Cuando se inventaron los cepillos de dientes, eran tan caros y escasos, que quienes los podían comprar adquirían uno por familia, y todos los miembros lo utilizaban. Esto que ahora nos parece poco higiénico, no era mal visto entonces, pues era mayor el beneficio de la salud bucal.
Y si de los cepillos compartidos cambiamos el tema a la oración compartida, observamos que solamente aquellas personas que la consideran importante la practican, y que son muchos los hogares en los que nunca se hace oración en familia.
Creo que debemos revalorar la oración en casa, compartirla como algo valioso y benéfico, para que no nos pase lo que a aquellos que dejan perder algo bueno por no saber apreciarlo.
Hoy, son muchas las personas que no se lavan los dientes a pesar de que los cepillos son baratos y accesibles. También son muchos los que no oran porque viven en un mundo material y egoísta. La oración está al alcance de todos, tristemente, no todos aprovechan su riqueza.
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