El 21 de julio de 1773, la orden de los jesuitas fue suprimida por el Papa Clemente XIV con la Carta Apostólica Dominus ac Redemptor, en la que el Pontífice expuso, entre otras razones, que la Compañía debía desaparecer por atentar contra la armonía y la tranquilidad en la Iglesia.
Por 41 años la Compañía de Jesús quedó suspendida y los jesuitas vivieron “un proceso pascual muy intenso”, según explica el P. Benjamin González Buelta S.I. en un artículo publicado por la revista “La Civiltà Cattolica” en el que rescata los aspectos positivos de la supresión.
“Quien leyese esos años sólo con el lenguaje de la injusticia, la pérdida, y el lamento no respetaría el trabajo de Dios, ni la inspiración y la novedad que Dios nos da con cada poda: el Padre es el agricultor y puede transformar los golpes de hacha dirigidos a la muerte en un futuro de vida mucho mejor para los nuevos tiempos”, explica el P. González.
El 7 agosto de 1814, el Papa Pío VII refundó la Compañía de Jesús mediante la Bula Papal Sollicitudo omnium ecclesiarum, restaurando la fundación de San Ignacio de Loyola.
El mismo Pontífice permitió en 1801 y 1804 la restauración de la Compañía de Jesús en el Imperio Ruso y el Reino de las Dos Sicilias, a petición de sus respectivos soberanos.
El Papa Francisco, el primer Pontífice jesuita de la historia
Siendo el primer jesuita de la historia en ser elegido Pontífice, el Papa Francisco reflexionó sobre su condición como jesuita y servicio a la Iglesia como Sucesor de Pedro, en septiembre de 2013 en una entrevista concedida al sacerdote jesuita Antonio Spadaro.
“¿Qué significa para un jesuita haber sido elegido Papa? ¿Qué aspecto de la espiritualidad ignaciana le ayuda más a vivir su ministerio?”. El Papa Francisco respondió a estas preguntas resaltando una frase de San Ignacio de Loyola: “Non coerceri a maximo, sed contineri a minimo divinum est”, “No tener límite para lo grande, pero concentrarse en lo pequeño. Esto es divino”.
“He reflexionado largamente sobre esta frase por lo que toca al gobierno, a ser superior: no tener límite para lo grande, pero concentrarse en lo pequeño. Esta virtud de lo grande y lo pequeño se llama magnanimidad, y, a cada uno desde la posición que ocupa, hace que pongamos siempre la vista en el horizonte. Es hacer las cosas pequeñas de cada día con el corazón grande y abierto a Dios y a los otros. Es dar su valor a las cosas pequeñas en el marco de los grandes horizontes, los del Reino de Dios”, explicó el Papa Francisco.
Jorge Mario Bergoglio, hoy día Papa Francisco, inició su noviciado en la Compañía de Jesús en el año 1958, en diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote, y en 31 de julio de 1973 fue elegido provincial de la Argentina, cargo que ejerció durante seis años. Entre 1980 y 1986 fue Rector del Colegio Máximo de San José de los jesuitas en Buenos Aires.
Publicar un comentario