VER
Los obispos de Chiapas convocamos a matrimonios de las tres diócesis a un encuentro, en Tapachula, para reflexionar sobre la realidad de las familias, meditar lo que expone el Papa Francisco en la Exhortación La alegría del amor, y hacer algunas propuestas para impulsar la pastoral familiar. En un ambiente muy fraterno, se compartieron diversas situaciones que afectan a los esposos y a los hijos, como alcoholismo, migración, marginación de la mujer, machismo, pobreza, influencia negativa de los medios de comunicación y de las tecnologías modernas, etc. Se amplió la mirada a un nivel global, a partir del capítulo II de la Exhortación del Papa. Así mismo, se sintieron muy iluminados y fortalecidos por el capítulo IV, el central del documento, en que se expone qué es amar, según la Palabra de Dios. Se analizó también el capítulo VIII, para tener caminos seguros sobre cómo abordar los casos difíciles, que cada día se multiplican más, como los divorciados vueltos a casar, los que sólo conviven sin vínculos institucionales, las nuevas formas de pareja, etc. Finalmente, se reflexionó sobre el capítulo IX, la espiritualidad matrimonial y familiar. Se concluyó con mucho ánimo y el compromiso de acompañar más a las familias, para que vivan y gocen su vocación sagrada.
Por otra parte, las noticias diarias nos hablan de fosas que se encuentran con muchos cadáveres de personas desaparecidas y desconocidas; asaltos y crímenes por todas partes; leyes que destruyen los cimientos de las familias; consumo y trasiego de drogas; terrorismos y guerras, etc. Todo ello nos indica que, o no hay familia donde se pueda vivir en paz y armonía, donde se eduque a los hijos en valores humanos y sociales, y por ello los jóvenes se afilian a grupos criminales que les dan dinero y cierta identidad; o las familias se dispersan, se deshacen y no se asegura la estabilidad emocional y económica de los hijos; o familias incompletas, con ausencia de padres que indiquen caminos educativos; o familias que deben emigrar o estar mucho tiempo fuera del hogar por cuestiones de trabajo; o familias que, por las deportaciones de los Estados Unidos, quedan incompletas, abandonadas a su suerte. En síntesis, las familias están muy expuestas a la fragilidad. Y a esto hay que agregar las telenovelas con tantas escenas eróticas, que presentan la infidelidad conyugal como lo más normal, invitando a hacer lo mismo. Ante esta realidad, como Iglesia, no podemos quedarnos en lamentos y críticas; debemos ofrecer la luz del Evangelio y alentar una más incisiva pastoral familiar.
PENSAR
El Papa Francisco ha dicho: “La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno. Pero el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja. Como enseñan los Obispos franceses, no procede del sentimiento amoroso, efímero por definición, sino de la profundidad del compromiso asumido por los esposos que aceptan entrar en una unión de vida total” (EG 66).
“La Iglesia quiere llegar a las familias con humilde comprensión, y su deseo es acompañar a cada una y a todas las familias para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que se encuentran en su camino. No basta incorporar una genérica preocupación por la familia en los grandes proyectos pastorales. Para que las familias puedan ser cada vez más sujetos activos de la pastoral familiar, se requiere un esfuerzo evangelizador y catequístico dirigido a la familia, que la oriente en este sentido” (AL 200).
“La pastoral familiar debe hacer experimentar que el Evangelio de la familia responde a las expectativas más profundas de la persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad. No se trata solamente de presentar una normativa, sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad que se constata hoy, incluso en los países más secularizados, de tales valores” (AL 201).
ACTUAR
Si queremos salvar nuestra patria y que las cosas cambien para bien, el desafío es ayudar a que las familias sean sólidas, que no se deshagan, que crezcan en el verdadero amor y eduquen en valores humanos y cristianos. Sin esto, el panorama será cada vez más desolador. Y si se hacen leyes contra la familia, ¡a dónde iremos a parar! ¡De la familia depende el país! No lo destruyamos más. Sin familias, ni más policías ni más ejércitos podrán frenar la delincuencia.
+ Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas
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