Con los calcetines de invierno cabía esa posibilidad pero fue al ponerme unos calcetines finos cuando descubrí que ahí había algo más pues ese punto se tornó un tanto incomodo.
Empecé a caminar y lo sentía constantemente. Íbamos todas juntas y disimuladamente paré, me senté en un banco y...descubrí al causante de todo: un clavo finito atravesaba la suela del zapato.
Intenté sacarlo y estaba demasiado incrustado para hacerlo sola y sobre la marcha, ¿pero cómo iba a decir a todas que me esperasen? Teníamos mil cosas que hacer y hasta ese día nada había pasado, con no pisar fuerte por ahí valdría.
Sin embargo, se dieron cuenta, pararon en seco, fueron a por un alicate y ¡zas! Salió el clavo (y no es que fuese muy corto) y a seguir caminando.
Puede que sientas algo pegajoso en el corazón, algo que te "engancha" y no te deja sonreír, sentir paz o que te produzca miedo o inquietud. Para, siéntate un poco en el banco, en el banco de una iglesia, no tengas miedo de parar, ir de un lado para otro sólo hace que ese sentimiento permanezca.
Cuando paras con Cristo "te puedes quitar el zapato" y ver con calma qué te pasa, qué te atasca en este momento. Si te encuentras con un clavo pequeño o grande, largo o corto...no intentes sacártelo solo, o seguir caminando así, deja que Cristo coja los alicates y tire con suavidad de él.
Déjale que actúe y que tire de todo; en un rato verás que ya no hay nada, que sientes paz, que no existe aquello que tiraba de ti para abajo. Cristo está deseando quitar de nosotros todo aquello que nos impide ser felices.
Hoy el reto del Amor es parar, entregar a Cristo tus sentimientos, tu situación, todo aquello que no te deja caminar, levanta el pie y deja que Él tire de ello.
VIVE DE CRISTO
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