(ZENIT – 28 junio 2018).- Mons. Ivan Jurkovič, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras Organizaciones en Ginebra, dirigió comentarios a la asamblea sobre la necesidad de la educación y la parte esencial que la formación educativa tiene para lograr un desarrollo humano integral.
El representante de la Santa Sede intervino el pasado 19 de junio de 2018 en Ginebra, en la 38ª sesión del Consejo de Derechos Humanos sobre el derecho a una educación.
Ademas, el prelado subrayó que la Santa Sede “apoya los esfuerzos de aquellos países que luchan para asegurar que su gente puede disfrutar este derecho” a la educación y que “la Iglesia Católica continuamente se esfuerza a contribuir en este esfuerzo”.
La educación es clave
Mons. Jurkovič recordó a la asamblea que la educación debe estar orientada a la formación de cada individuo, para que puedan estar preparados “a compartir en sus obligaciones sociales cuando se conviertan en adultos”. La educación es “un derecho inalienable”, pero también requiere esta obligación una vez que se completa.
Po lo tanto, esta educación no solo debe ser técnica, sino que también debe tener como raíz “la formación de la persona humana en la búsqueda de su fin último”, indicó el Observador Permanente. Una educación sin este objetivo corre el riesgo de no preparar a las personas para trabajar por el bien común.
Respetar diferencias culturales
En este punto en su discurso, el prelado advirtió a la asamblea que este “objetivo tan importante no se puede lograr mediante una ‘colonización ideológica’, que transmite ideas erróneas sobre la naturaleza de la sociedad y la persona humana”.
Este principio indica –dijo Mons. Jurkovič– que la educación integral nunca debe “chocar con la sabiduría de pueblos y religiones” particulares por que siempre se lleve acabo “dentro de un contexto cultural y exige la participación constante y activa de las personas desde dentro de su propia cultura”.
La educación en “un mundo globalizado… debe practicar la gramática del diálogo que forma encuentro y apreciación de las diversidades culturales y religiosas”. Esta es la única manera de preservar la dignidad humana y asegurar que los niños “pueden convertirse en agentes de paz”.
Una obra colaborativa
Terminando su discurso, Mons. Jurkovič postuló que aunque la comunidad internacional y gobiernos particulares tienen la obligación de facilitar este derecho inalienable, “el deber de educar a los niños descansa primariamente con los padres”. Por eso, es indispensable que “las familias tienen la posibilidad de elijir las escuelas que reflejan mejor sus valores fundamentales”. Con esta fundación, las personas pueden, al mismo tiempo, enraizarse en su cultura particular y, simultáneamente, ser formados como “seres humanos integrales”.
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