Son muchas las cosas y servicios que se deben agradecer al Rey Juan Carlos I, entre ellas que él mismo haya sabido reconocer algunos errores cometidos que no empañan una brillante trayectoria de servicio aunque si habían hecho disminuir su popularidad. Y con su labor en este último tramo temporal ha sabido recuperar, entre los españoles y extranjeros, aquella popularidad perdida, ha vuelto a colocar en alto la estima de los españoles. No obstante, no estoy seguro del todo que sea un buen momento, hay temas de Estado pendientes, para ceder sus responsabilidades al hasta ahora Príncipe de Asturias, que ha mostrado sobrada capacidad para la tarea que le toca realizar. La renuncia es una decisión inteligente y generosa, esperemos que también meditada y consultada. Ahora, como hacía el rey Salomón, pedimos sabiduría para el que será nuevo Rey de España, Felipe VI.
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