(El Mundo) A la pregunta de si tiene usted una cláusula antiembarazo, la respuesta casi unánime es el silencio. El miedo a perder una oportunidad ha llevado a muchas deportistas, jugadoras vinculadas a clubes, a firmar contratos ilegales. La omertà impide que salgan a la luz. Son cláusulas habituales las que se realizan a las deportistas más jóvenes, con una carrera por desarrollar y mayor desconocimiento de sus derechos.
Le sucedió a Mariajo Pons, portera de fútbol, o a Begoña Fernández, internacional de balonmano hasta su retirada, el pasado año, después de presenciar hechos como el siguiente:
«Vi cómo en uno de mis equipos, una chica muy joven era despedida por quedarse embarazada. Se fue a casa, se deprimió, tuvo un aborto y a los pocos días la volvieron a llamar para ofrecerle de nuevo el contrato. Eso sólo tiene un calificativo: despreciable».
En numerosos casos los contratos están firmados también por los representantes, en lo que puede entenderse como una actitud connivente. El embarazo se encuentra entre los supuestos que provocan una resolución unilateral del contrato, a menudo junto a los positivos por dopaje, la práctica de deportes de riesgo o la conducta indecorosa. En algunos de ellos se explicita, además, que no darán derecho a indemnización.
María José López González, abogada, fue una de las primeras voces que alertó acerca de esta práctica, debida a la falta de un marco normativo para el deporte femenino, ya que, según la Ley del Deporte, no se trata de una práctica profesional.
López González asegura que «don cláusulas nulas de pleno derecho, ya sea por lo que dice la Constitución, el Estatuto de los Trabajadores o cualquiera de los textos legales internacionales», ya que, a pesar de la falta de marco normativo, está claro que se produce una relación laboral.
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