(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 30 Mar. 2017).-No dejarse esclavizar por los falsos ídolos y no vivir de idolatría, porque Dios nos ama como un padre y nos espera siempre. Lo subrayó el papa Francisco en su homilía de la misa la Casa de Santa Marta, centrada en el amor de Dios hacia su pueblo, a pesar de las tentaciones por fantasías y realidades ilusorias.
Al comentar la Primera Lectura, indicó que “nos hará bien preguntarnos si nos alejamos del Señor para seguir a los ídolos y la mundanidad”. El pueblo “no tuvo paciencia para esperar a Dios” durante tan sólo cuarenta días. Hicieron un becerro de oro. Un dios “para divertirse” y se “olvidaron de Dios, que los ha salvado”, indicó.
“Olvidar a Dios que nos ha creado, que nos hizo crecer, que nos ha acompañado en la vida: ésta es la desilusión de Dios. Y tantas veces en el Evangelio, Jesús en las Parábolas, habla de aquel hombre que prepara una viña y después fracasa, porque los obreros querían tomarla para ellos. En el corazón del hombre, ¡está siempre esta inquietud! No está satisfecho de Dios, del su amor fiel. El corazón del hombre está orientado siempre hacia la infidelidad. Y ésta es la tentación” dijo.
De modo que Dios, “por medio de un profeta, reprocha a este pueblo” que “no tiene constancia, no sabe esperar, se ha pervertido”, se aleja del Dios verdadero y busca a otro dios:
“También nosotros somos pueblo de Dios y conocemos bien cómo es nuestro corazón, y cada día debemos retomar el camino para no resbalar lentamente hacia los ídolos, hacia las fantasías, hacia la mundanidad, hacia la infidelidad.
En Cuaresma preguntémonos “¿Cuántos ídolos tengo que no soy capaz de quitarme de encima, que me esclavizan? Esa idolatría que tenemos dentro… Y Dios llora por mí”. “Pensemos hoy en esta decepción de Dios que nos ha hecho por amor, mientras nosotros vamos a buscar amor, bienestar, queremos pasarla bien en otras partes y no en el amor de Él. Nos alejamos de este Dios que nos ha creado. Y este es un pensamiento de Cuaresma. Nos hará bien”.
Invitó a hacer todos los días; un pequeño examen de conciencia: ‘Señor, tú que has tenido tantos sueños sobre mí, yo sé que me he alejado, pero dime dónde, cómo, para volver…’. Y la sorpresa será que Él siempre nos espera, como el padre del hijo pródigo, que lo vio llegar desde lejos, porque lo esperaba”.
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