Mientras el Coro de la Capilla Sixtina entonaba en el interior de la Basílica el villancico “Adeste Fideles”, el Santo Padre salió al exterior de la Plaza y se acercó hasta el obelisco egipcio situado en el centro, donde se alza el árbol de Navidad y se encuentra el Pesebre. El Pontífice saludó durante varios minutos a los fieles allí congregados, a pesar de las bajas temperaturas registradas en Roma.
Ya ante el Pesebre, el Pontífice adoró al Niño y rezó brevemente en silencio, y dio gracias por todos los signos de generosidad divina.
Tras la oración, se acercó a los restos de la cruz de una de las iglesias de Amatrice destruida durante el terremoto del 24 de agosto que afectó a diversas localidades del centro de Italia, y que fueron depositados junto al Pesebre. También se aproximó a la barca situada en memoria de los migrantes y refugiados que han dejado su vida en las aguas del Mar Mediterráneo en su intento de alcanzar las costas europeas.
En la homilía de la Misa celebra minutos antes, el Papa Francisco afirmó que “hoy frente al niño de Belén queremos admitir la necesidad de que el Señor nos ilumine, porque no son pocas las veces que parecemos miopes o quedamos presos de una actitud altamente integracionista de quien quiere hacer entrar por la fuerza a otros en sus propios esquemas. Necesitamos de esa luz que nos haga aprender de nuestros propios errores e intentos a fin de mejorar y superarnos; de esa luz que nace de la humilde y valiente conciencia del que se anima, una y otra vez, a levantarse para volver a empezar”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 31 de diciembre de 2016
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