Dio su vida para no traicionar a sus compañeros
En septiembre de 1810, un sacerdote llamado Miguel Hidalgo pasaría a la historia por haber protagonizado el conocido como «Grito de Dolores». El padre Hidalgo está considerado como uno de los impulsores de la guerra que inició el proceso de independencia del entonces virreinato de Nueva España. A él se unieron miles de hombres y mujeres. Muchos quedaron en el anonimato, a pesar de haber dado su vida y la de los suyos para la construcción del que sería el futuro estado mexicano.
Sobre Gertrudis Bocanegra, considerada una de las más importantes heroínas de la independencia de México, se conocen muy pocos datos, casi todos relacionados con sus actos durante el conflicto armado. Muy pocos relacionados con su vida anterior.
Su nombre completo era el de María Gertrudis Teodora Bocanegra Lazo Mendoza, y había nacido el 11 de abril de 1765 en Pátzcuaro, en la actual Michoacán. Era hija de padres españoles; Javier Bocanegra y Feliciana Mendoza se ganaban la vida en el sector del comercio. La familia Bocanegra era una familia católica que dio a Gertrudis una educación poco habitual para las jóvenes de su tiempo. Lectora habitual de obras de la Ilustración, Gertrudis pronto se sintió atraída por la causa independentista.
Gertrudis se casó con Pedro Advíncula de la Vega, con quien tuvo un hijo y tres hijas. En su hogar, pronto se empezó a respirar un ambiente revolucionario, pero discreto. Allí se daban cita distintos ideólogos del sueño de convertir el virreinato en un reino propio. Mientras Gertrudis permanecía en la retaguardia, su marido y su hijo se habían unido a las fuerzas rebeldes impulsadas por el sacerdote Miguel Hidalgo.
La noticia de la muerte de Pedro y de su hijo dejó a Gertrudis consternada. Decidida a no permanecer llorando su muerte, decidió seguir sus pasos. Tras poner a salvo a sus tres hijas, Gertrudis Bocanegra se unió a las fuerzas insurgentes. Durante un tiempo su papel como espía y mensajera fue clave para las tropas novohispanas. Gertrudis también realizó tareas logísticas, llevando comida, ropa y lo que hiciera falta a los soldados que se encontraban en el frente mientras que su casa continuaba siendo un centro clave para las decisiones de los insurgentes.
Durante años, Gertrudis Bocanegra se jugó la vida en una guerra que terminó para ella cuando fue traicionada y delatada. Había pasado tres años en el frente, cuidando a los heridos, ejerciendo de espía, participando en las reuniones decisivas y reclutando a más hombres y mujeres para la causa revolucionaria.
En 1817, a sus cincuenta y dos años, Gertrudis Bocanegra fue detenida por las tropas realistas. Sabedores de que habían conseguido apresar a una de las figuras clave entre los insurgentes, quisieron utilizarla para conseguir desarticular la red de rebeldes. A pesar de que fue sometida a largos y dolorosos interrogatorios, ni con la tortura consiguieron que Gertrudis Bocanegra traicionada a los suyos. Incapaces de sacar de su boca ninguna información, se tomó la decisión de condenarla a muerte. Mientras Gertrudis Bocanegra subía al patíbulo, el 11 de octubre de 1817, no dejó de animar a los suyos y pedirles que no se rindieran.
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