Susurros de Dios
Vino después del huracán, que hacía trizas las piedras, después del terremoto, que sacudía los cimientos más sólidos, y después del fuego descontrolado, que se asomaba por los matorrales y quería ocuparlo todo. Después de todo esto, y de quedarme en nada, vino una brisa suave, Susurro de Dios, a la puerta de la cueva.

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