Puede que los políticos, no sé si muchos o pocos, no sepan quién es el Papa. Es triste comprobar la ignorancia de muchos que, aún estando bautizados, desconocen algo tan básico como saber a quién representa el Papa. ¡Muy triste! Y si lo saben, peor aún.
Y gritan, en las sedes parlamentarias, para retirar, cambiar o borrar los acuerdos con la Santa Sede y vociferan ridiculizando a la Jerarquía por defender la moral cristiana que está contenida en la Ley de Dios (Ley Natural)… Tal vez pensarán que hacen un bien a la humanidad…
En el siglo I también San Pablo se comportaba de forma parecida, hasta que Jesús lo increpó: “Pablo ¿por qué me persigues?”....
Salvo excepciones, nuestros políticos también parecen perseguir a Jesucristo. Sus leyes les molestan, su doctrina les estorba, su verdad no los convence. Y así es explicable tanta corrupción…
Y ¿qué dice el Papa?: “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común… ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!... ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social.”(Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” nº 205).
Nuestros políticos podrían probar a seguir el consejo del Santo Padre para poder mejorar el contenido de sus programas y, si procede, el comportamiento ético de Sus Señorías.
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