Al darles la bienvenida, el Santo Padre destacó que “las ocasiones en las que puedo encontrarme con hermanos consagrados son preciosas: es un testimonio del valor de esta presencia en la Iglesia, que merece ser redescubierta”.
En primer lugar, el Pontífice habló de la importancia de la fraternidad de los Oblatos y señaló que esta “se construye con una forma concreta de vida”.
“Una forma estable, que cada uno de vosotros vive naturalmente de manera diferente, con su propia personalidad y sus propios dones y también sus propias limitaciones; pero la característica común y cualificadora es esta fraternidad”.
Para el Papa Francisco, esto es una forma de asemejarse a Jesús, quien “vivió esta dimensión de ser hermano de todo hombre, hermano universal”.
“Es un aspecto propio del misterio de la Encarnación. Esto es lo primero que os deseo: la alegría de ser hermanos”, puntualizó.
Asimismo, centró su mirada en el aspecto de la oblación, “el don de sí en el servicio”.
En esta línea, citó a Madre Teresa, quien “hablaba a menudo de esto: la alegría de servir”.
En tercer lugar, se refirió al hecho de ser diocesano y aseguró que esta es también “una dimensión de la Encarnación: ser fieles a una tierra, a un pueblo, a una diócesis. A veces nos gustaría salvar el mundo, pero Dios os dice: sed fieles a ese servicio, a ese pueblo, a esa obra”.
“Ésta es la ley del amor: no se puede amar a la humanidad en abstracto, se ama a esa persona, a esas personas. La lealtad es un bien escaso”, puntualizó.
“Fraternidad, oblación, diocesanidad. ¡Un hermoso programa de vida! Que el Señor os acompañe siempre en este camino y que la Virgen os guarde en la alegría y en la fidelidad”, concluyó el Santo Padre.
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