotros recibimos la salvación reconociéndonos pecadores, abriéndonos a esa salvación en los sacramentos. Estamos llamados a ser co-salvadores con Cristo, mediante nuestro sacrificio, nuestro apostolado directo.
3. ¿Qué dijo Jesús de Sí mismo?
Yo soy (Jn 8,24; Jn 8,28); 8, 58; Jn 13,19): significa existencia, identidad, autenticidad, veracidad, unidad, coherencia. Detrás de esa definición se esconde esta gran verdad: Jesús es la Existencia que da la existencia y consistencia a todo lo demás. Quien se une a Jesús, quien lo sigue, quien trata de imitarlo será una persona que viva en la verdad, autenticidad, identidad consigo mismo. Y evitará la duplicidad, la doblez de vida, las fisuras, los resquebrajamientos, la esquizofrenia.
Yo soy el Camino (Jn 14,6): camino para ir al Padre, camino para entender al Padre, camino para entender la verdad profunda del hombre, camino para la realización humana, camino para la solución a todos los problemas socioeconómicos y culturales. Quien se aparta de este Camino se perderá, tropezará, se desviará y no llegará nunca al puerto de la salvación y de la felicidad eterna. Quien sigue este Camino, que a veces es arduo y empinado, llegará, aunque llegue cansado, sin fuerzas y arrastrándose. Él es el Camino y el gozo al fin del camino, pues nos está esperando al final con los brazos abiertos.
Yo soy la Verdad (Jn 14,6): Ha venido a traer la Verdad de Dios, la Verdad del mundo, la Verdad del hombre, la Verdad de las cosas materiales, la Verdad del sufrimiento, la Verdad de la muerte, la Verdad del más allá. Quien se aparta de esta Verdad, caerá en el error, en la mentira, en la incoherencia, en la inautenticidad. Quien sigue a esta Verdad, la ama, la vive, la defiende, podrá sentirse libre, pues "la verdad os hará libres".
Yo soy la Vida (Jn 11, 25 y 14,6): Ha venido a traer la vida divina, de la que Él disfrutaba al lado del Padre. Y esa vida divina nos viene a través de los sacramentos y de la oración. Quien no se acerca a Jesús experimentará tarde o temprano los síntomas de la muerte. Quien sigue a Jesús, que es Vida, no morirá jamás, sino que vivirá eternamente. Es promesa de Jesús. Y Él cumple, porque es la Verdad.
Yo soy la Resurrección (Jn 11,25): Así como Él resucitó, así también nosotros, si creemos en Él, si lo seguimos, si lo amamos, resucitaremos. Y resucitaremos con nuestros mismos cuerpos. Y estos cuerpos se unirán a nuestras almas inmortales, para nunca más morir. Y unidos cuerpo y alma se formará, una vez más, nuestra persona, ya gloriosa y transfigurada, cuyo único objetivo será alabar, amar y servir a Dios en esos cielos nuevos.
Yo soy la Luz del mundo (Jn 8,12): Antes de su venida, una espesa oscuridad se cernía sobre el mundo y Él vino a traer la Luz del cielo, donde todo es transparencia, luminosidad, claridad. Quien sigue a Jesús no tropezará ni caerá, porque Él ilumina nuestro sendero. Quien sigue a Jesús no tendrá frío, porque su luz es calor para el alma.
Yo soy el Buen Pastor (Jn 10, 11): Hay tres tipos de pastores: el bueno, el malo y el mercenario. El pastor mercenario es asalariado, no busca el bien de las ovejas, sino que se sirve de las ovejas para su propio provecho; no ama a las ovejas, ama el oro que le pagan por cuidarlas. El pastor malo es el ladrón que salta la valla para robar. Y el Buen Pastor es el que da la vida por sus ovejas; es Cristo. Y será Buen Pastor quien se configura con el único Pastor y está dispuesto a dar la vida por las ovejas. ¿Qué hacer ante estos tres tipos de pastores? Debemos reconocer al Buen Pastor para amarlo, respetarlo, obedecerle; al mercenario hay que tolerarlo31
; al ladrón, evitarlo, porque si no lo evitamos, nos roba el alma32
.
Yo soy la Puerta de la ovejas (Jn 10,7 y 9): puerta por la que se entra y se sale y por la que entran tanto las ovejas como los pastores, aunque no todos los pastores, sino sólo los verdaderos. Significa que Él es la Puerta de la Vida y el Camino de la Redención. Es el único mediador entre Dios y los hombres. Es la Puerta para entrar en la Casa del Padre. Es la Puerta para entrar en el Banquete celestial. Es la Puerta para entrar en la Vida eterna y feliz. Otras puertas conducen tal vez al vacío, a la violencia, a la nada, a la muerte. Quien es pastor lo único que debe hacer es hacer que sus ovejas pasen por esta Puerta que es Jesús. Quien es oveja lo único que debe hacer es hacer caso al Buen Pastor y a los pastores que le representan y entrar por esa Puerta, desoyendo la voz de los ladrones que saltan la tapia, porque quieren matar y robar. Y entrando, tendrán vida y vida en abundancia.
