En su reflexión televisiva semanal, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, destacó el valor para los cristianos de la lectura espiritual. Comenzó explicando que nota que en los ambientes religiosos “se habla con frecuencia de la oración” pero “no se habla tanto de lo que la tradición de la Iglesia llama lectura espiritual” que es, en primer lugar, la lectura “de la Sagrada Escritura, de algún libro religioso o que se refiere a la vida cristiana, a la oración misma, con la intención de ir preparando nuestro corazón para el diálogo con Dios. Porque eso es la oración, hablar con Dios”.
“Muchas veces reflexionó- surge en nosotros el deseo de hablar con Dios y entonces recitamos algunas oraciones, como las que aprendimos en la infancia, como el padrenuestro, por ejemplo, que nos enseñó el mismo Jesús y es la oración por excelencia. Pero la lectura espiritual prepara un ambiente, un ámbito interior, para que podamos desarrollar con otro tipo de espontaneidad, la que viene del Espíritu Santo, un diálogo con Dios. Así cumplimos el mandato del Señor de orar, de hablar con Dios”.
“Lo primero que tenemos que leer es la Biblia, la Sagrada Escritura”, señaló, y enseguida preguntó a los televidentes: ¿quiénes de ustedes leen la Biblia? ¿Quiénes leen por lo menos el Nuevo Testamento, con esa intención de conocer a Jesús, de prepararnos para hablar con Él?”.
A la lectura de la Sagrada Escritura, monseñor Aguer añadió que en la tradición de la Iglesia que se refiere a la lectura espiritual, se presentan algunos textos que se han convertido en clásicos, algunos de los cuales quiero señalar”.
“Por ejemplo, ‘La Introducción a la vida devota” de San Francisco de Sales. El mismo nombre ya nos está sugiriendo la propuesta: ¿qué es una introducción? Algo que nos prepara, que nos acerca, que nos abre las puertas. La vida devota es, sin más, la vida cristiana. También uno que se leía mucho, y que quizá hoy, si leemos nos da la impresión de algo muy limitado a una época: es “La imitación de Cristo”, de Tomás de Kempis, un libro que sirvió a generaciones y generaciones de católicos para meditar y orar”.
“Luego hay libros más cercanos en el tiempo como los de Dom Columba Marmion, un monje que escribió textos preciosos para cualquier cristiano, para los laicos, como, por ejemplo, “La vida en Cristo”, y algunos clásicos del siglo XX: las obras de Charles de Foucault, de San Josemaría Escrivá, la “Vida de un alma” de Santa Teresita, que se ha leído durante todo ese siglo”.
Monseñor Aguer explicó que “además debemos pedir al Espíritu Santo que nos ilumine, que nos enseñe” y pidió que “cuando oramos pensemos que ante todo no debemos buscar nuestro propio interés. Ciertamente existe la oración de súplica, por la cual pedimos a Dios por nuestras necesidades. Pero no nos olvidemos de la alabanza. Tenemos que alabar a Dios, tenemos que bendecir a Dios y eso es algo que podríamos llamar gratuito. Lo hacemos porque Dios es Dios. Él se nos ha comunicado y Él además nos prepara un don extraordinario más allá de esta vida, la vida eterna”.
En su reflexión televisiva semanal, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, destacó el valor para los cristianos de la lectura espiritual. Comenzó explicando que nota que en los ambientes religiosos “se habla con frecuencia de la oración” pero “no se habla tanto de lo que la tradición de la Iglesia llama lectura espiritual” que es, en primer lugar, la lectura “de la Sagrada Escritura, de algún libro religioso o que se refiere a la vida cristiana, a la oración misma, con la intención de ir preparando nuestro corazón para el diálogo con Dios. Porque eso es la oración, hablar con Dios”.
“Muchas veces reflexionó- surge en nosotros el deseo de hablar con Dios y entonces recitamos algunas oraciones, como las que aprendimos en la infancia, como el padrenuestro, por ejemplo, que nos enseñó el mismo Jesús y es la oración por excelencia. Pero la lectura espiritual prepara un ambiente, un ámbito interior, para que podamos desarrollar con otro tipo de espontaneidad, la que viene del Espíritu Santo, un diálogo con Dios. Así cumplimos el mandato del Señor de orar, de hablar con Dios”.
“Lo primero que tenemos que leer es la Biblia, la Sagrada Escritura”, señaló, y enseguida preguntó a los televidentes: ¿quiénes de ustedes leen la Biblia? ¿Quiénes leen por lo menos el Nuevo Testamento, con esa intención de conocer a Jesús, de prepararnos para hablar con Él?”.
A la lectura de la Sagrada Escritura, monseñor Aguer añadió que en la tradición de la Iglesia que se refiere a la lectura espiritual, se presentan algunos textos que se han convertido en clásicos, algunos de los cuales quiero señalar”.
“Por ejemplo, ‘La Introducción a la vida devota” de San Francisco de Sales. El mismo nombre ya nos está sugiriendo la propuesta: ¿qué es una introducción? Algo que nos prepara, que nos acerca, que nos abre las puertas. La vida devota es, sin más, la vida cristiana. También uno que se leía mucho, y que quizá hoy, si leemos nos da la impresión de algo muy limitado a una época: es “La imitación de Cristo”, de Tomás de Kempis, un libro que sirvió a generaciones y generaciones de católicos para meditar y orar”.
“Luego hay libros más cercanos en el tiempo como los de Dom Columba Marmion, un monje que escribió textos preciosos para cualquier cristiano, para los laicos, como, por ejemplo, “La vida en Cristo”, y algunos clásicos del siglo XX: las obras de Charles de Foucault, de San Josemaría Escrivá, la “Vida de un alma” de Santa Teresita, que se ha leído durante todo ese siglo”.
Monseñor Aguer explicó que “además debemos pedir al Espíritu Santo que nos ilumine, que nos enseñe” y pidió que “cuando oramos pensemos que ante todo no debemos buscar nuestro propio interés. Ciertamente existe la oración de súplica, por la cual pedimos a Dios por nuestras necesidades. Pero no nos olvidemos de la alabanza. Tenemos que alabar a Dios, tenemos que bendecir a Dios y eso es algo que podríamos llamar gratuito. Lo hacemos porque Dios es Dios. Él se nos ha comunicado y Él además nos prepara un don extraordinario más allá de esta vida, la vida eterna”.
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