San Francisco y los herejes


Hasta los profanos saben que la virtud dominante de San Francisco es la pobreza; mas no hay que olvidar que su juventud la pasó en una región combatida por unos herejes que ponían la pobreza como principio fundamental de sus doctrinas y piedra de escándalo contra Roma. Milán y Lombardía primero, más tarde Umbría y las Marcas fueron centros de patarenos, y el Piamonte un foco valdense.

Francisco conocía harto bien sus principios y costumbres; por tanto, la idea de renovar literalmente la vida evangélica no puede llamarse original de Francisco, bien que sea propiamente suya la profundidad de la inspiración y la prontitud de la ejecución. La idea se respiraba en el ambiente a fines del siglo XII, y un hombre o un grupo de hombres que la actual no causaba estupor a los contemporáneos, como pasaría a los modernos, más alejados cada día del ideal de la pobreza, cada día más hechos a capitular con la perfección evangélica, acomodándola a los tiempos, a las contingencias, a los individuos.

Mas lo que distingue y luego a San Francisco entre los herejes, y de un vuelo le levanta a 1000 leguas sobre las sectas, es su resuelta y total sumisión a la Iglesia Católica. Todos los puntos asentados por los herejes en contraposición a Roma, San Francisco los recoge y resuelve en obediencia a Roma: aquéllos pretendían seguir el Evangelio a la letra; San Francisco quiere lo mismo, sino que acepta del Evangelio toda palabra, incluso las que se refieren a la autoridad de Pedro, de los apóstoles y de sus sucesores; los herejes querían la predicación al pueblo en romance, y en romance, mas con permiso del Papa, predica San Francisco; aquellos querían pobreza, castidad y trabajo, pero aforraba de soberbia la propia virtud, clamando contra la avaricia y relajación del clero, condenando a cuantos nos vivían como ellos, sembrando odios; San Francisco, al contrario, se reputa el último de los hombres, besa la tierra donde pisa un sacerdote, por indigno que sea, porque es ministro de Dios; amonesta a los pecadores, ante todo, con el ejemplo y la penitencia; no exige de los otros la santidad; no condena a nadie, antes se acusa y corrige asimismo y lleva por doquier a la paz.

Los herejes, de negación en negación, llegaban a los extremos: abolición del patrimonio, comunismo sexual; San Francisco mira las criaturas con ojos limpidisimos, y las deja, pero sin renegar de ellas; inexorable consigo mismo, tiene para con los demás la indulgencia del Iglesia, que es Madre. Los herejes pretendían ser evangélicos y eran sectarios, con todos los defectos de orgullo, exclusivismo y rebelión propios de las sectas; Francisco era íntegra y verdaderamente evangélico, y, por lo mismo, católico, apostólico, romano.

Su total adhesión al Iglesia tiene dos raíces: una, sobrenatural, de fe, humildad y obediencia; la otra, natural. Respecto de la última conviene observar que San Francisco, como umbro, era en su índole los caracteres de la antigua religiosidad itálica junto con el amor al terruño, al trabajo, al orden, a la jerarquía, propia de los latinos y personificado en Virgilio; de este substrato natural de su piedad que nace, acaso, la necesidad del todo latina de la concretez y de la acción.
2:22:00 p.m.

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DisablePlease Enable Javascript To See All Widget