XVIII Domingo Ordinario-Desde tu pobreza y tu fe:

Hoy entramos en el misterio de la celebración con el canto de esta súplica: “Dios mío, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres mi auxilio y mi liberación; Señor, no tardes”.

Son palabras de pobre, son palabras de fe. Donde no haya fe, no las dirá la pobreza; y donde no haya pobreza, no habrá fe para decirlas.

Los labios del hombre rico no conocen la súplica de tu canto: él puso en la vaciedad la confianza que tú pones en el Señor; él ha escogido su dios, sus riquezas, se solaza en su contemplación, y recita ante ellas las palabras de su salmo: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”.


Desde la humildad de la fe, el pobre da testimonio de la verdad de Dios y de su soberanía, y le dice: “tú eres mi auxilio y mi liberación”.

Desde su tabla de cálculo, el rico se entrega a la veneración de los bienes que ha acumulado, y practica ante ellos los ritos acostumbrados: “túmbate, come, bebe y date buena vida”.

Sobre la humildad y el cálculo viene la palabra del Señor. El mismo que dijo al rico: “necio, esta noche te van a exigir la vida”, declaró en la montaña: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El mismo que dijo: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos”, dijo también: “Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer”.

Y tú, Iglesia de Cristo, has sido llevada por gracia desde las previsiones de la vaciedad al camino de la humildad. Tú, amada en tu pobreza, redimida, salvada, reconoces quién es tu Dios, tu Señor, tu auxilio, tu liberación. Tú te confiesas dichosa porque hoy se dice para ti la palabra de tu Dios, dichosa porque hoy te recibe tu Señor, dichosa porque, comulgando a Cristo, hoy comulgas el reino de los cielos, dichosa porque, en tu pobreza, crees y esperas y sabes de amor, dichosa porque a tu pobreza le da palabras de súplica la fe, y a tu fe le da un canto de agradecimiento la pobreza.

Feliz domingo.



El comentario estaba escrito antes de la tragedia de Angrois. Después de ella, es más grande nuestra pobreza y nuestra esperanza.



Santiago Agrelo Martínez OFM

Arzobispo de Tánger







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