Yo soy el Pan de la vida (Jn 6, 35 y 48): ¡Qué atrevimiento! Darse Él como Comida, en cuerpo y sangre, alma y divinidad. ¡Nadie habló como Él! Pan porque es el elemente más sencillo, lo que nunca falta en la mesa de los pobres. Pan porque se puede partir, compartir y repartir. Pan que pide ansia interior de esa comida espiritual y corazón limpio. Pan que nutre al débil, que consuela al triste. Pan que se hace uno con nosotros; o, mejor, nosotros nos hacemos uno con ese Pan y podemos entrar en intimidad y unión tal, que nadie podrá separarnos. Eso es la Comunión, la común unión con Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.
Yo soy la Vid verdadera (Jn 15, 1): La Vid es la que da savia y alimento y fruto a los sarmientos. Los sarmientos somos nosotros. Sólo quien está unido a esa Vid tendrá vida y no se secará. Quien no está unido a esa Vid, se seca, se corta, se arroja fuera y se quema. ¿Para qué sirve, si no? ¿Queremos dar frutos en la vida personal, en la vida familiar, en la vida social? Unámonos a esta Vid. E injertemos a esta Vid a esos sarmientos que tal vez se desgajaron o se dejaron desgajar, consciente o inconscientemente.
Yo soy Rey (Jn 18, 37): No un rey temporal, político, social que subyuga, esclaviza a sus súbditos. Más bien, es un Rey pobre pobre materialmente, pero rico espiritualmente; es un Rey entregado a la Causa encomendada por el Padre; es un Rey humilde, pero consciente de su Realeza. Es un Rey que sirve, sale de palacio para caminar por nuestros caminos polvorientos y ver las necesidades de cada uno de sus súbditos y así poner soluciones. Nuestro Rey sufre nuestras miserias y dolores y los comparte. Es un Rey especial, porque tiene como trono, la cruz; como cetro, la verdad; como ley, el amor y el perdón; como vestidura, la humildad y la pureza; como corona, una de espinas labrada con todos los pecados nuestros. Su Reinado son las naciones, las familias, cada corazón, donde Él quiere reinar, si le dejamos. No quiere que nadie quede fuera de su Imperio de amor y de paz. Este Rey pide súbditos fieles y felices de enarbolar su bandera, de servirle, de transmitir su ley y su mensaje. Estos súbditos fieles no cambian este Rey Jesús ni por el rey de copas, que sería el rey-placer, ni por el rey de oros, el rey-dinero, ni por el rey de bastos o de espada, el rey-violencia. Dicen "Viva Cristo Rey" con los labios y con la vida. No quiere ni súbditos infieles ni cobardes o mediocres, que viven éstos últimos en el ejército de Cristo, pero no luchan, no trabajan, no se esfuerzan, por seguir la ley del mínimo esfuerzo, de la queja continua, del sabotaje y de la mentira.
4. Otros títulos
Siervo de Yavé: que está íntimamente unido a Dios y que sufrirá por nosotros.
Sumo sacerdote: que es el puente más directo para unirnos a Dios.
Mediador: intermediario ante Dios de nuestras necesidades.
Juez: que juzgará en el último día.
Santo de Dios: hijo de Dios.
CONCLUSIÓN
Todos estos títulos nos demuestran la riqueza escondida en Jesús, el Hijo de Dios. Es la riqueza que Dios Padre quiso compartir con la humanidad. Cada uno de nosotros va haciendo a lo largo de la vida diversas experiencias de Jesucristo. Lo importante es estar abierto a este Pozo insondable y acercarnos cada día a sorber aunque sólo sea una gota de su agua saciativa y refrescante.
Ojalá terminemos nuestra vida con el nombre de Jesús en nuestros labios y en nuestro corazón. Con solo escuchar este nombre el alma se pacifica, el corazón se enardece y se ensancha. ¿Cómo no predicarlo por todos los rincones del mundo? En Él está la salvación.
En su obra, "Los nombres de Cristo", I.
Manuel de Iribarne, Los grandes hombres ante la muerte, Ed. Montaner y Simón, Barcelona 1935, p. 127
Cf. Mc 1, 21; 6, 2; 14, 49; Jn 6, 59; 7, 14; 18, 20
Cf. Mt 5, 2; Mc 6, 34
Cf. Mc 2, 13; 4, 1
Cf Lc 13, 26regresar
Cf. Mc 2, 13; 8, 31; 9, 31
Capítulo 20
Cf. Mt 23, 8.10
Cf. Lc 8, 24
Cf. Mt 16, 16; Mt 26, 63; Mt 22, 42; Mc 15, 32; Lc 23, 35
Verdad es que algunos predican el Evangelio no con recta intención sino por torpe lucro, pero al menos el nombre de Jesucristo es anunciado (cf Fil 1, 15-18); aunque su corazón esté partido y aunque en el fondo sean estériles, el nombre de Jesús es predicado. De éstos se nos dice que hagamos lo que dicen pero no lo que hacen (cf Mt 23, 3). Dios sabe escribir derecho aun con líneas torcidas.
Serían todos los que fueron pastores, pero se dejaron atrapar por la herejía, tergiversan a Cristo, no lo reconocen como Único Salvador, lo falsifican, lo deforman, lo aguan. Entran al aprisco para robar y atrapar a esas ovejas y llevárselas a su redil.


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