San Rafael es considerado uno de los más grandes místicos del siglo XX; sus escritos gozan de actualidad inusitada, pues vienen orientando y enriqueciendo la vida espiritual de miles de católicos alrededor del mundo.
Conquistado por el rostro de Dios
Rafael Arnaiz nació en el Paseo de la Isla, Burgos (España), el 9 de abril de 1911. Cuando tenía 12 años, su padre, que trabajaba como ingeniero de montes, se mudó con toda la familia a Oviedo. En esa ciudad, Rafael ingresó al Colegio de San Ignacio, regentado por jesuitas. Al concluir sus estudios secundarios, se matriculó en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.
Es durante esta etapa en la universidad cuando Rafael empieza a pasar largas horas en oración frente al Santísimo Sacramento, hábito que se fue fortaleciendo con el tiempo y que lo llevó a preguntarse, cada vez con mayor profundidad, qué quería Dios de él.
Aquellos prolongados encuentros cara a cara con Cristo Sacramentado le ayudaron a considerar la posibilidad de que el Señor lo estuviese llamando a la vida contemplativa. No obstante, su vocación de servicio lo impulsaría a realizar el servicio militar.
Apenas este acabó, Rafael inició el camino del discernimiento vocacional. Su primer paso fue dar rienda suelta al interés por conocer cómo era la vida de un monje -incluyendo ejercicios espirituales en esa búsqueda-. Al final arribó a una firme decisión: consagrar su vida entera a la oración como trato constante y permanente con Dios.
Así llegaría el 16 de enero de 1934, día en que solicitó el ingreso al monasterio trapense de Dueñas, Palencia.
Un precoz “comerciante de perlas” (Mt 13, 45-46)
En los días posteriores a su ingreso al monasterio, Rafael escribió: “Suspiro todo el día por Cristo (...). El monasterio va a ser para mí dos cosas. Primero: un rincón del mundo donde sin trabas pueda alabar a Dios noche y día; y, segundo, un purgatorio en la tierra donde pueda purificarme, perfeccionarme y llegar a ser santo. Yo le entrego mi voluntad y mis buenos deseos. Que Él haga lo demás”.
La Guerra Civil española y la diabetes que lo aquejaba lo forzaron a dejar hasta en tres ocasiones el monasterio, y produciendo los subsiguientes reingresos. Quedar fuera del claustro no era una opción para Anaiz. Sabía cuál era su centro y su lugar, y si las circunstancias no eran las propicias, poco importaba. Cuando estas cambiaban, volvía a donde fue llamado.
El “Hermano Rafael”, como lo llamaban quienes lo conocían, falleció el 26 de abril de 1938 en la enfermería del convento, a la edad de 27 años, tras sufrir un coma diabético.
El monje, el mejor ejemplo para la juventud
El 19 de agosto de 1989, el Papa San Juan Pablo II, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) realizada en Santiago de Compostela (España), propuso al Hermano Rafael como “modelo para los jóvenes del mundo de hoy”. La propuesta del Papa encerraba un poderoso mensaje: Rafael había sido un joven que vivió de cara a Cristo, una flecha que señalaba en dirección a Jesús.
Hoy, que la vida para muchos jóvenes carece de sentido o ha sido reducida a lo pequeño, parece ser tiempo propicio para conocer al Hermano Rafael. Él está allí para orientar a los jóvenes con su ejemplo, para interceder por ellos. Habiendo dejado a un lado las ofertas del mundo contemporáneo, se ha constituido en modelo de amor y libertad.
El 27 de septiembre de 1992, sólo unos años después de aquella JMJ, el mismo San Juan Pablo II lo declaró beato.
Orar es ya un milagro
En 2008 la entonces Congregación para la Causa de los Santos aprobó el milagro de intercesión por el que sería canonizado. Ese milagro fue la curación inexplicable de Begoña León Alonso, una madrileña de 38 años, quien estando embarazada presentó el Síndrome de Hellp -una variante de la preeclampsia-. Begoña al momento de ser intervenida para salvar a su bebé quedó en estado de muerte cerebral.
Según explicó el diario “La Nueva España”, en el año 2000, Begoña León “enfermó estando embarazada, por lo que se le indicó una cesárea en el Hospital Gregorio Marañón para salvar a su niño. El estado de la paciente empeoró y tuvo que ser operada de urgencia. La operación salió mal y la mujer quedó en estado de muerte cerebral”.
Una hermana del convento cisterciense de San Bernardo de Burgos se enteró del caso a través de la familia de Begoña, por lo que las religiosas de su orden empezaron a rezar una novena dedicada al Hermano Rafael para pedir por la curación de la joven madre. A partir de entonces, Begoña empezó a evolucionar milagrosamente hasta que, finalmente, se recuperó por completo.
San Rafael Arnaiz Barón fue canonizado el 11 de octubre de 2009 por el Papa Benedicto XVI, quien dos años más tarde, en 2011, lo nombró Patrono de la Jornada Mundial de la Juventud, con sede en Madrid (España).
Más información:
Biografía Oración a San Rafael Arnáiz Barón
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