Comentario a 'La razón perdida'


(Comentario a 'La razón perdida').- Un buen amigo mío, que conoció personalmente a este filósofo cristiano amante de la verdad y liberal en el buen sentido de la palabra, esto es respetuoso con la conciencia y la libertad responsable ajena, y consiguientemente contrario a cualquier dictadura del pensamiento único, me prestó algunas de sus anécdotas y frases. Aunque nunca militó en ningún partido político, mantuvo una estrecha amistad con Adolfo Suárez. Cuando éste le manifestó que tenía muchas lagunas, el filósofo le contestó: "No se preocupe. Todos tenemos lagunas. Y quienes dicen no tenerlas, tienen el mar Caspio". La respuesta ulterior del difunto Presidente a esta relación cordial fue de gratitud y reconocimiento a su labor. Fue amante de los españoles y de todas las tierras de España, incluida Cataluña, a la que dedicó interesantes reflexiones. Su labor intelectual, que incluía en mi modesta opinión lo que B. Pascal llamó “razones del corazón”, mereció elogios de los buenos entendedores, entre ellos J. Tarradellas, quien valoró su contribución a “allanar los caminos de la reconciliación sincera entre los distintos pueblos de España, que sólo es posible con el reconocimiento de la personalidad de cada uno de ellos". Dicha contribución me parece muy actual. Era muy liberal, pero ante la mentira mantuvo una firme tolerancia cero. Y tenía razón, pues si se mira bien, partiendo de fenómenos inmediatos e incontestables, constatados y aceptados con sencilla e inocente mirada de niño, y razonando ordenada y rectamente, a los pinochos embusteros sistemáticos se les ve la crecer cada vez más la nariz. “La mentira (distinguida del error) es la causa más profunda de los males que padece la humanidad”, pues fue el Padre de la Mentira quien introdujo el mal en lo que en su origen fuera un paraíso terrenal, y sigue haciendo de las suyas, engañando a los ilusos e imprudentes, y extendiendo mentiras a oleadas, partiendo con frecuencia de verdades a medias convertidas en mentiras totales. No olvidemos que el diablo osó incluso tentar a Cristo con verdades bíblicas, que Cristo se limitó a completar. Por el contrario, a los auténticos amantes de la verdad, como San Juan Pablo II o el Papa Francisco, entre otros muchos, se les puede distinguir empáticamente, no sólo por lo que dicen, si no en como lo dicen y por lo que van haciendo. Y así, refiriéndose a la comunicación verbal, Don Julián dijo que "hay que atender, más que a lo que se dice, a la manera de decirlo, muy principalmente a la entonación". Puede añadirse que además hay un lenguaje corporal que también dice mucho, especialmente el relativo al rostro, a la sonrisa, a la mirada, a los gestos, a todo lo que puede incluirse en la llamada comunicación no verbal. Para este filósofo, el crecimiento personal es un proceso continuo, y así dijo que "si se van olvidando las cosas a medida que se producen, no se logra ese enriquecimiento en que consiste la madurez. Los que no recuerdan no maduran". Madurar comporta asumir el propio ayer desde el propio hoy y con miras a un mañana personal mayor, para uno mismo y para los demás, pues la caridad empieza por uno mismo, pero no se acaba en uno mismo, si no que se proyecta hacia los prójimos. Todo lo dicho estaría mutilado si se desgajara de su fe cristiana, repetidamente profesada por él, y que me he esforzado en explicitar a mi manera. Esta fe puede resumirse a su manera en estas dos frases suyas que me he permitido la licencia de enlazar: "me encamino a Dios e imagino cerca, con ilusión, la vida perdurable"... invocando "esa luz perpetua que siempre me iluminará. Nos iluminará, divina y admirablemente, a todos con su hermosísima claridad. Con su todopoderosa fuerza". Estas últimas frases las recoge también Jaime Vierna, a quien aprovecho para felicitar por su excelente artículo.



8:05:00 p.m.

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