El Santo Padre afirmó que “el gran desafío de nuestros días es el de ayudar a las personas a que se abran a la trascendencia” y, por tanto, “a que sean capaces de mirar en su interior y de conocerse a sí mismas de manera que puedan reconocer la interconexión recíproca con los demás”.
“Darse cuenta de que no podemos permanecer aislados los unos de los otros. Si debemos estar unidos, como es nuestro propósito, es necesario superar todas las formas de incomprensión, de intolerancia, de prejuicio y de odio. ¿Cómo podemos hacerlo?”, preguntó.
Fue en ese momento cuando recordó unas palabras de Buda que “nos ofrecen a todos una guía”: “conquista al hombre airado mediante el amor; conquista al hombre de mala voluntad mediante la bondad; conquista al avaro mediante la generosidad; conquista al mentiroso mediante la verdad”.
A continuación, manifestó que “son sentimientos parecidos a los que se expresan en la oración atribuida a san Francisco de Asís: ‘Señor, hazme instrumento de tu paz. Que donde hay odio, yo ponga el amor. Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría’”.
El Papa pidió después que esta “sabiduría” siga animando “todos los esfuerzos que se realizan para promover la paciencia y la comprensión, y para curar las heridas de los conflictos que a lo largo de los años han dividido a personas de distintas culturas, etnias y convicciones religiosas”.
El viaje del Papa Francisco a Myanmar (la antiguaBirmania) y Bangladesh tiene un marcado carácter ecuménico. Durante su estancia en este país asiático, se ha reunido ya con los líderes de diferentes confesiones religiosas, a los que pidió no dejarse llevar por las “colonizaciones culturales”, y ha defendido ante las autoridades del país las etnias y grupos minoritarios.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 29 de noviembre de 2017
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