(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 30 Mar. 2017).- El ideal que movió a Girolamo Emiliani, fundador de la familia religiosa de los Somascos, fue “la reforma de la Iglesia a través de las obras de caridad”. Y hoy “no hay que tener miedo de transformar las estructuras cuando sea útil para un servicio más evangélico y en consonancia con el carisma original”. Porque “las estructuras da en algunos casos una falsa protección y obstaculizan el dinamismo de la caridad y del servicio al Reino de Dios”.
Lo recordó este jueves el Papa Francisco a los participantes en el 138º Capítulo General de la Orden de los Clérigos Regulares de la Somasca, en curso en Albano Laziale (Roma) del 14 de marzo al 1 de abril de 2017, y cuyo tema es “Pasemos a la otra orilla junto con nuestros hermanos con los que queremos vivir y morir”.
Los instó así a “a permanecer fieles a la inspiración originaria y a ponerse ‘en salida’ para ir hacia la humanidad herida y descartada, con elecciones evangélicamente eficaces que nacen de la capacidad de mirar el mundo con los ojos de Cristo”.
Les recordó que el proyecto de su fundador era el de reformarse primero a sí mismo en la fidelidad al Evangelio, después a la comunidad cristiana y a la sociedad civil, que no pueden ignorar a los pequeños y a los marginados, sino socorrerlos y promover su desarrollo humano integral”.
Y señaló que también “hoy existen nuevos ‘medio-huérfanos’: jóvenes y niños que vienen solos a nuestras tierras y tienen necesidad de parternidad y maternidad” dijo el Santo Padre refiriéndose a quienes vienen solos las embarcaciones, porque “esta es también es vuestra tarea”.
Les animó por ello “a prestar atención a las diferentes formas de marginalidad en las periferias geográficas y existenciales”. A “no tener miedo de ‘dejar los odres viejos’, afrontando la transformación de las estructuras cuando sea útil para un servicio más evangélico y en consonancia con el carisma original”. Porque “las estructuras da en algunos casos una falsa protección y obstaculizan el dinamismo de la caridad y del servicio al Reino de Dios”.
El Pontífice alentó además el trabajo de formación de catequistas realizado por ellos, definiéndolo “un servicio muy valioso a las Iglesias locales, en comunión con los pastores y en unión con toda la Iglesia”.
“También el diálogo ecuménico necesita de vuestro aporte”, dijo el Papa, porque “el camino de la unidad es largo y necesita de la escucha paciente de lo que el Espíritu Santo dice a las Iglesias en particular a las comunidades eclesiales en Asia y África, en las cuales ustedes obran con ardor apostólico”.
Prosigan y desarrollen la obra inspirada por Dios a San Jerónimo Emiliani, dijo, “patrono universal de los huérfanos y de la juventud abandonada”, deseándoles “que un renovado ardor misionero los empuje a dedicarse al servicio del Reino de Dios a través de la educación de los jóvenes”.
Y concluyó, antes de impartirles la bendición apostólica, invitándolos a “proseguir con vuestro camino de secuela y celo apostólico, rico en numerosas obras y siempre abierto a nuevas expresiones, de acuerdo con las necesidades más urgentes de la Iglesia y de la sociedad en diferentes momentos y lugares”.
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