Libertad para el País Vasco


Cuando alguien me pregunta, y me lo han preguntado con frecuencia, que por qué me pongo del lado de las Víctimas del Terrorismo, contesto simplemente que no hay que ser excesivamente inteligente para comprender que cuando a uno le pegan un tiro en la nuca o le ponen una bomba en el coche, o, todavía peor, si cabe, se ponen bombas como sucedió en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza con la intención de matar niños, cosa que lograron, la razón está del lado de las víctimas. También recuerdo las palabras de Jesús: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mt 5,5) y «los pobres son evangelizados» (Mt 11,5), frase tanto más válida hoy cuando vemos que los criminales y sus acólitos no sólo no se arrepienten de sus crímenes, sino que son considerados héroes y muchos de los que debieran apoyar a las víctimas, no sólo no lo hacen, sino que incluso les traicionan más o menos abiertamente.


Por ello cuando me ofrecieron que acompañase a las víctimas en su visita a localidades del País Vasco donde ha habido asesinatos, para que hiciese una oración por sus difuntos asesinados, acepté encantado. Visitamos Mondragón, Elgoibar, Eibar, Durango y Elorrio. En este último lugar la visita fue absolutamente normal, tal vez porque era ya la hora de comer. Pero hubo banderas españolas e incluso algún cohete de bienvenida. Y es que en España aún quedan héroes, que hoy toman forma de concejales. El sitio más duro, con mucha diferencia, fue Eibar y a lo que sucedió allí me quiero referir.


Allí nos esperaban varios centenares de filoetarras, aunque no creo llegasen al millar. Eso sí, pitos e insultos hubo unos cuantos. No pasé miedo, porque la Erzainza, es decir la Policía Vasca, se encargó bastante bien de protegernos. Quienes nos esperaban eran de todas las edades, pero dominaban los jovencitos e incluso había niños. En un ambiente lleno de tensión, tras el minuto de silencio que hicimos en todos los lugares, rezamos un Padre Nuestro en vez del responso. Recuerdo que mientras lo rezaba, pensé que cuando decía Padre Nuestro, que aquéllos que teníamos enfrente, son también ante Dios mis hermanos, pero no me atreví a salirme del guión por si era peor el remedio que la enfermedad. A continuación realizamos la ofrenda floral y nos fuimos en un clamor de gritos e insultos. Por nuestra parte lo teníamos muy claro: nada de responder, nada de provocaciones, que se note muy claro la diferencia de categoría humana de unos y otros.


Creo que lo sucedido en Eibar tiene varias lecturas. En primer lugar ETA ha ganado y lleva más de treinta años ganando, aunque no haya conseguido la independencia, que por cierto tampoco la conseguirá, porque todavía no hemos llegado a esa traición ni a esa falta de sentido común. Pero cada vez que oigo a un político o cualquier otra persona decir: ETA está derrotada, no puedo por menos de pensar si estoy ante un imbécil o un engañabobos. Un tipo derrotado no está cobrando de las instituciones, viviendo de mis impuestos, de los impuestos de las víctimas del terrorismo, gobernando en alcaldías, alguna tan importante como San Sebastián, o en la diputación de Guipúzcoa. Si ETA hubiese perdido, no tendríamos a unos doscientos mil vascos tratando de ganarse la vida en otros lugares de España, porque se han tenido que ir ya que se sienten amenazados o lo han sido directamente y no quieren trabajar para una banda de asesinos. Recuerdo que la primera vez que visité Matthausen, un famoso campo de concentración nazi, hablé con el guardián del campo, un republicano español que se quedó allí tras la liberación. Me dijo una frase que se me quedó grabada: «fueron un grupo de gangster que se adueñaron del poder». La gente que teníamos enfrente ha sido educada en el odio, y más concretamente, en el odio a su país, en el odio a España. Y el odio es lo contrario al amor, que es lo específico del Cristianismo y es por ello por lo que el País Vasco ha pasado de ser la región más católica de España a una de las más descristianizadas, aparte que un lugar donde es peligroso expresar tus ideas políticas, es un lugar donde no hay libertad. Miedo y libertad son incompatibles. Por ello titulo este artículo diciendo «Libertad para el País Vasco», porque desde luego aquello en el día a día no es una democracia, aunque en algunos sitios todavía puedas votar con relativa libertad.


Pedro Trevijano, sacerdote



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