(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El desarrollo de terapias farmacológicas y el fuerte compromiso a nivel mundial promovido por muchos organismo y realidades nacionales e internacionales, con la Iglesia católica en primera línea, han infligido, en los últimos decenios, un duro golpe a la lepra. Así lo asegura el prefecto del dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, en el mensaje publicado con ocasión de la 64ª Jornada Mundial de la Lucha contra la lepra, que se celebra este domingo, 29 de enero.
La lepra, que en 1985 afligía en el mundo a más de 5 millones de personas, hoy cuenta con unos 200 mil nuevos casos al año pero “todavía hay mucho, muchísimo, por hacer”, asegura el purpurado.
Cada nuevo caso de enfermedad de Hansen “es demasiado”, y lo es también “cualquier forma de estigma para esta enfermedad”, lamenta. Del mismo modo es demasiado “toda ley discriminatoria con los enfermos” afectados por la lepra, así como “todo tipo de indiferencia”. Por otro lado, el cardenal subraya que dado su rol, “es importante que los líderes de todas las religiones, en sus enseñanzas, escritos y discursos, contribuyan a la eliminación de la discriminación contra las personas golpeadas por el Morbo de Hansen”.
En esta misma línea, el mensaje recuerda que también es necesario “garantizar curas físicas y psicológicas a los pacientes durante y después del final del tratamiento”.
Tenemos que –exhorta el cardenal– comprometernos todos y a todos los niveles para que, en todos los países, se modifiquen las políticas familiares, laborales, escolares, deportivas y de todo tipo que discriminan directa o indirectamente a estas personas.
El prefecto asegura que es fundamental “reforzar la búsqueda científica para desarrollar nuevos fármacos y obtener mejores instrumentos de diagnóstico para aumentar las posibilidad de diagnosis precoz”. Y advierte de que, especialmente en las zonas más remotas, es difícil garantizar la asistencia necesaria para la cura o que los mismos pacientes puedan comprender la importancia o dar la prioridad al proseguimiento del tratamiento farmacológico eventualmente iniciado.
Pero, los cuidados no bastan. “Es necesario reinsertar plenamente a la persona sanada en el tejido social original: en la familia, en la comunidad, en la escuela o en el ambiente de trabajo”, asegura el purpurado.
Finalmente, en el mensaje se reconoce que quizá el “obstáculo mayor para superar” esta enfermedad no es algo puramente físico. “La discapacidad, los marcas inconfundibles dejadas por la enfermedad son todavía hoy parecidas a las marcas de fuego”, indica. De este modo, explica que el miedo a la lepra, “vence sobre la razón, la falta de conocimientos sobre la patología por parte de la comunidad excluye a los enfermos que, a su vez, a causa del sufrimiento y de las discriminaciones sufridas han perdido el sentido de la dignidad que les es propia, inalienable, también si el cuerpo presenta mutilaciones”.
Por esta razón, “por” ellos y sobre todo “con” ellos, debemos comprometernos cada vez más “para que puedan encontrar acogida, solidaridad y justicia”.
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