En la primera lectura, dijo el Santo Padre, “San Pablo propone tres preguntas que yo quiero dirigir a cada uno de ustedes personalmente”.
1.- La primera pregunta de San Pablo es: “¿Cómo puede alguien creer en el Señor sin haber oído hablar de él?”.
“Nuestro mundo –dijo el Papa en su homilía en medio de un gran ambiente de recogimiento– está lleno de ruidos y distracciones, que pueden apagar la voz de Dios. Para que otros se sientan llamados a escucharlo y a creer en él, necesitan descubrirlo en personas que sean auténticas. Personas que sepan escuchar. Seguro que ustedes quieren ser genuinos. Pero solo el Señor los puede ayudar a serlo”.
Antes jóvenes llegados desde distintos puntos del país, así como de Vietnam, Camboya, Indonesia y Taiwán, el Pontífice los instó a hablar con el Señor “en la oración. Aprendan a escuchar su voz, hablándole con calma desde lo más profundo de vuestro corazón. Pero hablen también con los santos, nuestros amigos del cielo que nos sirven de ejemplo. Como San Andrés, cuya fiesta celebramos hoy”.
Tras recordar el ejemplo de San Andrés que murió mártir, que “tuvo que ser paciente y aprender gradualmente a ser un verdadero discípulo de Cristo” así también, exhortó el Papa, “no tengan miedo de aprender de vuestros propios errores. Dejen que los santos los guíen hacia Jesús y les enseñen a poner vuestras vidas en sus manos”.
“Sepan que Jesús está lleno de misericordia. Por lo tanto, compartan con él todo lo que llevan en vuestros corazones: vuestros miedos y preocupaciones, así como vuestros sueños y esperanzas. Cultiven la vida interior, como cuidarían un jardín o un campo”.
Esto, resaltó el Santo Padre, “lleva tiempo; requiere paciencia. Pero al igual que un agricultor sabe esperar que lo cultivado crezca, así también a vosotros, si saben esperar, el Señor los hará dar mucho fruto, un fruto que luego podrán compartir con los demás”.
2.- La segunda pregunta de Pablo es: “¿Cómo van a oír hablar de Jesús sin un mensajero que lo anuncie?”
Esta, explicó Francisco, “es una gran tarea encomendada de manera especial a los jóvenes: ser «discípulos misioneros», mensajeros de la buena noticia de Jesús, sobre todo para vuestros compañeros y amigos”.
“No tengan miedo de hacer lío, de plantear preguntas que hagan pensar a la gente. Y no se preocupen si a veces sienten que son pocos y dispersos. El Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces”.
Por eso, exhortó, “háganse oír. Les pido que griten, pero no con vuestras voces, no, quiero que griten, para ser con su vida, con sus corazones, signos de esperanza para los que están desanimados, una mano tendida para el enfermo, una sonrisa acogedora para el extranjero, un apoyo solícito para el que está solo”.
3.- La tercera pregunta de Pablo es “¿Cómo puede haber un mensajero sin que sea enviado?
“Al final de esta Misa, todos seremos enviados, para llevar con nosotros los dones que hemos recibido y compartirlos con los demás. Esto puede provocar un poco de desánimo, ya que no siempre sabemos a dónde nos puede enviar Jesús. Pero Él nunca nos manda sin caminar al mismo tiempo a nuestro lado, y siempre un poquito por delante de nosotros, para llevarnos a nuevas y maravillosas partes de su reino”.
El Pontífice subrayó que “el Señor invitará a algunos de ustedes a seguirlo como sacerdotes, y de esta forma convertirse en «pescadores de hombres». A otros los llamará a la vida religiosa, a otros a la vida matrimonial, a ser padres y madres amorosos. Cualquiera que sea su vocación, los exhorto: ¡sean valientes, sean generosos y, sobre todo, sean alegres!”
El Papa alentó a los jóvenes a mirar a la Virgen María para seguir su ejemplo, llevando “a Jesús y su amor a los demás con sencillez y valentía. Queridos jóvenes, con gran afecto os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a su maternal intercesión”.
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TEXTO COMPLETO: Homilía del Papa en la Misa con los jóvenes en Myanmar https://t.co/lYzc7JGzKY
— ACI Prensa (@aciprensa) 30 de noviembre de 2017
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