De nuevo, los catalanes musulmanes celebran una de las festividades más emblemáticas de su fe: el Ramadán. Como cada año, ante este evento, algunos medios de comunicación se quedan en los aspectos más superficiales de esta festividad religiosa banalizándola hasta llevarla a la consideración de anécdota. Parece que los aspectos más relevantes del Ramadán son el ayuno y la abstinencia de las prácticas sexuales. Además, este año se ha añadido la absurda polémica sobre una mezquita que nadie quiere hacer en la ciudad de Barcelona pero que algunos comentaristas lo han magnificado incomprensiblemente. A no ser que tengan otros intereses no confesables. Siento todo esto, porque los musulmanes viven profundamente el Ramadán y, para los que tienen una cierta distancia a la fe, esta festividad tiene un componente cultural que ayuda a definir las identidades personales.
La sociedad catalana debe conocer a fondo el valor de experiencia espiritual que tiene el Ramadán para los musulmanes, sólo así la convivencia entre los catalanes se construirá sobre la base del respeto y de las creencias de una parte de la población. El Ramadán es el noveno mes del calendario musulmán. La celebración religiosa asociada a este mes es uno de los cinco pilares del Islam. Durante toda su duración, los musulmanes (excepto los enfermos, las mujeres embarazadas o que amamantan, los niños pequeños, los ancianos o cualquier otra persona a quien este ayuno estricto podría perjudicar la salud, y aquellos que estén de viaje, aunque éstos deberán hacerlo en otro momento) no ingieren o introducen nada en su cuerpo desde el amanecer hasta el crepúsculo. También se abstienen de fumar y de mantener relaciones sexuales durante las horas diurnas. Cada noche, la ruptura del ayuno diario suele tener carácter festivo, siendo motivo de reuniones familiares, de lecturas compartidas del Corán.
El Ramadán es un tiempo privilegiado en el que las personas rezan y profundizan la lectura del Corán. Se trata de dedicar este tiempo para acercarse al misterio de Alá. Los musulmanes asumen el ayuno y las otras privaciones como un camino para situarse en el lugar de las personas que padecen y sufren. Esta solidaridad es en primer lugar una experiencia interior y, después, una práctica activa a través de la limosna con los más necesitados. El fin del ayuno diario (Id al-fitr)) es el momento de reencuentro familiar que, además de renovar el compromiso con Alá a través de una oración, sirve para aportar calidez humana a este momento y fortalecer el sentido de comunidad. La práctica religiosa asociada a la celebración del Ramadán acerca a los musulmanes a las experiencias religiosas de otras religiones. Todas ellas evidencian cómo las personas descubren en su interior la necesidad de un trascendente que los acerca la realidad humana y sitúa el amor compasivo, expresado como caridad, en el centro de la experiencia vital. Buen inicio del Ramadán para los catalanes musulmanes.
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