Hace unos días yo misma me sorprendí recordando con mucho gusto y alegría lo que había soñado, pues hacía mucho tiempo que no recordaba nada de lo que soñaba. Y, ¡cómo no!, iba de sacristía, donde ahora echo lo mejor de mis energías y cariño.
Resumiendo el sueño: entre prisas de dos celebraciones, tuve que preparar el incienso y, al encender los carbones, vi que se formaba una llama alta y que, al bajarse, quedó una silueta de la Virgen con el Niño pegada al carbón. Yo me dije:
-Y ahora, ¿dónde van a echar el incienso?
Pero a los pies de la imagen quedaba aún fuego encendido y ahí se podía echar…
Mi imaginación daría para mucho con este sueño... Pero sólo quiero compartiros cómo, cuando te entregas, lo mejor que puedes y sabes, a tu tarea cotidiana (muchas veces entre apuros, prisas y fallos), el Señor se manifiesta ahí mismo y te enseña eso de que "cuando hayas hecho lo que tienes que hacer, di siervo inútil”, o “haz lo que esté de tu parte y Él te dará lo que pide tu corazón”, pues, ciertamente el Señor no se deja ganar en generosidad.
Por un sueño así, vale la pena tanto desvelo, imaginaos lo que será la realidad del mismo Cristo y su Madre abrazándonos en cada detalle de nuestra vida y regalándonos su presencia y compañía. Por eso hoy el reto del amor es ponerte todo entero en cada detalle de tu vida cotidiana... ¡y déjate abrazar por el Hijo y su Madre!
VIVE DE CRISTO
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