Salamanca, amén de ser el hogar de la célebre universidad en la que san Juan de La Cruz estudió bajo la tutela de Fray Luis de León, es también la casa de dos magníficas catedrales conocidas comúnmente como “la catedral vieja” y “la catedral nueva”.
La vieja, que se comenzó a construir en el siglo XII, y se terminó a finales del XIV, está dedicada a Santa María de La Sede, y es de estilos gótico y románico ibérico. Podría, fácilmente, ser una de las más antiguas en toda Europa.
Cuando la catedral nueva comenzó a construirse, se pensó en demoler esta anterior, pero la demora en los trabajos hizo que se desistiera de ello: el inicio de la construcción de la “nueva” está fechado en 1520, y el edificio sólo se terminó en 1733.
Así las cosas, la vieja catedral seguía siendo necesaria para celebrar la liturgia, de modo que permanece en pie, hasta el día de hoy.
Como se ve, la catedral “nueva” no es, tampoco, tan nueva. Por eso, más de uno se ha sorprendido al ver a un astronauta (junto a una especie de fauno comiendo helado de una barquilla) entre los motivos decorativos de su fachada, al punto de que más de un blogger ha caído, por ingenuo, en las típicas especulaciones a propósito de ovnis viniendo a visitar a la humanidad y echándole una mano a la hora de construir sus grandes monumentos.
Lejos de eso, el astronauta, obra del cantero Miguel Romero (que de extraterrestre no tiene nada), es parte de una adición hecha a la fachada de la catedral en el año de 1992, cuando se inició un necesario proceso de restauración, dirigido por el arquitecto Jerónimo García de Quiñones.
La restauración fue parte de una exposición temporal que se llevó a cabo en la misma catedral, y que llevó por nombre “las edades del hombre”.
El diseño procuró seguir la estética de la decoración de la catedral, pero incluyendo motivos que tuviesen, al menos, un guiño de contemporaneidad.
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